DENVER, (ACI).- El difundido uso de anticonceptivos femeninos ha presentado en Colorado un efecto propio de un libro de ciencia ficción: Los peces machos del río Boulder Creek están en extinción y ha surgido en cambio una extraña especie híbrida de macho y hembra. La organización Population Research Institute (PRI) denunció que este desequilibrio ambiental no encuentra eco en los grupos ecologistas, cuyo silencio confirmaría un antiguo pacto entre el ecologismo radical y el movimiento anti-vida.
Colin Mason, director para Producción de Publicaciones del PRI, relató los hechos en un revelador artículo. Para Mason se trata de la “historia del año sobre el asunto medioambiental” y “parece ser algo mucho más grande de lo que la mayoría de los medioambientalistas pueden manejar”.
Los hechos
En el año 2005 los biólogos John Woodling y David Norris realizaron un estudio de los peces de río en la ciudad de Boulder Creek, Colorado. El diario Denver Post reportó sus hallazgos.
Se capturaron 123 muestras de peces, principalmente truchas, y se observó que la proporción normal de machos respecto a hembras había sido seriamente alterada. Aunque la proporción normal era de 1:1, se encontró que 101 eran hembras, 12 eran machos y 10 correspondían a una extraña y anormal especie híbrida de macho y hembra, “tan extraña que los investigadores no pudieron decidir qué sexo asignarles”.
Woodling y Norris atribuyeron la anormal feminización de los peces al estrógeno (hormona femenina) hallada en las muestras de agua de Boulder Creek. Aunque se trataba de una concentración apenas medible, para los investigadores era suficiente como para atribuirle el impacto catastrófico sobre la población de peces.
Estudios complementarios permitieron a los biólogos concluir que la hormona provenía de los desechos humanos que terminan en el río, principalmente píldoras anticonceptivas, Norplant, Depo-Provera y parches anticonceptivos con estrógeno, que causan una segregación masiva de la hormona femenina –más de cuatrocientas veces los niveles naturales– en el torrente sanguíneo de la mujer suprimiendo su ciclo reproductivo natural.
“A ello habría que añadir que estas hormonas no son degradables. Son excretadas fácilmente en la orina de las mujeres, la cual luego va a parar primero en la alcantarilla y después a la planta de tratamiento de agua. Tales plantas no están equipadas para tratar con hormonas, así que el agua ‘purificada’ liberada en los ríos circundantes y riachuelos va mezclada con estrógeno”, indicó Mason.
Woodling declaró al Denver Post en el año 2005 que “ésta es la primera vez que, como científico, algo me asusta verdaderamente. Una cosa es matar un río, y otra distinta es matar parte de la naturaleza. Si usted, estimado lector, está implicado con la destrucción el equilibrio hormonal de su comunidad acuática, usted está llevando las cosas aún más allá. Está jugando con las propias leyes de la naturaleza”.
Sin embargo, Mason advierte que “ante la posibilidad de escoger entre proteger el medioambiente y continuar impulsando el control poblacional en el mundo, parece ser que muchos ecologistas radicales escogerían lo último”.
El silencio
“Uno podría imaginarse que los ecologistas, atentos a combatir cualquier amenaza a la naturaleza, estarían prestos a levantarse en armas. Pero todavía ninguno ha exigido prohibir estas hormonas tan contaminantes, o por lo menos demandado instalar resguardos para proteger el abastecimiento de agua. En lugar de eso, aparentemente el movimiento ecologista ha sufrido una generalizada y súbita parálisis laríngea”, denuncia Mason.
El funcionario del PRI sostiene que “los pocos que han levantado la voz han responsabilizado a las ‘imitaciones de estrógeno’”, es decir a “los químicos en algunos jabones y detergentes pueden engañar al cuerpo y producirle una reacción como si estos químicos fueran estrógenos”.
Aunque Woodling y Norris reconocen que estas imitaciones de estrógeno pueden ser parcialmente responsables de la mutación, “también se mantienen firmes en que la causa principal de dicha anormalidad es el prolífico uso de métodos anticonceptivos hormonales en el área de Denver y Boulder. Otros estudios, realizados en lugares tan lejanos con Suiza, han confirmado que el problema se ha expandido y puede ser que crezca y empeore”, agrega Mason.
El experto sostiene que “en el PRI no estamos sorprendidos por el silencio del grupo ecologista. La mayoría de ecologistas radicales son pro-aborto y propugnan el control poblacional. Por lo tanto, lo último que ellos podrían criticar son las drogas anticonceptivas que les ayudan a lograr sus dos cometidos”.
“El inconveniente de estas drogas nunca fue más evidente. Lo que nos ha dado como resultado este Laissez-faire (Dejad hacer), en lo relacionado al uso de anticonceptivos es el incremento de la promiscuidad, altos índices de abortos y dramáticos riesgos en la salud. Ahora se hace más claro que los anticonceptivos no solo dañan a quien los consume sino que además van envenenando lentamente el medioambiente alrededor nuestro”, concluye Mason.
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