En la historia contemporánea ha habido dos movimientos totalitaristas que han tratado de imponerse por la fuerza y conquistar el mundo. Uno fue el nacional socialismo y el otro el comunismo. Como en política los extremos se juntan, ambos además de las coincidencias habituales que existe entre los ultras, contaron con un elemento común diferente a otros: La negación de Dios.
Los nazis se ensañaron contra los judíos, creando el antisemitismo, que se diferencia levemente de la judeofobia, en el hecho de que los antisemitas no toleran la herencia consanguínea de los judíos, de ahí que Hitler ordenó asesinar a todos los que tuvieran algún ascendiente judío hasta la quinta generación, sin importar si las víctimas eran o no judías desde el punto de vista religioso. El judío era el "extranjero", por más de haber vivido desde el siglo IV en Alemania y haber contribuido por 1600 años a su desarrollo económico, científico, artístico, cultural y político como ningún otro pueblo en su historia siendo apenas el uno por ciento de su población. No importaba si la víctima de turno era un cura católico o un pastor protestante, bastaba con que su abuelo o bisabuelo haya sido judío para ser exterminado. El afán de destrucción de los judíos por parte de los tiranos de turno, es parte del sometimiento a todos los pueblos, porque el judío no se rinde.
960 judíos resistieron durante dos años a 15,000 soldados romanos en la ciudad fortaleza de Masada en el año 77 de la era común y prefirieron suicidarse, antes que doblegarse al invasor imperial. Esa muestra de carácter es parte intrínseca del pueblo judío. El judío no se arrodilla, ni se doblega, ante nadie más que Dios. Con un pueblo así es difícil ser tirano.
La judeofobia es diferente solo en nombre. Los judeofobos odian a los judíos porque pese a todo, se levantan de las cenizas y vuelven a triunfar, y no hay mayor éxito que su resurgimiento político en el Estado de Israel. Sin embargo, la propaganda antisionista fabricada por el Islam y la ultra izquierda internacional, intenta mostrar a los judíos como intrusos en su propio territorio milenario. Negarle el derecho a los judíos de preservar su hogar histórico es negarle también al cristianismo el derecho a conservar sus lugares sagrados en Tierra Santa. Todo aquel que niega al judaísmo, niega automáticamente al cristianismo, en forma histórica, teológica, filosófica y espiritual.
La cristianofobia, por otro lado, es un invento islámico que se remonta a la época de las cruzadas y resurgió en 1975 con ataques de la Jihad islámico-palestina a la población cristiana del sur del Líbano. Ahora los cristianos, también se ven amenazados en el mundo entero, empezando en África, donde los islamistas ya son mayoría y han asesinado en Sudán a más de un millón de cristianos y animistas, sin que el mundo haga nada por impedirlo.
El Islam fundamentalista es la tercera corriente totalitaria de la era moderna que intenta acabar con el Dios judeocristiano, pero esta vez es para imponer a Alá. Los musulmanes están en este empeño desde hace 1.300 años cuando perdieron su última batalla ante los europeos. Su mentalidad no ha evolucionado, ni ha cambiado un ápice desde ese momento. Y no olvidemos, que los cruzados salieron a guerrear, justamente para defender los territorios cristianos del invasor islamista que desde esos tiempos ya quiso apoderarse de Europa para convertirla a sus creencias y modos de vida.
El odio del musulmán al cristiano es más fuerte que el odio al judío, porque el Corán establece que al ser los musulmanes, descendientes de Abraham, todo lugar sagrado judío es también lugar sagrado musulmán. El Vaticano es y ha sido blanco del terrorismo islámico desde antaño y hoy más que nunca sus intentos frustrados por volar en pedazos la Basílica de San Pedro son frenados gracias a la decidida acción de Berlusconi y la inteligencia antiterrorista internacional. Solo para refrescar, hay que recordar que el atentado criminal contra el Papa Juan Pablo II, que lo obligó a movilizarse en un coche blindado desde entonces, fue efectuado por un musulmán.
El odio al cristiano y a todos los que no son súbditos de Alá, es parte de la educación en las escuelas de todo el mundo árabe, siendo sus mentores los sauditas. Los libros de texto colegiales enseñan la "superioridad" de los musulmanes sobre las demás religiones del mundo: "La religión del Islam es la religión verdadera, cualquier otra religión es falsa" (Comentario del Corán para niños de 9º grado en Arabia Saudita). "Judíos y Cristianos, son enemigos y no deben ser confiados como amigos" (Libro de Geografía 6º grado) "El infierno es el hogar del infiel" (Reglas de la Lengua Árabe, 7º Grado). "No hay duda de que el poder de los musulmanes, irrita a los infieles y esparce envidia entre los enemigos del Islam – Cristianos, Judíos y otros-, entonces, complotan para eliminar a los musulmanes". (Geografía del Mundo Musulmán. 8º Grado).
Las expresiones de esta índole están en todos los libros escolares, más allá del tema específico de estudio. Se transmite por las radios, televisión, periódicos, revistas y demás medios de información, así como en los colegios, universidades, mezquitas y hogares, promovidos desde sus mismos gobiernos, que son manejados por poderosísimos tiranos, reyes y jeques, que manejan a su antojo, multimillonarias sumas de dinero provenientes del petróleo y no del genio creativo humano. Esta forma de educación fundamentalista, intolerante y criminal que comienza desde la más tierna infancia, crea fanáticos religiosos dispuestos a cualquier cosa en el nombre de Alá.
La Jihad es la alianza entre los peores tiranos del planeta para acabar con la civilización occidental. Su mentalidad es la misma desde la edad media, pero sus armas no. Eso es, lo que los vuelve peligrosos. No hay cerebro ni corazón, pero hay dinero. La imagen serena y confiada de Osama Bin Laden que aparece cada cuanto con túnica y callado, imitando al profeta Mahoma, es nada más que un buen instrumento propagandístico de inspiración para las masas fanáticas. Los grandes enemigos están en el gobierno de Arabia Saudita, Libia, Sudán, Siria, Irán y el resto del Medio Oriente. Pretenden dar imagen de moderación, cuando en realidad son los incitadores de la Guerra Santa y los que nutren con armas y dinero a los asesinos suicidas.
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