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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

sábado, 29 de octubre de 2011

Población alcanzó los 7 mil millones: ¿es algo para celebrar?

Fuente: www.lapop.org

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Steven W. Mosher

por PRI Staff
Con el ruego de su publicación
Octubre 25, 2011
Contacto Sergio Burga, sergioburga@lapop.org
00(51) 988616739

WASHINGTON, DC — Steven W. Mosher, Presidente de Population Research Institute, ofrecerá una Conferencia de Prensa comentando el nacimiento del habitante 7 mil millones. El evento se realizará en el National Press Club en Washington DC, el día lunes 31 Octubre del 2011.

El Fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA por sus siglas en inglés) ha pronosticado que el 31 Octubre del 2011 será el día que el mundo reciba al habitante 7 mil millones. “Este es un día para celebrar” afirma Mosher, experto en población y autor de un best seller en el tema. “La población mundial se ha más que duplicado desde 1960 y la humanidad nunca ha sido tan próspera.”

UNFPA, apoyada por grupos ambientalistas radicales y por organizaciones asociadas al control natal y aborto, viene usando una vez más la ocasión para promover el mito de la sobrepoblación y recolectar fondos para proyectos antinatalistas. “La mentalidad antinatalista es arrogante y elitista” señala Mosher. “El mensaje que los líderes de países ricos le ofrecen a los africanos, asiáticos y latinoamericanos es claro: ‘Hay suficientes de nosotros y demasiados de ustedes’”.

Según Mosher, “Contrariamente a lo que ha podido escuchar por ahí, el problema más agobiante que existe para la mayoría de países no es la sobrepoblación, sino el despoblamiento. En una época que debería estar caracterizada por la austeridad fiscal, la última cosa que necesitamos es gastar los recursos del Estado para bajar las tasas de natalidad. De esa manera lo que provocamos es reducir el monto del capital humano disponible y hacernos más pobres a todos en el largo plazo”.

“En el PRI estamos muy contentos con la llegada al mundo del bebé 7 mil millones” Mosher añade. “El bebé 7 mil millones, niño o niña, blanco o negro, cobrizo o amarillo no es un problema sino un recurso. No es una maldición sino una bendición para todos nosotros. El problema a largo plazo de la humanidad no es que vaya a haber demasiados niños sino que va a haber muy pocos”.

El análisis de las tendencias demográficas que hace Mosher es una sólida crítica a los sesgos ideológicos del Informe sobre el Estado de la Población Mundial 2011 de UNFPA. UNFPA se encuentra actualmente en riesgo de perder los fondos que recibe del gobierno norteamericano por su permanente apoyo a la imposición de la política de un solo hijo en China. Las investigaciones del PRI han demostrado reiteradamente que UNFPA es cómplice de una política que se lleva a cabo por medio de esterilizaciones y abortos forzados y que a la fecha ya ha eliminado a 400 millones de chinos.

La conferencia de Prensa se llevará a cabo en el salón Zenger del National Press Club y se iniciará a la 1 p.m.

Steve Mosher es el Presidente del Instituto de Investigación en Población (Population Research Institute), una organización sin fines de lucro dedicada a desmontar la falacia de la sobrepoblación en el mundo.
(c) 2007 Population Research Institute.

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Nada de lo escrito aquí debe ser interpretado como un intento de ayudar u obstaculizar la aprobación de un proyecto de ley en el Congreso.

El Instituto de Investigación en Población (Population Research Institute) está dedicado a terminar con los abusos contra los derechos humanos cometidos en nombre de la planificación familiar y acabar con los contraproducentes paradigmas sociales y económicos derivados de la falacia de la "sobrepoblación".

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Carlos Polo Samaniego
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sábado, 15 de octubre de 2011

Conquista y evangelización de América

Fuente: Argentinos Alerta

12 de Octubre: Conquista y evangelización de América

Se cumplen hoy 519 años del descubrimiento de América. Con los aires progresistas que se respiran, lo políticamente correcto es criticar la gesta hispánica a la que se atribuyen cientos de millones de indígenas muertos. ¿tiene ésto sustento histórico? ¿Es la Iglesia Católica la responsable de supuestos genocidios? Analizamos en este artículo la "leyenda negra" anticatólica y antiespañola.

Desgraciadamente es demasiado habitual ver cómo auténticos desconocedores de la historia relacionan a la Iglesia Católica con supuestos genocidios y robos llevados a cabo por un imperio "saqueador y sanguinario" como el español en los siglos XV y siguientes en la recién descubierta América [1].

En primer lugar analizaremos esta "leyenda negra" que es, a la vez, anticatólica y antiespañola y que tiene como creadores a los historiadores y propagandistas protestantes a causa del enfrentamiento político, comercial y religioso que oponía a los países anglosajones con la católica España [2]. Como en toda guerra, el enemigo lanza campañas psicológicas tanto de desinformación como de falsificación de la realidad. Estos escritores se esforzaron por inventar mil ejemplos de la vileza y perfidia española, y difundieron por Europa la idea de que España era la sede de la ignorancia y el fanatismo.

Lo triste del tema es que esta leyenda, a pesar de sus pocos fundamentos, pervive aún en nuestros días, sobre todo en lo que se refiere a la usurpación de las tierras, el genocidio indígena y la sed de oro. Se dice que España se apropió de las tierras indígenas en un acto típico de rapacidad imperialista, pero la verdad es que, antes de la llegada de los españoles, los indios no eran dueños de ninguna tierra sino esclavos de unos caciques despóticos tenidos por divinidades supremas [3]. Carentes de cualquier legislación que regulase sus derechos laborales, el abuso y la explotación eran la norma, y el saqueo y el despojo las prácticas habituales. Impuestos, cargas, retribuciones forzadas y pesados tributos fueron moneda corriente en las relaciones indígenas previas a la llegada de los españoles. El más fuerte sometía al más débil y lo atenazaba con escarmientos y represalias.

Los principales dueños de la tierra que encontraron los españoles (Mayas, Incas, Aztecas) [4] lo eran a expensas de otros dueños a quienes habían invadido y desplazado. Esta es la razón por la que una parte de las tribus indígenas se aliaron con los conquistadores, procurando su protección y el consecuente resarcimiento.

La verdad es que, sólo a partir de la conquista, los indios conocieron el sentido personal de la propiedad privada y la defensa jurídica de sus obligaciones y derechos. Se fundó la Posesión Territorial, que insistía en la protección que se debía dar a los nativos garantizando y promoviendo un reparto equitativo de precios y atendiendo a los posibles abusos y querellas, al igual que sancionando duramente a sus mismos funcionarios si incumplían las leyes [5].

