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lunes, 6 de diciembre de 2010

Acerca de ser "divisivo" o ser "sembrador de división"

Autor Deal Hudson; Fuente InsideCatholic.com; Traducido por Teófilo de Jesús
Cada grupo tiene sus palabras claves. Estas palabras sirven a una importante función social: estas permiten a los miembros de un grupo a emitir un juicio duro contra otros sin tener que rendir cuentas.
En el mundo católico, cuando a alguna persona se le llama "divisiva" lo que significa es que la tal persona es demasiado conservadora como para ser confiable. Aquellos que son "divisivos" amenazan "la unidad de la Iglesia" al cuestionar la lealtad de sus líderes a las enseñanzas de la Iglesia.
¿Qué extraño, verdad?
No todos entienden estas palabras claves, pero es porque se supone que no todos las puedan entender. Las palabras claves sirven para proteger a todos aquellos que no quieran ser molestados por preguntas inquietantes.
Las palabras claves protegieron a los líderes de la Iglesia de tener que contestar preguntas acerca de la influencia de homosexuales activos en el sacerdocio.
En el pasado, cuando publicaciones católicas como la revista Crisis cuestionaron esto, se las etiquetaron como "divisivas".
Si la unidad de la Iglesia debe de ser protegida de la enseñanza de la Iglesia, entonces, ¿qué tipo de unidad tenemos?
Es el tipo de unidad que impide a los sacerdotes a recordarles a su grey la posición de la Iglesia respecto al control artificial de la natalidad o respecto a la homosexualidad, el tipo de unidad que permite a una universidad referirse a sí misma como católica mientras deforma consistentemente la enseñanza de la Iglesia.
Este arreglo quizás es más apropiado para la formación de coaliciones políticas de base amplia. Los partidos políticos forman coaliciones para ganar el voto mayoritario porque si los partidos excluyesen a todos los que no estuviesen de acuerdo con cada punto de sus plataformas, perderían.
Pero, ¿es esta la unidad que la Iglesia debería perseguir, una unidad preocupada con los números? Esa es la falsa unidad deseada por esos líderes que no quieren que la influencia "divisiva" de la enseñanza sana de la Iglesia avergüence a los católicos de cafetería.
Algunos dirán, correctamente, que la unidad de la Iglesia es, primero que todo, una unidad en Cristo, quien es una persona, no un principio. Ellos argumentarán que la fe es un viaje personal en vez de la aceptación intelectual de un credo o enseñanzas morales.
Como consecuencia, el "cuidado pastoral" requiere que a los católicos no se les haga sentir menos católicos por su rechazo de esta enseñanza o aquella.
Algunos, de hecho, podrían usar la noción de "cuidado pastoral" como una excusa para ignorar el contenido de la fe, sin embargo, la dimensión moral de la vida espiritual no puede ser descartada.
La cuestión de que si tenemos que llamar a todos los católicos a reconocer plenamente la enseñanza católica, permanece.
Este tipo de evangelismo, un evangelismo dirigido a quienes ya pertenecen a la Iglesia, corre el riesgo de crear ese mismo divisionismo que la mayoría de los líderes aborrecen. La disensión es algo que se encuentra tan a menudo y que se le reta tan raramente que ya se le ha normalizado.
Cuestionarla ya se ve como imprudente, o sea, "divisivo". Al menos aquellos que disienten con una coalición política son más honestos al hacerlo y el liderato político raramente teme invocar la plataforma política para mantener a los coaligados a la raya.
El asunto de la homosexualidad activa en el sacerdocio persiste como objeto de gran preocupación para nuestros obispos. Si nuestros obispos están listos para meditar seriamente acerca de la intersección de la orientación homosexual como "un desorden objetivo", de los actos homosexuales como moralmente malos, y la vocación del sacerdocio célibe, queda por verse.
Dado el obvio estado de nuestro sacerdocio, quien se atreva empujar estas preguntas probablemente quede marginalizado como alguien que siembra división.
Tomando una frase prestada de Santo Tomás de Aquino, ahora es el momento de distinguir para unir.
No habrá unidad en la Iglesia mientras que al pueblo se le engañe y se ignore la enseñanza de la Iglesia.
Esta columna fue publicada originalmente en el número la revista Crisis de septiembre del 2002. La traducción y publicación de este artículo en esta bitácora fueron aprobadas por el Sr. Deal Hudson.
Comentario de Teófilo de Jesus:
Lo mismo aplica con quienes pretenden hacer cambios en la liturgia sin autorización, cambiando lo que es lícito con lo que no lo es. Si uno les llama la atención, a uno se le acusa de sembrar división, mientras que la cuestión central, que si uno entonces debe acatar las normas litúrgicas de la Iglesia se ignora.
Se pretende autorizar las innovaciones desde una ficticia autorización del Concilio Vaticano II o apelando al imperativo del "cuidado pastoral" para legitimar los excesos.
El análisis del Sr. Hudson no es solamente correcto, mas también es aplicable en un sinnúmero de situaciones en donde la disensión y las desobediéncias son normativas y quien las cuestione es objeto de insulto, ridículo y marginación.

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