La enseñanza social católica nos da una visión del mundo como podría y
debería ser: el mundo creado como Dios lo quiso.
Arzobispo José H.
Gómez de Los Ángeles
El Evangelio de Jesucristo es la doctrina más radical en la
historia de las ideas. Si el mundo creyera lo que Jesús proclamó — que Dios es
nuestro Padre y que todos somos hermanos y hermanas creados a su imagen con una
dignidad divina y un destino trascendente — todas las sociedades podrían
transformarse de inmediato.
Lo que siempre se cruza en el camino del hermoso plan de
Dios para la creación, claro está, es el pecado humano y la debilidad. Toda
estructura de injusticia social comienza en los corazones de los individuos.
Las sociedades no pecan, las personas sí. Entonces, para los católicos, la
reforma social significa algo más que generar conciencia, ampliar oportunidades
y elaborar nuevos programas. Esas cosas efectivamente son necesarias, pero la
verdadera justicia y la paz duradera requieren de la conversión de los
corazones y la renovación de las mentes.
La visión católica es espiritual y no política. Antes que
nada los católicos pertenecen a la “ciudad de Dios”, y tenemos además el deber
de construir la “ciudad del hombre”, corregir las injusticias y buscar un mundo
que refleje los deseos de Dios para sus hijos: lo que Jesús llamó el Reino de
Dios y los apóstoles llamaron el cielo nuevo y la tierra nueva.
La Iglesia articula principios universales que tienen su
raíz en las leyes de la naturaleza y que reflejan la sabiduría que la Iglesia
universal ha ganado en más de 2,000 años de servicio a la gente en muchas
naciones, realidades culturales, sistemas de gobierno y regímenes económicos.
El motivo y la medida en todo lo que hacemos es nuestra
preocupación por promover el florecimiento de la persona humana. En este
contexto, nuestros principios nos hacen trabajar por la justicia y el bien
común, proteger a los vulnerables y a los débiles, promover la libertad y la
dignidad humanas, y preferir soluciones que sean personales, locales y de
pequeña escala.
En los Estados Unidos del siglo 21, la Iglesia se enfrenta a
una sociedad altamente secularizada y étnicamente diversificada, que ha sido
modelada por las fuerzas económicas de la globalización, una mentalidad
tecnócrata y un estilo de vida consumista. Nuestra sociedad está centrada en el
propio individuo, con una frecuente preocupación exagerada por los derechos
ilimitados del individuo y sus libertades para la autodefinición y la propia
invención. La felicidad y el significado en la vida estadounidense están
definidos cada vez más por las preocupaciones individualistas, el placer
material y el confort. Y vemos muchos signos de que, como personas, nos estamos
alejando cada vez más de nuestras comunidades y de nuestros deberes de la vida
en común. Con cada vez con más frecuencia vemos que somos menos capaces de
tener empatía por aquellos que no conocemos.
El Papa Francisco habla de la “globalización de la
indiferencia” ante el sufrimiento y la crueldad en el mundo. Y tiene razón.
En Estados Unidos y el extranjero, la gente de nuestra
sociedad globalizada parece tolerar una creciente lista de injusticias y
atentados contra la dignidad. Por nombrar solo algunos: el aborto cada vez más
difundido, la eutanasia “silenciosa” de los ancianos y los enfermos, políticas
de control natal que apuntan a los pobres y a los que “no encajan”, la
discriminación racial, la creciente brecha entre pobres y ricos, la
contaminación del medio ambiente, especialmente en comunidades pobres y
minoritarias; la pornografía y la drogadicción; la pena de muerte y las
escandalosas condiciones de nuestras prisiones; la erosión de la libertad
religiosa; el sistema de inmigración quebrado que rompe familias y que origina
una subclase que vive permanentemente en las sombras de nuestra prosperidad.