Se creó la Encomienda, que fue la gran institución para la custodia de la propiedad y de los derechos de los nativos. Por la Encomienda el indio poseía tierras particulares y colectivas sin que pudieran arrebatárselas impunemente, organizando, a su vez, su propio gobierno local y regional. Por lo tanto, vemos que no es España la que despojó a los indios de sus tierras, sino que les inculcó el derecho de propiedad para restituirles sus heredades asaltadas por los poderosos y sanguinarios estados tribales. España es también la que los guardó bajo una justicia divina y humana, la que los puso en paridad con sus propios hijos e incluso en mejores condiciones que muchos campesinos y artesanos europeos [6].

Algo muy distinto fue lo que ocurrió en las tierras conquistadas por los protestantes. Así como la corona católica no organizó su imperio americano en colonias, la protestante sí lo hizo [7]. De hecho, el rey de España nunca se ciñó la diadema de Emperador de las Indias, pero sí el monarca inglés hasta principios del siglo XIX. Los protestantes se sintieron autorizados a poseer sin problemas ni limitaciones toda tierra, ya fuese recurriendo a la expulsión o a la aniquilación. En el Norte los ingleses y luego el imperio federal de los Estados Unidos se consideraron siempre como propietarios absolutos de todos los territorios ocupados y por ocupar. La tierra era cedida a quien pagase el precio convenido, y a los colonos les correspondía el derecho de alejar o exterminar a los habitantes originarios, a veces con la ayuda del ejército si era necesario. Esto era algo impensable para los católicos.

Mucho peor todavía es la acusación de genocidio que se hace a los españoles y a la Iglesia Católica. Es cierto que murieron muchos indios con la llegada de los conquistadores, pero esto no se debió a las armas españolas que, por cierto, al ser de fuego solían fallar a menudo por la geografía y el clima, sino a los letales virus provenientes del Viejo Mundo. Al no tener inmunodefensas para hacer frente a las nuevas enfermedades morían en grandes cantidades. Por su parte, también los europeos sucumbieron mortalmente ante enfermedades tropicales para las que sus cuerpos no estaban preparados.

Pero si queremos hablar de crímenes podemos comentar los cometidos por los indios dominantes sobre los dominados antes de la llegada de los españoles. Algunos autores indigenistas cuentan que en 1487 se sacrificaron dos mil jóvenes, en sólo un día, para la inauguración del gran templo azteca, veinte mil muertos en dos años de construcción de la pirámide de Huitzlo-pochtil, e innumerables las muertes provocadas por las llamadas guerras floridas y el canibalismo. Gracias a la llegada de los conquistadores y, sobre todo, al Cristianismo, las liturgias y los ritos sangrientos se terminaron, evitando así un holocausto, esta vez sí, real.

Y sin dejar el tema del genocidio no podemos evitar echar una mirada a la América anglosajona y protestante donde, en la actualidad, los pocos indios que quedan no proceden de las zonas por ellos colonizadas, sino de los territorios comprados a España o usurpados a México. ¿Qué ocurrió entonces con los indios del Norte protestante? Como tantas veces pasa en este tema de los ataques a la Iglesia, casi siempre el que acusa es el que más tiene que callar, ya que en sus colonias sí podemos hablar de un auténtico genocidio entre los siglos XVII y XIX, donde se exterminaron casi por completo a los aborígenes. La mejor prueba de ello es que apenas hubo un mestizaje, algo que sí ocurrió de forma abundante en las tierras conquistadas por los católicos españoles [8].

En nuestros días, la población indígena en territorio anglosajón constituye, aproximadamente, un millón y medio de personas. Esta cifra es aún mucho más triste si se considera que para constituir este registro basta con tener una cuarta parte de sangre indígena. La situación en territorios hispanos es exactamente la contraria. En las regiones mejicanas, andinas y amazónicas, casi el noventa por ciento de la población desciende directamente de los antiguos habitantes o es fruto de la mezcla de indígenas con conquistadores.

Y no sólo esto: mientras la cultura norteamericana y canadiense no debe a la indígena más que algunas palabras, ya que se desarrolló a partir de sus orígenes europeos sin que se practicase algún intercambio con la cultura primera, en la América hispano-portuguesa, la mezcla no fue sólo demográfica sino que dio origen a una riqueza cultural nueva e inconfundible. Esto obedece, más allá de los estudios culturales existentes en las diferentes regiones y a la cooperación que prestaron los pueblos indígenas a los conquistadores, a una perspectiva religiosa muy diferente. Para los católicos, lo más natural era casarse con la población indígena, a quienes veían como hermanos e iguales. En cambio, los protestantes estaban animados por un fuerte sentido de superioridad. Y si agregamos el sentido de predestinación de la Reforma de Lutero y Calvino -los pobres están destinados a la condenación, y los prósperos a la salvación- se sigue que, si el indígena es subdesarrollado, es porque está predestinado a la condenación, mientras que si el blanco está desarrollado está predestinado a la salvación. Visto así, cualquier pretensión de mezcla se ve como una violación grave del plan de la Providencia.

A modo de curiosidad, acordémonos de la práctica de arrancar el cuero cabelludo que se difundió en el territorio de lo que hoy es Estados Unidos a partir del siglo XVII, cuando los colonos blancos comenzaron a ofrecer fuertes recompensas a quien presentase el cuero cabelludo de un indio, fuera hombre, mujer o niño. La caza de indios, organizada a caballo y con jaurías de perros, no tardó en convertirse en un lucrativo deporte nacional. Si en la América católica alguien hubiese tratado de negociar con cueros cabelludos indios, habría provocado la más grande indignación de los religiosos y habría sido castigado con penas severas que los reyes habían dispuesto para tutelar los derechos de los indios. Podemos asegurar que, exceptuando los excesos e injusticias de algunos particulares, allá donde estuvo la Iglesia Católica no hubo racismo [9].

En cuanto al tema de la sed de oro, donde se dice que la llegada y la presencia hispánica no tuvo otro fin superior al fin económico, concretamente al propósito de quedarse con los metales preciosos americanos. Por supuesto, esto tampoco es cierto porque, aunque los propósitos económicos de la conquista realmente existieran, y en aquella época eran considerados lícitos por todos los países y creencias, el objetivo último y más importante para la Iglesia Católica era el de descubrir tierras nuevas donde llevar el mensaje de Cristo. Además, no podemos olvidar que en ningún momento se dejó a nadie en la ruina, ya que con la llegada de los conquistadores las condiciones de los indígenas mejoraron y llegaron a ser notablemente superiores a los asalariados europeos. Lo cierto es que toda América fue beneficiada por la minería.

