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jueves, 22 de octubre de 2009

El Feticidio

Hay que llamar a las cosas por su nombre. Al "asesoramiento" ilegal, coima. A Salitre 2009, fracaso de Torre Tagle. A las cuentas abultadas de Nadine, cau-cau bolivariano. Si matar a los padres es un parricidio, y liquidar a un pueblo, genocidio, ¿por qué no llamar feticidio al asesinato doloso de un embrión humano?

Eso es el aborto, un auténtico feticidio. El homicidio premeditado del feto. La eliminación a sangre fría de un viviente humano. Aunque muchos se enreden en divagaciones patafísicas, un embrión está vivo. Los fetos viven, ¡viven! Crecen, se desarrollan, como cualquiera de nosotros. Y ninguna ley podrá opacar con sortilegios jurídicos el hecho aplastante de la existencia humana. La ciencia terminará por imponerse.

¿Dónde están los tartufos progresistas que se rasgan las vestiduras cuando se toca una coma de la Constitución? El feticidio, entérense, es inconstitucional. "El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece". Artículo 2. A esos tinterillos que se desgañitan creando sofismas para-legales, basta con recordarles la pirámide de Kelsen. En un Estado de Derecho (Rechtsstaat) prima, ante cualquier otra norma, la Constitución. Y en el Perú la tenemos.

Entre los defensores del feticidio no falta el velasquista amargado que cree que la pobreza se acabará cuando matemos en el vientre a los pobres, so pretexto de vanguardia proletaria y defensa de la mujer. Ni el atolondrado columnista que confunde libertad con libertinaje. También asoma, por supuesto, el rabioso anticlerical que se alucina González Prada, cuando no ha heredado de Don Manuel ni la pluma, ni el cerebro, ni el amor por el Perú. Por último brilla el compasivo, el que cree que lo mejor para todos es dejar que la mujer decida si debe o no convertirse en feticida.

No hay compasión en el feticidio. No hay progreso, ni civilización. Mucho menos libertad. El triunfo del más fuerte sobre el débil siempre es signo de miseria moral y atraso solidario. Un embrión es una persona. Hay que defender su vida porque es menester defender la libertad. El derecho siempre ha sabido qué lado escoger cuando irrumpen estas disyuntivas: in dubio pro infirmo. En la duda, por la libertad del débil. Y el débil es el que no puede hablar por sí mismo. El débil es el embrión. La esperanza no yace en la ley. La esperanza está en el derecho.

Así como la humanidad superó la esclavitud y los campos de concentración, algún día miraremos atrás y contemplaremos horrorizados el holocausto silencioso de millones de fetos, enterrados por nuestra displicente cobardía. Sobre este camposanto, nada bueno se puede construir. Mucho menos un país.

Escrito por el columnista de CORREO - Perú
Martín Santivánez Vivanco

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo FETICIDA, al asesinar masiva y dolosamente, merece su juicio equivalente al de Nüremberg por el Holocausto. No es posible que haya textos constitucionales, que, defendiendo a la vida como valor indiscutible, permitan al legislador favorecer la matanza mediante el aborto indiscriminado, libre, gratuito y con ánimo de luc ro.