La enseñanza social de la Iglesia “habla” a todos sobre
estos temas. Si bien el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, un
recurso fundamental, tiene casi 500 páginas, es cierto que nos podemos sentir
tentados a segmentar nuestra compasión y trazar líneas de división sobre a
quién y a qué debemos cuidar, en medio de un contexto de tantas injusticias
cotidianas que claman al cielo.
Por décadas hemos aceptado una “línea equivocada” respecto
al testimonio social de la Iglesia: una línea que divide a los que se llaman
católicos “pro-vida” con los que se consideran católicos “de paz y justicia”.
Esta es una falsa división que además escandaliza a Cristo y a los que dan
testimonio fiel de la Iglesia en la sociedad.
Dios no ve el mundo a través de las limitaciones de nuestras
categorías políticas de “izquierda” o de “derecha”, de “liberales” o
“conservadores”. Él es nuestro Padre y nos ve solo como sus hijos.
Cuando uno
de los hijos de Dios sufre una injusticia Él nos alienta al amor y la compasión
y a “hacer las cosas bien”. Nuestra preocupación por la dignidad humana y la
vida nunca puede ser parcial o a medias. ¿Cómo podemos justificar que
defendamos la dignidad de algunos y no de otros o que queramos proteger la
creación de Dios mientras le negamos estas cuestiones básicas a algunas de sus
criaturas más vulnerables?
En algunos círculos de la Iglesia vemos hoy un regreso a la
visión de una “túnica indivisa” o de una “vida éticamente consistente”. Los que
la promueven tienen intenciones nobles: quieren que la sabiduría moral de la
Iglesia y la pasión por la justicia aporten en un rango más amplio de temas
urgentes. Reconocen que el testimonio social de la Iglesia debe estar fundado
en nuestra responsabilidad común para defender el don de la vida humana en
todas sus etapas y de cualquier condición.
Sin embargo, esta línea de pensamiento puede llevar en la
práctica a una especie de relativismo moral que genera serios problemas
sociales más o menos equivalentes. Establecer prioridades y marcos para la toma
decisiones se convierte en un ejercicio arbitrario, a veces partidista, en el
ejercicio del cálculo político.
Un amplio deseo para promover el desarrollo integral de la
persona humana lleva a una agenda obvia y crucial de temas como el aborto, la
eutanasia, la pena capital, la pobreza global y los temas relacionados de los
migrantes y refugiados, y el cambio climático. Cada una de estas realidades de
nuestro mundo representa una afrenta a la dignidad humana y amenazan la sustentabilidad
del orden social.
Pero la dura verdad es que no todas las injusticias del
mundo son “iguales”. Podemos entender esto tal vez mejor con los temas del
pasado comparados con los temas del presente. Por ejemplo, nunca describiríamos
la esclavitud como uno de los varios problemas de los siglos 18 y 19 en la vida
de Estados Unidos. De hecho hay males “menores”, pero eso significa que también
hay males “mayores”, males que son más serios que otros. Algunos de ellos
llegan a ser tan graves que los cristianos están llamados a afrontarlos como un
deber primario.
Entre los males y las injusticias de la vida estadounidense
de 2016, el aborto y la eutanasia son distintos y cada uno de ellos es una
amenaza. Cada uno es un ataque personal y directo sobre la vida humana inocente
y vulnerable. El aborto y la eutanasia funcionan en nuestra sociedad como lo
que el Catecismo de la Iglesia Católica llama “estructuras de pecado” o
“pecados sociales”.
Ambas prácticas son sancionadas por la ley de la tierra y
apoyadas, promovidas, e incluso pagadas, como parte de una política de
gobierno. El aborto se ha convertido en una parte de la salud, ampliamente
hablando, y en una de las “libertades” de las que presumen los estadounidenses.
La eutanasia o el suicidio asistido con médicos están ganando rápidamente casi
el mismo estatus. Ambas prácticas son celosamente defendidas por las élites de
nuestras sociedades: aquellos que modelan la opinión pública y la moralidad
cívica a través del gobierno, los medios y la educación.