No podemos terminar este tema sin hablar, al menos brevemente, de un personaje de singular importancia: Bartolomé de las Casas quien, después de ser un hombre de no muy loable conducta, tuvo una importante conversión religiosa determinada por los sermones de denuncia de las arbitrariedades de los colonos (entre los que él mismo se encontraba) pronunciados por religiosos, lo cual confirma la vigilancia evangélica ejercida por el clero regular. Con el tiempo se ordenó sacerdote y después entró en la orden de los Dominicos, dedicando el resto de su vida a defender la causa de los indígenas ante las autoridades de España. Tras su insistencia, las autoridades de la Madre Patria atendieron sus consejos y aprobaron severas leyes de tutela para los indígenas.

Lo cierto es que esta protección de la corona a los indios tuvo un efecto negativo, y es que algunos proletarios españoles, necesitados de mano de obra, comenzaron a prestar atención a los holandeses, ingleses, portugueses y franceses que ofrecían esclavos importados de África, capturados por los árabes musulmanes.

La trata de negros (colosal negocio prácticamente en manos de musulmanes y protestantes), sólo afectó de forma marginal a las zonas bajo dominio español, en especial, casi en exclusiva, a las islas del Caribe. Es raro (excepción en Cuba que sufrió mucha de dependencia de Estados Unidos en el s. XIX) encontrar negros en las zonas colonizadas por españoles, a diferencia del Sur de los Estados Unidos, Brasil o las Antillas francesas e inglesas.

En un principio, personajes con pocos escrúpulos pudieron explotar impunemente a los esclavos negros pero, con el tiempo y la presión de los religiosos, también a ellos les iba a llegar una ley española de tutela, cosa que no ocurrió en los territorios protestantes hasta muy entrado el siglo XX. Ciertamente, había católicos españoles que cometieron excesos, pero utilizar estos casos aislados ¡como siempre! para atacar a una religión y a un país que hicieron mucho bien en aquellas tierras, demuestra una vez más de qué pasta están hechos los enemigos de nuestra fe.

No podemos pasar al tema siguiente sin hacer una importantísima aclaración. Puede haber dado la impresión en algunos momentos de haber querido atacar algunas confesiones y religiones distintas a la nuestra, como son las islámicas, las civilizaciones precolombinas y las iglesias protestantes. Nada más lejos de la realidad.

Al igual que al referirnos a la historia de la Iglesia Católica, debemos tener presente en todo momento el contexto histórico en el que se desarrollan los hechos; al hablar de los errores e injusticias cometidos por estos hermanos, es nuestra obligación hacer lo mismo.

El ser humano es imperfecto sea cual sea su cultura, mentalidad o religión, y no hay injusticia mayor que cargar a todos con las culpas de unos cuantos, olvidando, además, los factores externos que influyen en las diversas actuaciones llevadas a cabo. Y peor aún, si cabe, es seguir culpando a las personas del presente por los errores cometidos por otros en el pasado. Pero sí debemos reconocer que hemos tenido una clara intención al relatar los hechos mencionados, y no es otra que la de hacerse preguntar al lector el porqué de los ataques, solo y exclusivamente a la Iglesia Católica, cuando la realidad es que todas las confesiones, credos, ideologías, culturas, etc., a lo largo de la Historia, han cometido errores.

¿Qué tiene nuestra Iglesia para ser el principal objetivo de todos los ataques?
[1] La forja del Nuevo Mundo. Huellas de la Iglesia en la América española, María Saavedra Inaraja. Sekotia 2008
[2] La leyenda negra anticatólica y antihispánica. Álvaro de Maoturna.
[3] Tres lugares comunes de las leyendas negras, Antonio Caponnetto. Conferencia, Buenos Aires, 1992.
[4] Mayas, Incas y Aztecas oprimían a Garios, Tlaxaltecas, Cempoaltecas, Zapotecas, Otomíes, Cañaris, Huancas, etc.
[5] Tres lugares comunes de las leyendas negras, Antonio Caponnetto. Conferencia. Buenos Aires, 1992.
[6] Tres lugares comunes de las leyendas negras, Antonio Caponnetto. Introducción, Madrid, 2008. www.arbil.org
[7] Leyendas negras de la Iglesia, Vittorio Messori, Ed. Planeta, col. Testimonio, 1999.
[8] Leyendas negras de la Iglesia, Vittorio Messori, Ed. Planeta, col. Testimonio, 1999.
[9] Leyendas negras de la Iglesia, Vittorio Messori, Ed. Planeta, col. Testimonio, 1999.

CATOLICOS SIN COMPLEJOS, por José González Horrillo, Editorial Sekotia, 4ta Edición (2010), Madrid. ISBN: 978-84-96899-81-0

Plegaria que recitaban al alba los navegantes de Colón

“Bendita sea la luz
y la Santa Veracruz
y el Señor de la Verdad
y la Santa Trinidad.
Bendita sea el alba
y el Señor que nos la manda.
Bendito sea el día
y el Señor que nos lo envía”.
Amén.

La leyenda negra española en América

Hito políticamente correcto contra la civilización occidental: la «leyenda negra» española en América, que ha terminado calando incluso entre los propios españoles. En lo que concierne a la conquista y evangelización de América, la leyenda negra es especialmente atroz: España hizo un genocidio en América, redujo a los indios a la esclavitud, la Inquisición los torturó. ¿Qué hay de verdad y qué de mentira? Vamos a poner los puntos sobre las íes. Por supuesto que los españoles cometimos abusos: no vamos a cambiar una leyenda negra por una leyenda rosa. Pero debe quedarnos claro que las tres imputaciones de la leyenda negra —genocidio, esclavitud, Inquisición— son falsas.

