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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

lunes, 9 de junio de 2008

Las Cruzadas

Siempre fue llamada "plaza de las Cruzadas". Hace poco más de un año es "plaza Paulo VI". El cambio de nombre del emplazamiento milanés, junto a la insigne basílica de San Simpliciano, no es ajeno a la Facultad Teológica de la Italia Septentrional que se abre hacia ella. Dicen que hubo presiones clericales para que se cambiase el nombre de aquel espacio. Sentían que era embarazoso, mucho más para ciertos medios católicos que para las autoridades laicas.

Este acontecimiento milanés no es si no una confirmación, entre tantas, de un hecho desconcertante: después de dos siglos de propaganda incesante, la "leyenda negra" construida por los iluministas como arma de la guerra psicológica contra la Iglesia Romana, terminó por instalar un "problema de conciencia" en la ‘intelligentzia’ católica, aparte de hacerlo en imaginario popular.

Fue, en realidad, en el siglo dieciocho europeo que, completando la obra de la reforma, se afirmó el rosario, convertido en canónico, de las "infamias romanas".

En lo que dice respecto a las cruzadas, la propaganda anticatólica llegó hasta invadir el nombre, como el término "Edad Media", excogitado por la historiografía "iluminista". Los que hace novecientos años tomaron por asalto Jerusalén considerarían estúpidos a lo que les hubiesen dicho que daban cumplimento a aquello que seria llamado como "primera Cruzada". Para ellos, era iter, peregrinatio, succursus, passagium.

Los "panfletarios", en suma, inventan un nombre y construyen al rededor una "leyenda negra": Y no es sólo eso: será esa misma propaganda europea la que "revelará" al mundo musulmán el haber sido "agredido".

En Occidente, la obscura invención "cruzada" terminó por impregnar con sentimiento de culpa a ciertos hombres de la misma Iglesia, ignorantes de como ocurrieron las cosas.

¿Quien fue agredido y quien es el agresor? Cuando en 638 el califa Omar conquista Jerusalén, ésta era, desde hacía más de tres siglos, cristiana. Poco después, secuaces del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias, primero de Egipto y, después, de todo el norte de África, llevando la extinción del cristianismo en lugares que habían tenido obispos como San Agustín. Después le tocó su turno a España, a Sicilia, a Grecia, a aquella que será llamada ‘Turquía’, donde las comunidades fundadas por el mismo San Pablo se convirtieron en montes de ruinas. En 1453, después de siete siglos de asalto, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El tornado islámico alcanza los Balcanes, y, como por milagro, es detenido y obligado a retirarse de las puertas de Viena.

Entretanto, hasta el siglo XIX, todo el Mediterráneo y todas las costas de los países cristianos que le miran, son "reservas" de carne humana: navíos y países serán asaltados por incursiones islámicas, que retornan a las guaridas magrebíes llenos de botines, de mujeres y de jóvenes para los placeres sexuales de los ricos y de los esclavos obligados a morir de agotamiento o para ser rescatados a precios altísimos por los Mercedarios y Trinitarios. Exécrese, con justicia, la masacre de Jerusalén en 1099, pero no se olviden de Muhamad II, en 1480, en Otranto, simple ejemplo de un cortejo sanguinario de sufrimientos. Aún hoy: ¿qué países musulmanes reconocen a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto? ¿Quien se indigna con el genocidio de los armenios, antes y de los sudaneses cristianos, hoy?

El mundo, según los devotos del Corán, ¿no está aún hoy dividido en "territorio del Islam" y "territorios de guerra: todos los lugares, aún no musulmanes, pero que deben convertirse en tales, de buenas o malas maneras? ¿No es esta la ideología sobreentendida por muchos en la inmigración masiva rumbo a Europa?

Una simple revisión de la historia, incluso en sus líneas generales, confirma una verdad evidente: una Cristiandad en continua posición de defensa en relación a una agresión musulmana, desde el comienzo hasta hoy (en África, por ejemplo, está en curso una ofensiva sanguinaria para islamizar las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de misioneros habían llevado al bautismo).

Admitido que alguien, en la historia, debiese pedir disculpas a otro, ¿deberían ser los católicos los que deberían pedir perdón por un acto de autodefensa, por la tentativa de haber por lo menos abierto el camino de la peregrinación a los lugares de Jesús, como fue el ciclo de las cruzadas?

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