Nuestras élites sociales nos dicen que el aborto y la
eutanasia son asuntos privados y profundamente personales que al final deben
preocupar sólo a los individuos involucrados. Si eso fuera verdad, estos
asuntos no serían cuestiones de política pública ni serían sujetos de constante
debate y litigio.
Los males y las injusticias cometidos a puertas cerradas
siguen siendo malos e injustos y nunca son meramente personales sino que tienen
consecuencias e implicancias en nuestra vida juntos. Y la Iglesia está llamada
a hablar la verdad y confrontarse con los ídolos del corazón humano y los de la
sociedad. Como el Papa Francisco ha dicho: “No es lícito eliminar una vida
humana para resolver un problema. . . (Es) Pecado contra Dios Creador: piensen
bien en esto”.
Este es un gran desafío para la el testimonio social de la
Iglesia en nuestra sociedad, que busca afrontar muchos de sus problemas con la
eliminación de la vida humana: no sólo a través del aborto y el suicidio
asistido, sino también con la pena de muerte, la investigación con embriones
humanos y la anticoncepción obligatoria.
Es esta mentalidad más amplia — a la que el Francisco y
otros Papas han llamado “cultura de muerte”— lo que la Iglesia debe afrontar.
Por ello el aborto y la eutanasia no son solo dos asuntos entre muchos o solo
cuestiones de la conciencia individual. El aborto y la eutanasia generan
preguntas básicas sobre los derechos humanos y la justicia social, preguntas
sobre el tipo de sociedad y el tipo de personas que queremos ser. ¿Realmente
queremos ser una sociedad en la que las vidas de los débiles se sacrifican en
pos del confort y el beneficio de los que son más fuertes? Cualquier
aproximación que tolere esencialmente el aborto y la eutanasia o que equipare
ambos con otros temas, no sólo traiciona la hermosa visión de la enseñanza social
de la Iglesia sino que además debilita la credibilidad de su testimonio en
nuestra sociedad.
La Iglesia tiene que seguir insistiendo que la injusticia
fundamental y la violencia en nuestra sociedad es el asesinato directo de
aquellos que aún no han nacido, a través del aborto, y de aquellos que están
enfermos o en el final de sus vidas, a través de la eutanasia y el suicidio
asistido. En esta cultura, la Iglesia tiene que insistir en que el aborto y la
eutanasia son males graves e intrínsecos: males que son corrosivos y
corruptores, males que están en el corazón de otras injusticias sociales.
El aborto y la eutanasia son asuntos sociales
“fundamentales” porque si el niño en el vientre no tiene derecho a nacer, si el
enfermo y el anciano no tienen derecho a ser cuidados, entonces no hay
fundamento sólido para defender los derechos humanos de nadie, y tampoco habría
fundamento sólido para la paz y la justicia en la sociedad. ¿Cómo podemos
afirmar que hablamos por los marginados y los que están privados de sus
derechos si es que permitimos que millones de niños inocentes sean asesinados
cada año en el vientre materno? Si no podemos justificar el cuidado de las más
débiles e inocentes criaturas de Dios, ¿cómo podemos pedir a nuestra sociedad
que resista los excesos del nacionalismo y el militarismo o que afronte la
pobreza global o que proteja nuestra casa común en la creación?
En términos más amplios, la Iglesia enfrenta un desafío sin
precedentes en los Estados Unidos de este siglo 21. Este es tal vez el signo
más perturbador del futuro de nuestra nación: el incremento de la hostilidad y
la discriminación contra las instituciones cristianas y el vilipendio de las
creencias cristianas por parte de los gobiernos, las cortes, los medios y la
cultura popular. Cada vez más en nuestro país vemos la fe religiosa marginada
por ser considerada algo que es “personal” y “privado”. Los católicos y otros
creyentes afrontan fuertes presiones para que mantengan su fe sólo para ellos y
para que vivan como si su fe no tuviera influencia en cómo viven en la sociedad
o en cómo cumplen sus deberes como ciudadanos. El testimonio social de la
Iglesia hoy — todas nuestras obras de misericordia y caridad; toda nuestra
defensa de los principios morales y los derechos humanos — se enfrenta ahora a
una atmósfera difundida de confusión sobre el significado de la vida humana y
el propósito de las instituciones sociales a todo nivel.