1) Genocidio

Empecemos por el genocidio. La acusación dice así: los españoles exterminaron a decenas de millones de indios. Hay quien dice que hasta noventa millones: «El mayor genocidio de la historia». ¿En qué se basa esta acusación? En datos que proceden de la propia época. Luego veremos que son datos equivocados, pero durante mucho tiempo se consideraron indiscutibles. Uno, muy concreto, son los censos de población india realizados por los españoles en el siglo xvi, que reflejan una reducción brutal del número de nativos. Por ejemplo, los taínos de Santo Domingo pasaron de 1.100.000 en 1492 a apenas 10.000 en 1517. Es decir, en un cuarto de siglo había prácticamente desaparecido la población precolombina de Santo Domingo y las Antillas. ¡Un millón noventa mil muertos en sólo veinticinco años! Esas cifras se extrapolaron después al resto del continente. Sorprende que un número exiguo de españoles fuera capaz de matar a tanta gente en tan poco tiempo, pero, al fin y al cabo, hay un testimonio de la época que lo afirma con toda claridad: el del dominico Fray Bartolomé de las Casas, que contrapone la mansedumbre de los indios a la crueldad de los españoles.

Los reyes españoles, los primeros defensores de los Indios. Capítulo XII del testamento de Isabel la Católica: «Por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas e tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro sexto de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir e traer los pueblos de ellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica, e enviar a las dichas islas e tierra firme del mar Océano perlados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas en la Fe católica, e les enseñar e doctrinar buenas costumbres e poner en elfo la diligencia debida, según como más largamente en las Letras de la dicha concesión se contiene, por ende suplico al Rey, mi Señor, muy afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Principe su marido, que así lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vecinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han recibido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concesión nos es infundido e mandado».

Irrefutable, ¿no? Pues no. Primero, las cifras del genocidio son imposibles: ¿Noventa millones de muertos en un siglo y pico a manos de sólo 200.000 españoles? Eso cuadra mal. ¿Un millón de muertos en poco más de veinte años, en un solo sitio, las Antillas, y en el siglo xvi, a base de ballesta y arcabuz? Es impracticable, sobre todo si tenemos en cuenta que los Reyes Católicos habían dado órdenes muy estrictas de tratar bien a los indígenas. Por otro lado, ¿quién hizo el censo? ¿Son fiables esas cifras? Respecto a Las Casas, ¿por qué denuncia tantos crímenes y, sin embargo, nunca dice dónde ni cuándo se produjeron, como tampoco da el nombre del criminal? Y además, si esto pasó en América, ¿por qué no pasó en Filipinas, donde no hay noticia de genocidio alguno? Aún peor: Las Casas logró su objetivo y en 1547 la Corona prohibió el sistema de encomiendas, que según fray Bartolomé era la causa de las muertes, pero los indios siguieron muriendo. ¿Por qué? Nada encaja. Vamos a explicar lo que pasó de verdad.

Primero, los censos no valen. Eso lo ha defendido recientemente una norteamericana, Lynne Guitar, de la Universidad de Vanderbilt, que fue a Santo Domingo a estudiar la historia de los taínos y se quedó allí: hoy es profesora del Colegio Americano en Santo Domingo. Y la profesora Guitar descubrió que los censos no es que no sean fiables, sino, más aún, que son inútiles: cuando un indio se convertía al cristianismo y vivía como un español, o más aún si se mestizaba, dejaba de ser censado como indio y era inscrito como español. Y sí luego venía otro funcionario con distinto criterio, entonces volvía a ser inscrito como indio, y así hay casos de ingenios de azúcar donde los indios pasan de ser unos pocos cientos a ser 5.000 en sólo dos años. Para colmo, los encomenderos —los españoles que regentaban tierras y explotaciones— mentían en sus censos, porque preferían trabajar con negros, a los que podían esclavizar, que con indios, de manera que sistemáticamente ocultaban las cifras reales. Es decir que las cifras censales de los indios en América, en el siglo xvi, son papel mojado.

¿Mentía entonces fray Bartolomé al hablar de aquel exterminio? Quizá no a conciencia. Las Casas vio graves casos de crueldad. Y vio también muertos, muchos muertos. Era fácil conectar una cosa con otra. Pero hoy sabemos que la gran mayoría de aquellos muertos, que sin duda se contaron por cientos de miles —no por millones—, fueron causados por los virus, algo que ningún español del siglo xvi podía conocer. También sobre esto hay estudios incontestables. Desde muy pronto se pensó en la viruela; se sabe que hizo estragos en Tenochtitlán y después en Perú mucho antes de aquí llegaran los españoles. Estudios posteriores, como el del doctor Francisco Guerra, señalan sobre todo a la gripe porcina, la llamada «influenza suina». El hecho es que los indígenas americanos, que habían vivido siempre aislados del resto del mundo, recibieron de repente y en muy pocos años el impacto combinado de todos los agentes patógenos difundidos por los buques europeos, sus cargamentos, sus animales, sus pasajeros.

Hace poco, un investigador de la Universidad de Nueva York, Dean Snow, precisaba que la gran mortandad no tuvo lugar en el siglo xvi, sino después, cuando empezaron a llegar niños, es decir: tosferina, escarlatina, sarampión; fue letal. Del mismo modo que el primer establecimiento español en América, el fuerte Navidad, fue diezmado por las fiebres, así también los indios, en gigantescas proporciones, fueron diezmados por los virus. Virus que sus cuerpos desconocían y que no pudieron resistir. ¿Recordamos algún caso más reciente? Entre los años 1918 y 1919, la llamada «gripe española» causó la muerte de más de treinta millones de personas en todo el mundo. Lo de América no fue inusual De manera que hubo, sí, una mortalidad mayúscula de indios en América, pero no fue un genocidio. Un genocidio requiere que haya voluntad de exterminio. Eso no pasó en la América española. Y aunque hubo encomenderos brutales, no hubo genocidio. Quede claro.

2) Esclavitud

¿Hubo encomenderos brutales? Sí, y esto nos lleva al segundo punto de la leyenda negra, a la segunda acusación, que es la de la esclavitud: los españoles esclavizaron a los indios. Que también es falsa. ¿Por qué los españoles no podían esclavizar a los indios? Lo dijo la reina Isabel en su testamento: a los indios había que llevarles la fe y tratarlos como a cristianos. Por eso no se los podía esclavizar. Eso sí, pongámonos en la piel de cualquier español del siglo xvi que pasa a América: ha arriesgado su vida, ha conquistado tierras y se encuentra con que no puede tener esclavos. ¿Cómo que no? Todos tienen esclavos: los portugueses, los árabes; pronto los ingleses, los holandeses, los franceses. No valoramos suficientemente el enorme impacto psicológico que debió de ser aquella prohibición en una época donde la esclavitud seguía siendo una institución social vigente. Pero Carlos I lo subrayó con toda claridad en las Leyes de Indias: quedaba prohibido esclavizar a la población indígena.

