Entre las posibles causas de posesión diabólica se encuentran la asunción de actitudes supersticiosas, practicar el ocultismo e involucrarse en la corriente neopagana del New Age, así como recurrir a la difundida práctica de la lectura de las cartas y el tarot.
Sin duda las supersticiones y el New Age, se han convertido en un modo “ligth” y “aparentemente inofensivo” de aproximarse a lo oculto. Estos modos conducen de lo menos comprometido a lo más denso, de lo visiblemente lúdico y curioso a lo misterioso, peligroso y oscuro.
Prácticas como la cartomancia, el esoterismo, el tarot, los talismanes y el maleficio, son algunos de los puntos conductores por dónde se podría producir una posesión demoníaca.
La acción extraordinaria del demonio tiene tres posibles causas, la primera tiene que ver con la propia culpa, cuando se asumen actitudes supersticiosas, además de ejercer prácticas de ocultismo, pertenecer a sectas satánicas o esotéricas, involucrarse en la corriente del New Age o creer en el poder de los talismanes, de las pirámides de energía, la cartomancia o el tarot. La segunda puede ser causa de un maleficio elaborado o mandado a realizar por una tercera persona, mientras que la tercera puede ser un llamado especial de Dios para que la persona ofrezca su sufrimiento en las garras del demonio por la salvación de otras almas.
Como muchos de los signos de la posesión, pueden confundirse con enfermedades mentales, siendo necesario una evaluación de cada caso con la mayor prudencia posible.
Pero, ¿cuáles son los signos o síntomas comunes de un verdadero cuadro de posesión?: Entre los signos de una real posesión diabólica se encuentran el hablar, comprender, escribir y leer idiomas desconocidos por la persona; conocer circunstancias que le son imposibles de saber al poseso, como pecados del exorcista u otra persona; tener una fuerza desmedida pero sobre todo la aversión por lo sagrado: a Dios, a la Iglesia, etc.
La superstición ofende a Jesucristo porque significa que no se confía suficientemente en Él. El espiritismo y la fe católica son irreconciliables.
Las prácticas de espiritismo son una vía equivocada de buscar la verdad. Esperan recibir informaciones auténticas sobre Dios, el hombre, el más allá, el pasado, el presente y el futuro de lo que creen que son almas de difuntos. En realidad, generalmente no son más que trucos que en algunas ocasiones hacen entrar en contacto con el propio inconsciente.
En otros casos, sin embargo, sí se entra en contacto con espíritus demoníacos que fingen ser almas de difuntos. Porque los fenómenos y las manifestaciones de espiritismo no son siempre trucos, ficción, sugestión, mecanismo psicológico, manifestación del inconsciente o creación de la psique con la que algunos querrían explicar algo fuera de la normal, incluido aquello demoníaco o sobrenatural.
Los casos de infestación y de posesión diabólica, en los cuales los sacerdotes exorcistas han tenido que intervenir después de una sesión de espiritismo demuestran claramente cómo esta práctica es una vía privilegiada para una acción destructiva del demonio sobre personas.
El espiritismo es la evocación de los difuntos, es decir, una práctica con la que, a través de técnicas y medios humanos, con o sin un médium, se intenta llamar a un difunto para hacerle preguntas.
No es espiritismo cuando rezamos a Dios por nuestros difuntos sin recurrir a una práctica oscura pues pedimos a los difuntos así como a los santos que oren a Dios con nosotros y por nosotros. Esta es la invocación de los difuntos, pero no la evocación, de los mismos que hace el espiritismo.
Los difuntos sólo se nos pueden manifestar por iniciativa libre de Dios, directamente y nunca mediante técnicas o medios como las sesiones de espiritismo. Con fines serios Dios puede permitir a una persona difunta que se nos presente, por ejemplo para darnos un consejo o aunque sea para darnos una presencia de consuelo, para pedir sufragios o para agradecer sufragios recibidos.
Si por el contrario, somos nosotros quienes queremos provocar un encuentro con los difuntos mediante «evocación» con las técnicas espiritistas, ya desde el Antiguo Testamento Dios ha hablado claro al respecto y nos ha dicho que quien haga estas cosas lo abomina. Basta leer Deuteronomio 18, 10-12 o Levítico 19, 31.
Los daños espirituales son muchos, desde molestias físicas como dolores fuertes de barriga, en la frente, huesos, vómitos, ataques epilépticos, hormigueo en las piernas, sensación de angustia creciente, depresiones, continuos tics nerviosos, la imposibilidad de ingerir comida, dormir o trabajar y hasta miedo a lugares oscuros o experimentar bofetadas invisibles o mordeduras que no se ven, así como golpes en el cuerpo.
Entre los daños psicológicos, figuran fenómenos de contexto social y cotidiano, estados de dependencia, pérdida de la racionalidad y de la libertad, disociación de la personalidad con fuertes alucinaciones.
En relación a los daños sobre los lugares puede, sin causa aparente, sonar timbres de puertas o instrumentos musicales, se sienten golpes en el tejado, en las paredes o en el suelo, así como gritos y voces en el aire, ruido de pasos, visiones de sombras o presencias monstruosas.
La superstición es un pecado contra el primer mandamiento. Fe cristiana y superstición están en abierta contradicción, sin embargo, no pocos cristianos tienen miedo del gato negro que cruza la calle, del aceite que se derrama, del número 13 o del 7, y llevan encima amuletos, etc. También hay muchos cristianos que en la puerta de la casa tienen una herradura de caballo o una rama de sábila. Es también grave, sobre todo si se es cristiano, creer en horóscopos, consultar a los magos, dejarse leer la mano o practicar el espiritismo.
La superstición ofende a Cristo porque revela una falta de abandono y de confianza en Él. Es necesario anunciar que el cristiano se fía sin limites de Cristo, que libera y salva al hombre de las fuerzas del mal que lo amenazan. Por el contrario, la superstición no sólo no lo libera ni lo protege de las fuerzas del mal sino que es una vía que le esclaviza para siempre.
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