Para evangelizar en esta cultura la Iglesia tiene que
articular un nuevo humanismo cristiano, una nueva visión de lo humano enraizada
en el hermoso plan de amor de Dios para la creación y para toda vida humana.
Nuestra nueva evangelización es acogida, querida y defendida, especialmente por
esas vidas que necesitan más cuidado y atención, esas vidas que pueden ser
consideradas una carga para otras. Nuestra nueva evangelización tiene que
buscar una sociedad digna de la santidad y la dignidad de la persona humana,
donde nadie es extraño y a nadie se le deja de lado o se le excluya.
Nuestro humanismo tiene que ser más que palabras. Tiene que
estar expresado en acciones, en obras de misericordia. Donde sea que la
dignidad se niegue o en cualquier lugar donde haya injusticia, estamos llamados
a defender la vida. Nuestra sociedad debe saber que, mientras haya cristianos,
nunca habrá una razón para que alguien sufra sin esperanza y sin ayuda.
La Iglesia necesita una enseñanza clara y valiente y un
testimonio que confronte a los ídolos de un Estados Unidos secularizado y
postcristiano. Desde hace varios años, mi amigo el Obispo de Phoenix, Thomas
Olmsted, ha sido uno de los más claros y valientes líderes y maestros de la
Iglesia. En su ministerio vemos todas las cosas esenciales del nuevo humanismo
cristiano que se necesita para nuestros tiempos.
Acojo esta cuarta edición de este muy leído e influyente
texto Católicos y Vida Pública. Este libro es una especie de “catecismo de
preguntas y respuestas” de algunos de los temas más importantes sobre la fe y
la vida pública. El Obispo Olmsted es un guía sabio y prudente y, con el paso
de los años, aún sigo aprendiendo de él.
Como él escribe en esta nueva edición: “es nuestro deber
insertarnos en la cultura, no huir de ella. Debemos colocar nuestra confianza
en el Señor y saber que cumpliendo su voluntad y hablando la verdad en el amor,
Dios hará que todo se encamine al bien. Es también obligación de los fieles
católicos apoyar tanto con las acciones y la oración a la gente valiente que
realiza todo esto”.
Católicos y Vida Pública es una lectura obligatoria para
todos nosotros que tratamos de comprometernos con la cultura para proclamar la
hermosa visión de la Iglesia para la vida y la sociedad humanas. Rezo para que
este libro sea ampliamente leído y vivido.
Su Excelencia José H. Gomez
Arzobispo de Los Ángeles
Marzo de 2016
1) ¿Cómo definiría una persona laica?
Cuando el Papa Juan Pablo II escribió su obra maestra sobre
la vida y misión del laicado la tituló “Christifidelis Laici,” los fieles
laicos de Cristo. Con este título dejaba claro que la fidelidad amorosa a
Cristo es la clave para dar fruto en el Reino de Dios. Esta es una verdad que
se aplica a todo cristiano en la Iglesia, no solamente a los laicos. Jesús dijo
(Jn 15,5), “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Todo aquel que permanece en
mí y yo en él dará mucho fruto, porque sin mí nada podréis hacer”.
Laico es todo fiel católico que no haya recibido el
Sacramento del Orden y no pertenezca a cualquier estado religioso aprobado por
la Iglesia. A través del Bautismo, el laico es incorporado a Cristo y queda
integrado en el Pueblo de Dios. El laico juega un importante papel en la vida y
la misión de la Iglesia. (cf Lumen Gentium, #31).