Esas leyes no eran papel mojado. La crónica está plagada de casos en los que no sólo encomenderos, sino también funcionarios reales de alto nivel, fueron investigados por la justicia, apresados, conducidos a España, juzgados, encarcelados e incluso ejecutados por los abusos cometidos. La protección de los indios no era una mera declaración de intenciones. La pregunta, eso sí, es por qué tuvo que actuar tantas veces la justicia. Y es que a la gente de aquel tiempo debió de costarle mucho entender las normas sobre el particular. De hecho, toda la historia del siglo xvi en América puede escribirse como una pugna permanente entre quienes querían tratar a los indios como esclavos, que no fueron pocos, y quienes velaron continuamente para impedirlo. Y lo impidieron.

Los indios fueron sometidos a un régimen de servidumbre semejante al que se aplicaba en Europa. Un régimen verdaderamente durísimo, con jornadas eternas y una retribución miserable. Hoy nos parecería insoportable, y lo era: es difícil saber cuántos indios —seguramente, miles— murieron exhaustos en las encomiendas o, después, en las minas. Pero no eran esclavos: eran libres y podían disponer de sus vidas. Las leyes, año tras año, rey tras rey, lo garantizaron una y otra vez. Precisamente por eso comenzó la importación de esclavos negros, vendidos por los mercaderes árabes y por las tribus africanas. ¿Por qué no se podía esclavizar a los indios? Porque eran cristianos. ¿Lo eran? Esto nos lleva al tercer punto de la leyenda negra española en América: que la Inquisición torturó a los indios para convertirlos a la fe. Y también esto es falso.

3) Inquisición

La conversión de los indios fue obra, sobre todo, de misioneros franciscanos; luego —muy pronto— llegaron jesuitas y dominicos. Todos ellos nos han dejado testimonios elocuentes del aprecio en que tenían a los indios y de la facilidad con la que éstos se convirtieron. Es comprensible: las religiones amerindias estaban muy vinculadas a su orden político y social autóctono; cuando se derrumbó, la gran mayoría de los indios aceptó la fe cristiana sin gran esfuerzo, máxime desde el momento en que eso garantizaba, por ley, ser tratado como un hombre libre. Hubo muchos indios que siguieron cultivando ciertas prácticas tradicionales, sobre todo de tipo curativo o ritual, y la Iglesia, con frecuencia, hacía la vista gorda. Es curioso descubrir que, en estos casos de prácticas curativas según ritos indígenas, a quien se castigaba no era al indio, sino al español que se sometía a ellas. Por ejemplo, en 1624 la Inquisición procesó a un tal Hernán Sánchez Ordiales, beneficiado de Coalcomán en Michoacán —un clérigo—, por «haberse curado con una india de sortilegios de hechicero».

La Inquisición, por supuesto, pasó a América, pero sus acciones no se dirigieron contra los indios, sino contra los mismos que la sufrían en Europa y que habían acudido al nuevo continente tratando de eludirla: los judíos —sobre todo, de origen portugués— y los protestantes, en general franceses u holandeses. Pero también contra cristianos viejos incursos en causas de blasfemia, clérigos de conducta escandalosa, etc.

Contra los indios actuó rarísimas veces. Uno de los casos más sonados fue el del cacique Don Carlos de Texcoco, hacia 1539, y la gravedad de la pena -la muerte- fue tan desmedida que escandalizó a la propia Inquisición. Fue precisamente este caso el que llevó a la Inquisición a prohibir expresamente que se hiciera nada contra los nativos. ¿Por qué? Porque eran «neófitos en la fe» y no tenía sentido exigirles ortodoxia. Y así lo estableció una instrucción del Santo Oficio firmada por don Carlos de Sigüenza: «Se os advierte que por virtud de nuestros poderes no habéis de proceder contra los indios del dicho vuestro distrito». O sea que la leyenda negra miente: la Inquisición prohibió perseguir a los indios.

Conclusiones

Esta es la realidad de la leyenda negra. No hubo genocidio en América: hubo una mortandad gigantesca por los virus que entraron en el continente; habrá casos de brutalidad y abusos de los españoles, pero no fueron la causa de la catástrofe demográfica, que por otra parte fue muy inferior a las cifras que habitualmente dan las terminales de lo políticamente correcto. Tampoco hubo esclavitud de indios en América: hubo un régimen de servidumbre muy duro, como el que había en Europa, que con ojos de hoy nos resulta intolerable; pero no hubo esclavitud. Ni la Inquisición, en fin, torturó a los indios: ella misma lo había prohibido. La leyenda negra española en América es falsa. No podemos evitar que otros la propaguen, pero los españoles debemos saber la verdad.
FUENTE: “Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental”, adaptación española basada en: The Politically Incorrect Guide to Western Civilization. Anthony Esolen y José Javier Esparza Torres. Ciudadela Libros, S. L. Madrid (2009). ISBN: 978-84-96836-56-3.

lunes, 10 de octubre de 2011

Los demonios tienen poder - ¿Qué origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de los hombres? - El poder del demonio es nada frente a Dios - María, la gran exorcista - ¿Exorcismo mayor? ¿Exorcismo menor? - ¿Por qué le temes a Juan Pablo II? - Bastarían los medios comunes de la gracia

Fuente: El Observador
Los demonios tienen poder
No pudiendo matarnos, tratan de hacernos sus secuaces. Su acción ordinaria es la tentación; la extraordinaria sólo ocurre en determinados casos, aunque va en notable aumento.

Dice el Apóstol san Juan que «el mundo entero yace bajo el poder del Maligno» (I Jn 5, 19). Luego entonces, el demonio es poderoso. Pero, ¿qué tanto?

El padre Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, explica: «Dios jamás reniega de sus criaturas. Por ello también Satanás y los ángeles rebeldes, aun cuando apartados de Dios, continúan conservando su poder, su rango (Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades...), aunque es para el mal». No es que el Señor quiera que usen su poder para el mal, sino que ellos, porque libremente lo decidieron así, lo emplean de esa manera y de ninguna otra.

¿CONTRA QUIÉN?

El pleito de Satanás y demás ángeles rebeldes es con Dios; es a Él a quien rechazaron, a quien le dieron como respuesta un «no» absoluto e irreversible. Pero como contra Él nada pueden, al ser expulsados del Cielo (cfr. Ap 12, 7-9) se han dedicado a hacer la guerra contra «sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12, 17).

Dice el padre Amorth que «no exagera san Agustín cuando afirma que si Satanás tuviese de Dios mano libre ‘ninguno de nosotros quedaría con vida’. No pudiendo matarnos, trata de hacernos sus secuaces».

