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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

sábado, 26 de abril de 2008

La ideología que está detrás del controlismo poblacional y de los grupos anti-vida

La ONU desde hace 30 ó 40 años a través de algunas de sus agencias especializadas como el UNFPA, la OMS o el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo) lanzó un programa internacional de control de la natalidad, nítidamente maltusiano. Esto significa que la ONU quiere proponer el control de la natalidad como un medio, una condición previa para el desarrollo de los pueblos.

Esta postura merece algunas consideraciones. Lo primero en lo que hay que ser enfático es que científicamente nunca ha sido demostrado que exista una relación entre la densidad de la población de un país y el desarrollo. Hay países poco poblados que son desarrollados, como Australia, y otros poco poblados que son subdesarrollados; como es el caso de los países de África Central. Inversamente hay países muy poblados que son desarrollados, como Holanda que tiene más de 400 personas por kilómetro cuadrado, y hay países muy poblados subdesarrollados como Pakistán. Quiere decir que no hay relación entre las dos cosas, depende de cada caso.

Sin embargo, la ONU se comporta como si hubiera una relación determinante entre las dos cosas y dice a los países: "controlen su población y van a desarrollarse". Pero los países pobres lo que necesitan son remedios, escuelas, saneamiento de las aguas, hospitales etc. Recursos que realmente favorezcan su desarrollo y no un control de la población. La Iglesia no puede y no quiere promover una política de desarrollo basada en una mentira científica; en una hipótesis que nunca fue demostrada...

Es la ideología maltusiana, y es muy importante destacar su persistencia. Es una ideología discriminatoria, eugenista, segregacionista. El centro de su temática podríamos expresarlo diciendo: "nosotros los ricos del hemisferio norte necesitamos controlar el crecimiento de la población de los países del sur porque tenemos miedo de esta población".

La Santa Sede es muy consciente de que ya desde antes de la caída del muro de Berlín ha habido una reinterpretación de la famosa guerra fría: ya no era la guerra Este vs. Oeste sino la guerra Norte vs. Sur, oponiendo los países ricos a los países pobres. Evidentemente la Iglesia no puede aceptar esta oposición ni este diagnóstico típicamente maltusiano. Ella busca una auténtica solidaridad internacional basada en la cooperación internacional, en una distribución más equitativa de los recursos, en la posibilidad concreta de que los países pobres puedan acceder al saber y a las técnicas de las cuales depende su desarrollo. Pero la ideología maltusiana es muy útil a los países ricos porque presenta las cosas como demostradas cuando por el contrario todas las profecías de Malthus fueron desmentidas; esa hipótesis de que la población crece más rápidamente que los recursos alimenticios es una farsa científica.

Pero hay otro motivo por el que la Iglesia no puede admitir las posturas de la ONU. Resulta obvio que es poco simpático y poco admisible decir: "los ricos debemos contener el crecimiento de las poblaciones pobres", y por lo tanto se busca utilizar un lenguaje nuevo, mentiroso, ideológico: "el lenguaje de los derechos humanos": "ustedes los pobres tienen derecho a la contracepción, al aborto. Estos son los nuevos derechos humanos. Nosotros -los ricos- queremos ayudarlos a ejercer ese derecho nuevo y vamos a ayudarlos a desarrollarse mandándoles métodos anticonceptivos y dispositivos intrauterinos y aparatos para realizar abortos con máquinas especializadas..." La Iglesia no puede admitir este tipo de política.

Quisiera mencionar aquí una cosa que muchas veces no está siendo muy bien explicada al público: además de las consideraciones de ética privada, personal, la Iglesia se opone a estas campañas por motivos de ética social.

La Iglesia continúa proclamando que aunque el hombre sea pequeño, flaco y débil tiene el mismo valor intrínseco. La sociedad actual no hace eso, es una sociedad de violencia, de exclusión. Para los ideólogos del marxismo como para los del liberalismo la actitud cristiana es inadmisible porque los que hacemos la opción de Jesús hacemos al mismo tiempo la opción por los pobres, porque Jesús hizo esta revolución al reconocer a los que no valían nada en la sociedad.

La crisis que estamos viviendo es realmente una crisis de valores, es la crisis de la Verdad. En los ambientes de la ONU o en la problemática actual en materia de democracia se dice: no es necesario querer descubrir la verdad, no somos capaces de descubrirla porque cada uno tiene la suya; y ocurre que las necesidades de la práctica nos hacen tomar decisiones prácticas y entonces terminamos haciendo lo que recomienda John Rose, político norteamericano: discutimos caso por caso sin referirnos a principios relativos a la verdad (que es inaccesible) y entonces tomamos una decisión. Es lo que se llama la ética procesal, que no considera lo que es bueno, justo, malo. Será justa la decisión que vamos a tomar sólo porque vamos a tomarla.

Pero con este relativismo integral el respeto debido a todo ser humano desaparece, es condicionado, porque depende de una decisión consensual siempre re-negociable. Así, terminamos en una sociedad de violencia donde prevalece la voluntad del más fuerte.

Cuando se habla de "globalización" se esta tocando dos temas. El de la "mundialización" y el de la "globalización".

Cuando uno habla de "mundialización" se insinúa que estamos caminando hacia un gobierno mundial, hacia una sociedad soñada por algunos autores o políticos famosos -podría mencionar a dos de ellos como Willy Brandt, canciller de Alemania, y Jan Timberland, un holandés que ganó el Nóbel de Economía-. Ellos desarrollan esta idea de la mundialización en la que la época de las naciones soberanas ya pasó. Conviene que poco a poco la ONU se torne en un gobierno mundial y las agencias de la ONU en los ministerios de este gobierno. En esta mundialización veo una nueva tentativa de instaurar la famosa "Internacional" soñada por los marxistas del siglo pasado.

La globalización es algo similar pero en una perspectiva de ideología liberal. El mundo es visto como un inmenso mercado que debemos integrar. El problema se da cuando a través del control de las cosas, de las materias primas, de las industrias, etc., se llega al control de los hombres.

En el núcleo de la ideología moderna -tanto de la de inspiración marxista como de la neoliberal- el hombre es interpretado desde una perspectiva monística, panteística y en este caso la única ética que se impone al hombre es fatalista: si somos una partícula en el medio debemos admitir esta situación y si ésta lo exige, vamos a sacrificar hombres a la supervivencia del medio ambiente. Es la temática ya desarrollada en Río de Janeiro en 1992 en la reunión "Cumbre de la Tierra". Pero es una ideología que sigue desarrollándose y que somete al hombre al medio ambiente. La ética aparece como una sumisión a la madre Gaia, la tierra. Con este tipo de determinismo ético el hombre debe admitir su situación de mortalidad total e integral. No hay otra perspectiva de la vida tal como la conocemos en la tierra. Estamos encerrados en este mundo que nos oprime y debemos aceptar lo que dicen y piensan los que supuestamente entienden este medio ambiente. Por eso hay personas como Jack Cousteau, que era un farsante de primera, que junto con varios ideólogos de este tipo recomendaban la eliminación de 3 o 4 millones de habitantes de la tierra justamente para que no haya contaminación porque el hombre es el mayor contaminador.

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