2) ¿Cuál es la diferencia entre el laico y el clero en la Iglesia Católica?
El clero recibe un carisma especial del Espíritu Santo a
través del Sacramento del Orden Sacerdotal. Como tales, diáconos, presbíteros y
obispos “expresan y llevan a cabo una participación en el sacerdocio de
Jesucristo que es distinta, non sólo por grado sino por esencia, de la
participación otorgada con el Bautismo y con la Confirmación a todos los
fieles” (Christifideles Laici, #22)
Los laicos, por su parte, se encargan primariamente de
asuntos temporales y como tales tienen una especie de “carácter secular”. El
laico debe también involucrarse en asuntos ligados al ministerio pastoral, pero
solo en cuestiones que no requieran la gracia propia del Orden Sacerdotal.
3) ¿Cuál es el papel del laico en la Iglesia Católica?
El Papel del laico es de manera especial el de “buscar el
reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”. (Lumen
Gentium, #31) Como tales, los laicos, hombres y mujeres, se encuentran en una
situación única para llevar su fe a todas las realidades de la sociedad.
Debe recordarse sin embargo, que por estar ligados a los
asuntos temporales, cada quien a su manera, ellos participan en la misión
sacerdotal, profética y real de la Iglesia, en virtud de su Bautismo y
Confirmación.
4) ¿Cómo realizan los laicos católicos su llamado a la santidad?
Todo católico recibe de Dios la vocación a la santidad,
enraizada en el Bautismo. A fin de responder a este llamado, los laicos,
hombres y mujeres, están llamados al “seguimiento y la imitación de Jesucristo,
en la recepción de sus Bienaventuranzas, en el escuchar y meditar la Palabra de
Dios, en la participación consciente y activa en la vida litúrgica y
sacramental de la Iglesia, en la oración individual, familiar y comunitaria, en
el hambre y sed de justicia, en el llevar a la práctica el mandamiento del amor
en todas las circunstancias de la vida y en el servicio a los hermanos,
especialmente si se trata de los más pequeños, de los pobres y de los que
sufren”. (Christifideles Laici, #16)
5) ¿Cuáles son las responsabilidades principales de los católicos consigo
mismos?
Los católicos tienen la responsabilidad de aceptar la
invitación de Cristo, “Ven y sígueme”. Necesitan someterse amorosamente
mientras Él los conduce por caminos de conversión, comunión y solidaridad (cf.
Eclesial in America). Igualmente, necesitan formarse a sí mismos en las
enseñanzas de la Iglesia para participar activamente en su vida sacramental, y
para vivir en coherencia con su fe en Dios. Esta responsabilidad existe para
todos los católicos en todos los estados de vida.
Por lo tanto, los católicos deben recordar siempre lo que
significa “la conciencia de ser miembros de la Iglesia de Jesucristo,
partícipes de su misterio de comunión y de su energía apostólica y misionera”.
(Christifideles Laici, #64)
6) ¿Cuáles son las principales responsabilidades de los católicos hacia sus
familias?
El Matrimonio es el fundamento de la familia. La familia,
por su parte, es la célula fundamental de la sociedad. Las responsabilidades
del matrimonio y de la familia son por lo tanto, de tremenda importancia, no
solo para la Iglesia sino para toda la sociedad.
Las responsabilidades de los hombres y mujeres católicas
hacia sus familias no serán nunca suficientemente destacadas “El compromiso
apostólico de los fieles laicos con la familia es ante todo el de convencer a
la misma familia de su identidad de primer núcleo social de base y de su
original papel en la sociedad, para que se convierta cada vez más en
protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia
participación en la vida social”. (Christifideles Laici, #40)
7) ¿Cuáles son las responsabilidades del laicado católico en el ámbito
público?