ACCIÓN ORDINARIA

El modo ordinario de intervención demoniaca en la vida de los hombres es por medio de la tentación. Tan es así que en el Nuevo Testamento se le llama «el Tentador», como nombre propio (cfr. Mt 4, 3; I Tes 3, 5).

Esta acción va dirigida a toda persona humana a fin de hacerla pecar y alcanzar la condenación eterna.

Ha precisado el padre Hugo Valdemar, vocero de la arquidiócesis de México, que «los diputados y gobernantes se han vuelto un instrumento del Maligno al aprobar leyes que generan el desorden moral y lesionan a la sociedad (…) La denigración de la dignidad humana es manifestación de la presencia del Maligno, que se ve reflejado en leyes como el aborto y las uniones entre personas del mismo sexo».

ACCIÓN EXTRAORDINARIA

La acción extraordinaria del demonio, enseña el padre Amorth, Dios se la consiente «sólo en determinados casos». El presbítero italiano la clasifica en cinco modalidades:

1) SUFRIMIENTOS FÍSICOS:

Aquí se incluyen las experiencias desagradables que padecieron tantos santos, tales como ser literalmente flagelados, empujados o golpeados por demonios. «En estos casos nunca ha existido la influencia interna del demonio en las personas golpeadas y nunca ha habido necesidad de exorcismos».

2) POSESIÓN DIABÓLICA:

Es cuando uno o varios demonios toman el control del cuerpo (no del alma) de una persona haciéndola comportarse o hablar como él o ellos quieren, sin que la víctima se pueda resistir y, por tanto, sin tener responsabilidad moral. Es aquí donde se pueden advertir fenómenos espectaculares que ponen en evidencia el poder de los ángeles caídos: fuerza excepcional, hablar idiomas que el poseso nunca aprendió, revelar cosas ocultas, levitar, materializar objetos que «salen» de la boca de la víctima (clavos, alambres), etc.

3) VEJACIÓN DIABÓLICA:

Se trata de disturbios, enfermedades y otros males físicos de origen demoniaco. El Evangelio narra cómo Jesús sanó a un mudo (Lc 11, 14) y a una mujer encorvada (Lc 13, 10-16), ambos enfermos no por causas naturales sino por una clara vejación de origen demoniaco. Todas las desgracias de Job tuvieron igualmente este origen.

El padre Gabriele Nanni, de la diócesis de Roma, cuenta: «Recuerdo el caso de una joven... que tenía sufrimientos tan dolorosos en el intestino que era como si tuviera adentro trozos de vidrio que la cortaban. El demonio le impedía comer, ella deseaba ingerir alimentos pero inmediatamente devolvía todo; llegó un momento en que sólo lograba comer pan y beber agua, y al final ni siquiera eso».

4) OBSESIÓN DIABÓLICA:

«Son repentinos asaltos, tal vez continuos, de pensamientos obsesivos, y probablemente también racionalmente absurdos, pero a tal grado que la víctima no logra liberarse de ellos», define el padre Amorth.

5) INFESTACIÓN DIABÓLICA:

En ese caso la acción o presencia demoniaca se manifiesta en lugares (casas, oficinas, tiendas), objetos (autos, almohadas, muñecas) y animales.

¿MUCHOS O POCOS CASOS?

Cuando el padre Amorth habla de que «sólo en determinados casos» Dios permite que Satanás y sus demonios actúen de forma extraordinaria, no significa sin embargo que sea algo rarísimo; lo que sí afirma él y todos los exorcistas del mundo es que las verdaderas posesiones sí son escasas. En cambio, el padre Gabriel está de acuerdo con el exorcista francés Tonquédec, que afirmaba: «Hay un gran número de infelices que, aun cuando no presentan signos de posesión diabólica, recurren al ministerio del exorcista para que los libere de sus padecimientos: enfermedades crónicas, adversidades, desgracias de toda especie. Los endemoniados son muy raros, pero de estos infelices hay legiones».


Así llega

¿Qué origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de los hombres?

Dice el presbítero Pedro Pantoja, exorcista de la arquidiócesis de México, que la mayoría de las víctimas fueron presa del demonio «por andar incursionando en lo que está de moda: esto de la new age, todo lo que es adivinación, astrología, espiritismo y todas las prácticas que se derivan de ahí. Es una manera de abrir las puertas al diablo, que siendo un pobre diablo se siente con poder al ver que hay personas que incursionan en sus terrenos».

Pero si de verdadera posesión se trata, explica el padre Amorth, «la mayor parte de la gente queda poseída después de haber participado en misas negras o ritos satánicos».

Ésta es la advertencia de otro exorcista, el sacerdote José Antonio Fortea, de la arquidiócesis de Madrid: «La ouija es una puerta abierta por la que el mundo demoníaco puede pegarse a nosotros, sin necesidad de llegar a poseer. Muchos saben que se sienten presencias en la habitación, aunque sea otro lugar donde se hizo espiritismo. Pero lo peor de todo, lo verdaderamente demoníaco es la santería afrocubana. Nunca, jamás, vaya nadie a un santero. La magia blanca, los conjuros, los hechizos también abren puertas para que el que los hace quede poseído».

Sin embargo, dice el padre Gabriel Amorth que en la causa más frecuente de los diversos trastornos de origen satánico «la víctima es inocente de culpa alguna», ya que la mayoría de los casos tuvieron su origen en un maleficio, usualmente bajo un hechizo. En tal caso el pecado es de quien lo hizo y de quien lo ordenó hacer.

Es un sinsentido que alguien que dice que cree en Cristo realice prácticas mágicas, adivinatorias o satánicas; pero, según reporta el padre Francisco López Sedano, M.Sp.S., coordinador emérito de los exorcistas de la arquidiócesis de México, en el país el 80% de los que se dicen cristianos —ya sean católicos o protestantes— practican o hacen que les practiquen limpias, lectura de cartas o de la mano, consulta de los horóscopos y otros modos de adivinación, uso de amuletos y talismanes (como cadenas de ajos en los negocios, o ropa interior roja y borregos detrás de la puerta en año nuevo, etc.), e infinidad de supersticiones.


«El Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8)

EL PODER DEL DEMONIO ES NADA FRENTE A DIOS

Por Diana R. García B.

Por mucho que el poder de Satanás nos apantalle, es nada frente al poder absoluto de Dios. Las Sagradas Escrituras anuncian que «el Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8), es decir, sin la menor fatiga divina, sin el más pequeño esfuerzo; tan sutilmente como con una tranquila espiración.