A través de su bautismo, el laicado está llamado a la
santidad de vida (es decir a vivir su fe en Dios en la vida diaria). Sus
responsabilidades no están limitadas a aspectos de piedad y devoción
personales, sino también a la evangelización en todos los aspectos de la vida.
Una persona laica en el ámbito público tiene la
responsabilidad particular de vivir su propia vocación en vistas al impacto que
puede tener en la sociedad. Por ejemplo aquellos involucrados en el noble arte
de la política o el derecho, frecuentemente están en posición de influir en las
normas sociales y en asunto de gran importancia, trabajando en propuestas
legislativas o procesos judiciales encaminados a preservar los derechos
inalienables de todas las personas, derechos que se basan en la ley natural
sobre la cual nuestra nación fue fundada.
Del mismo modo, hay otros laicos en el ámbito público que
aunque no son funcionarios públicos elegidos o funcionarios del poder judicial,
están en posición de poder influir en la sociedad y la cultura. Para estas
personas, especialmente aquellas involucradas en cualquier tipo de medios
masivos, una parte importante de sus responsabilidades es la de vivir su fe
promoviendo el bien común en la sociedad.
8) ¿Cómo manifiestan los católicos su propia identidad en la vida pública?
Los católicos deben ser siempre respetuosos de la dignidad
humana de los demás, incluyendo a las personas de diferente credo, o sin credo
alguno. Habiendo dejado esto claro, sin embargo, los católicos no deben temer
abrazar su propia identidad ni practicar su fe en la vida pública. De hecho,
todo fiel recibe un llamado a evangelizar y compartir la buena nueva de Cristo
con el resto del mundo.
9) ¿Cuál es la diferencia que deben marcar los católicos en la vida
pública?
Hay multitud de maneras a través de las cuales los católicos
pueden servir a la Iglesia a través de su aporte en la vida pública. Según cada
circunstancia, los católicos están especialmente llamados a contribuir al bien
común, a defender la dignidad de todo ser humano, y a vivir como fieles
ciudadanos.
En este sentido, el resultado final de lo que suceda está
siempre en manos de Dios. El hecho es importante recordarlo cuando un católico
se encuentra en una posición de clara minoría e imposibilitado de llevar a cabo
el resultado deseable. Es en estas aparentemente desesperanzadoras
circunstancias, en las que los católicos ofrecen un testimonio de fidelidad en
la vida pública, que Dios frecuentemente utiliza para tocar los corazones y
mentes de manera no siempre visible a simple vista.
Es bueno recordar las palabras del Papa Benedicto XVI (Deus
Charitas est, #35) “A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sus
propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero,
precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que
un instrumento en manos del Señor; se liberará así de la presunción de tener
que mejorar el mundo “algo siempre necesario” en primera persona y por sí solo.
Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al
Señor”.
10) ¿Cómo se debe entender la separación entre Iglesia y estado?
La separación de Iglesia y Estado es frecuentemente
utilizada como excusa para acallar a las personas de fe y desanimarlas a
participar legítimamente en el espacio público. La primera enmienda de la
Constitución de los Estados Unidos, ciertamente no defiende de modo alguno la
separación entre Iglesia y Estado, más bien defiende la protección de la
libertad religiosa de sus ciudadanos. La Constitución tiene como objetivo el
permitir a toda persona tener voz en el gobierno, incluyendo a aquellos cuya
voz es distintivamente religiosa.
En otras palabras, no existe nada en la Constitución que
impida a la persona manifestar su fe en el espacio público.
11) ¿Deberían manifestar los católicos la Doctrina de la Iglesia en el
espacio público?
Hay ocasiones en las que la intervención de la Iglesia en
cuestiones sociales es necesaria. Tal como enseña el Compendio del Catecismo de
la Iglesia Católica (#510), “La Iglesia interviene emitiendo un juicio moral en
materia económica y social, cuando lo exigen los derechos fundamentales de la
persona, el bien común o la salvación de las almas”.