¿TEMOR AL DIABLO?

Quien vive en amistad con Dios, es decir, en estado de gracia, no tiene por qué temer a los ángeles caídos; por el contrario, son éstos los que han de temer a los amigos de Dios.

A santa Teresa de Ávila alguna vez la asaltaban y asustaban los demonios; pero cuando comprendió lo que significaba ser hija del Altísimo, las cosas cambiaron. Escribe la santa:

«Si este Señor [Jesucristo] es tan potente, como sé y veo; si los demonios no son sino sus esclavos, como la fe no me permite dudar, ¿qué mal me pueden hacer si yo soy la sierva de este Rey y Señor? Más aún, por qué no sentirme tan fuerte que puedo afrontar al Infierno entero? Tomaba en mano una cruz y me parecía que Dios me infundía valor. En breve espacio de tiempo me sentí tan transformada que no hubiera tenido temor de descender, luchar con todos y gritarles: ‘Vengan, vengan ahora, que siendo yo la sierva del Señor, quiero ver qué pueden hacerme’.

«Y parece que de verdad me temían porque permanecí tranquila. A partir de entonces aquellas angustias no me atormentaron más, ni tuve miedo a los demonios, y tan es así que cuando se me aparecían no sólo no tenía miedo, sino que me parece que ellos lo tenían de mí».

BATALLA CONSTANTE

Sin embargo los demonios, aunque parcialmente derrotados, continuaron tratando de «trabajar» contra santa Teresa, del mismo modo que siempre están y estarán tratando de «trabajar» contra toda persona humana, pues, como advierte san Pablo, «nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).

Contra Dios no tienen nada que hacer, pero contra nosotros sí. Si frente al Señor son nada, frente a nosotros sus poderes son ciertamente superiores, y nuestras propias fuerzas y armas, inútiles. De ahí la urgente recomendación: «Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio» (Ef 6, 11). Pues sólo con los medios que Dios ha dado a su Iglesia se «podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno» (Ef 6, 16).

La vida de la gracia es y será siempre la mejor cura y prevención contra los poderes del infierno, se trate de la simple tentación o de algo peor. Quien ora diariamente, frecuenta los sacramentos y los sacramentales, y confía plenamente en la Misericordia del Señor, está bajo su protección y no tiene nada que temer: Dios jamás abandona a un hijo fiel.

«El demonio es un ser poco temible.... Si ahora mismo se me apareciera aquí, o en la soledad de mi habitación, Satán, el más poderoso de los demonios, yo sólo tendría que decir ‘Jesús’ lleno de fe; el demonio no puede resistir esa palabra. Mucha gente me ha dicho después de salir de una sesión de exorcismo que al principio tenía mucho miedo; pero después que se ve que el demonio está ahí retorciéndose y aullando, y que es él el que está siendo torturado por las oraciones, se pasa el miedo y uno se dice: ‘¿Éste es el demonio? Es verdad: es bien poca cosa’. Así que yo a todos les animaría a no tener ningún miedo».
P. José Antonio Fortea

«La centralidad de Cristo nos dice que sólo en su Nombre podemos ser salvados. Y sólo en su Nombre podemos vencer y librarnos del enemigo de la salvación: Satanás.
A la conclusión de los exorcismos, cuando se trata de casos muy serios, los de la posesión diabólica total, suelo recitar el himno cristológico de la Carta a los Filipenses (2, 6-11). Cuando llego a las palabras ‘para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la Tierra y en los abismos’, me arrodillo yo, se arrodillan los presentes y, siempre, el poseído también se ve obligado a arrodillarse. Es un momento impresionante y sugestivo».
P. Gabriel Amorth


María, la gran exorcista

En una ocasión la escritora conversa María Vallejo-Nágera entrevistó al presbítero Gabriel Amorth para un programa de televisión en España. Las revelaciones en cuanto a la Virgen María son maravillosas y sorprendentes:

«— Otra cosa incomprensible es cómo puede comulgar un poseído y que no se dé su liberación, siendo como es la Sagrada Forma, el Cuerpo vivo de Cristo. ¿Acaso no nos ha dicho la Iglesia que el demonio huye de Cristo como de la peste?

«—Es cierto. No se aleja el demonio cuando la persona comulga. Se queda ahí quieto, aunque supongo que tremendamente incómodo. A veces, durante un exorcismo, coloco sobre la cabeza del poseído una Forma consagrada y pregunto: ‘¿Sabes lo que tienes ahí?’. Y contesta: ‘Sí, está Él’, y ni se inmuta. Sin embargo, he descubierto algo curiosísimo: el demonio se descontrola en rabia desesperada cuando coloco algo que refleja la presencia de la Virgen, como un escapulario, o si rezo oraciones de la Virgen. ¡A María le tiene un odio impresionante! Entonces sí se revuelve, no lo puede soportar. ¡Huye como de la peste!

«— ¿Y eso por qué?

«—Porque se siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la rodilla ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las oraciones a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas a mi favor... También ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos santos. Yo suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede soportar. Suele salir despavorido por la misma razón: la humillación de la obediencia a la que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante un ser humano, no ante un ángel o ante Dios mismo: ante un ser humano que ha sido santo».

Por su parte, el presbítero Gabriel Nanni, de visita en la nación mexicana durante un encuentro internacional de exorcistas, ha dicho que «México tiene una generala, una capitana que les protege». Mencionó que le ha tocado presenciar casos en los que la Virgen de Guadalupe aparece e intercede; por ejemplo, el de una joven poseída a causa de un rito de santería: «Invoqué a la Virgen con el ‘Dios te salve’, y ocurrió algo diferente de otros exorcismos. Ella, la Virgen de Guadalupe, se puso como intercesora, como exorcista, y liberó a esa persona del demonio que llevaba dentro. Todos los presentes sentimos la lucha que ahí se estaba librando». Pero «no importa cuán fuerte sea la fuerza del mal, la Virgen de Guadalupe tiene un poder mucho más grande».


¿Exorcismo mayor? ¿Exorcismo menor?

¿Cómo saber si hay algo maligno?

Suelen confundirse los desórdenes psiquiátricos y las influencias demoniacas. Sólo cuando hay manifestaciones preternaturales se puede estar bien seguro del origen maligno, como cuando el padre Fortea le preguntó a la madre de una posesa: «¿Por qué cuando su hija comenzó con su problema no la llevó al psiquiatra?». Ella contestó: «Porque yo estaba un día rezando el Rosario, mi hija entró en trance y de pronto un pesado sillón comenzó a elevarse en el aire». En los casos confusos hay que intensificar las prácticas cristianas; si hay mejora, el problema pudo ser de origen maligno; si no, es mental.

ALGUNAS ACLARACIONES PRÁCTICAS

La palabra exorcismo viene del latín exorcísmus, que a su vez se deriva del griego exorkismòs, muy ligado al termino exorkízein, que significa «evitar», «hacer salir de».

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cfr. Mc 1,25 ss), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar» (n. 1673).

Para fines prácticos, se habla de «exorcismo mayor» cuando cumple la definición dada por el Catecismo. Debe ser realizado por los obispos, puesto que son los legítimos sucesores de los Apóstoles, y es a ellos a quienes Cristo dio el poder y la obligación de expulsar demonios. Si por alguna razón estuvieran realmente impedidos de hacerlo, tienen la obligación de delegar esta función a por lo menos un presbítero por diócesis.

El «exorcismo mayor» se hace mediante el uso del Ritual Romano —el del año 1614 o el de 1998, según lo decida el exorcista—, y requiere, si es que no lo realiza el obispo, su permiso expreso caso por caso.

En cambio, el «exorcismo menor» tiene lugar cuando el rito para expulsar al demonio se da a través de la oración privada, y en este sentido todo presbítero y también todo diácono, en cuanto que participan del sacerdocio ministerial de Cristo, pueden realizarlo. Aquí es posible emplear tanto oraciones deprecativas (súplicas a Dios para que libere a la víctima) o imperativas (órdenes al espíritu maligno para que se vaya), las cuales pueden ser espontáneas o escritas.

Hay una tercera modalidad de oración contra los espíritus malignos, la «oración de liberación». Este tipo de plegarias las puede realizar cualquier bautizado en virtud de que su eficacia radica en el sacerdocio común que recibió a través del Bautismo. Las oraciones son más bien de súplica a Dios para ser liberado uno mismo u otra persona de las influencias del Maligno. Pueden ser espontáneas y acompañarse con alabanzas al Señor y oración en lenguas, o también realizarse mediante oraciones escritas. El exorcista español José Antonio Fortea recomienda a cualquier persona que esté sufriendo en su cuerpo o su mente una influencia del demonio que va más allá de lo natural, decir cada día y varias veces esta oración:

«Señor, Dios todopoderoso, misericordioso y omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, expulsa de mí toda influencia de los espíritus malignos.

«Padre, en el nombre de Cristo te pido que rompas toda cadena que los demonios tengan sobre mí. Derrama sobre mí la preciosísima sangre de tu Hijo. Que su sangre inmaculada y redentora quebrante toda atadura sobre mi cuerpo y mi mente.

«Todo esto te lo pido por intercesión de la Santísima Virgen María.

«San Miguel arcángel, intercede, ven en mi ayuda.

«En el nombre de Jesús ordeno a todo demonio que pueda tener alguna influencia sobre mí, que salga para siempre.

«Por su flagelación, por su corona de espinas, por su cruz, por su sangre, por su resurrección, ordeno a todo espíritu maligno que salga.

«Por el Dios verdadero, por el Dios santo, por el Dios que todo lo puede, te ordeno, demonio inmundo, que salgas en el nombre de Jesús, mi Salvador y Señor».


¿Por qué le temes a Juan Pablo II?

El padre Gabriel Amorth ha señalado que el ahora beato Juan Pablo II se ha convertido, en los últimos años, en un poderoso intercesor en la lucha contra el demonio.

Durante los exorcismos, contó el sacerdote, «le he preguntado al demonio más de una vez: “¿Por qué te da tanto miedo Juan Pablo II?”. Y he tenido dos respuestas distintas, ambas interesantes. La primera: “Porque desarmó mis planes”. Y creo que con eso se refiere a la caída del comunismo. La otra respuesta que el demonio me dio fue: “Porque arrebató a muchos jóvenes de mis manos”. Hay muchos jóvenes que, gracias a Juan Pablo II, se convirtieron».

Fuente: ACI


Bastarían los medios comunes de la gracia

Si bien la razón de la designación de los exorcistas en las diócesis es la de que realicen los llamados exorcismos mayores, los cuales sólo se autorizan en casos comprobados de posesión, éstos son muy raros; pero, al mismo tiempo, resulta que los sacerdotes exorcistas están sobrecargados de trabajo.

El padre Gabriel Amorth, el exorcista más famoso del mundo, ha realizado más de 75 mil «intervenciones» en su ministerio de liberación —él las llama hermosamente «bendiciones», y en realidad eso son—, pero calcula que cuando mucho un 10% correspondieron a casos de verdadera posesión.

Entonces, ¿por qué están tan ocupados? Responde: «Los exorcistas nos ocupamos de todos los casos en los que se reconoce influencia maléfica»; es decir, también ayudan a la gente en casos de vejaciones, opresiones y obsesiones diabólicas. Y como son, por desgracia, fenómenos en exponencial aumento, ellos tienen trabajo excesivo.

Sin embargo, como revela el propio presbítero italiano, para los casos en que no hay posesión «deberían bastar los medios comunes de la gracia: oración, sacramentos, limosna, el perdón de las ofensas, el recurso constante al Señor, a la Virgen, a los santos y a los ángeles». Por eso es aconsejable que los fieles, a la primera sospecha de que algo «extraño» sucede, se acerque con mucha mayor frecuencia y fervor a toda la gama de dones que Cristo ha entregado a su Iglesia. Las influencias demoniacas realmente pueden ser combatidas por estos sencillos medios, y en el caso de que todo fuera una «falsa alarma», de cualquier forma estos mismos medios son un verdadero blindaje contra posibles ataques del Enemigo.

El exorcismo mismo es un sacramental, pero muchos otros sacramentales tienen ya de por sí un gran poder sobre Satanás. «Muchas veces he podido constatar —cuenta el padre Gabriel— la eficacia de las medallas que la gente se pone con fe». Igualmente dice: «Quiero agregar la importancia protectora de las imágenes sagradas: en la puerta de una casa, en las recámaras, el comedor o en el lugar más usual donde se reúne la familia». También «podría tocarse con la mano la potencia del Rosario».

El exorcista revela que algunos demonios no soportan el agua bendita; otros, el incienso bendito; unos más, el canto gregoriano y la música sacra tocada con órgano. También es notable que se incomodan si se les sopla.

D.R.G.B.