En tanto que los católicos están llamados a manifestar su fe
y visión religiosa en el espacio público, están también llamados a respetar la
libertad religiosa y civil de todos los pueblos. De hecho, la Iglesia siente
profundo respeto hacia los gobiernos seculares que asumen esta protección a
personas de cualquier credo, lo mismo que a aquellos sin fe religiosa alguna.
En realidad, la Iglesia no impone su doctrina a los demás en
el espacio público. Por ejemplo, no existe cualquier tipo de esfuerzo por parte
de la Iglesia para obligar al público a asistir a la misa dominical ni a la
recepción de los sacramentos. Sin embargo, la Iglesia experimenta una legítima
preocupación respecto a los muchos asuntos de importancia social y coloca su
punto de vista a fin de proponer soluciones significativas que promuevan el
bien común.
12) ¿Cómo responde Ud. a las afirmaciones de que los católicos no deben
imponer su punto de vista religioso sobre los demás?
Algunos católicos y otros creyentes se han visto
atemorizados hasta el silencio y hasta confundidos por acusaciones de que están
imponiendo su moralidad a los demás. Se argumenta que la fe de una persona no
debe tener impacto alguno sobre su vida pública.. Esto conlleva al infame
síndrome del “Soy católico pero…”! Ciertamente, si la fe personal no impacta en
la totalidad de la propia vida, incluyendo las responsabilidades políticas y
sociales personales, entonces no se puede hablar de una fe auténtica; sería una
impostura, una falsificación.
Una sociedad democrática necesita la participación activa de
todos sus ciudadanos, incluyendo al pueblo creyente. El pueblo creyente, el
pueblo de fe, se conecta con la realidad en base a aquello en lo que cree, tal
como los ateos abrazan asuntos en base a lo que tienen como preciado: luchan
por aquello que creen correcto y se oponen a lo que consideran equivocado. Esto
no es una imposición sobre la moralidad del otro. Se trata de actuar con
integridad. Más aún, las personas de fe genuina fortalecen todo el tejido moral
de un país. El compromiso activo de los católicos en los procesos democráticos
es bueno para la sociedad y para su ciudadanía responsable.
13) ¿Los católicos deberían tomar en cuenta su propia fe al momento de
votar?
Si se supone que los católicos deben vivir su fe en todas
las actividades cotidianas de su vida, es lógico que también lleven en cuenta
esa misma fe en el momento de votar. Como se percibe en la enseñanza del
Vaticano II, “recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y al mismo
tiempo el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común”.
(Gaudium et Spes, #75)
Al prepararse para votar, los católicos necesitan comprender
su fe de modo que sus conciencias estén propiamente formadas. Además de esta
formación, es importante investigar todos los asuntos importantes y los
candidatos que se presentan a la elección. Solo luego de suficiente preparación
y oración, es que el católico está plenamente hábil para ejercitar sus responsabilidades
como buen ciudadano y emitir un voto significativo.
14) ¿Pueden los católicos estar honestamente en desacuerdo en asuntos de
política, sociales o culturales?
En el año 2003, La Congregación para la Doctrina de la Fe,
publicó un documento titulado “Nota doctrinal sobre algunas cuestiones
relativas al compromiso de los católicos en la vida política” que señala la
existencia de asuntos políticos en los cuales los católicos pueden estar en
desacuerdo. Hay, sin duda, asuntos sobre los cuales los católicos pueden
legítimamente discordar, como los mejores métodos para alcanzar una reforma del
bienestar o el referido a la inmigración ilegal.
Sin embargo, hay otro tipo de asuntos que son
intrínsecamente malos y nunca podrán ser legítimamente apoyados. Por ejemplo,
los católicos nunca deberán promover legítimamente o votar a favor de ley
alguna que ataque vidas humanas inocentes.
15) ¿Qué significa que los católicos deben seguir su conciencia al tomar
una decisión moral?
Antes de seguir nuestra conciencia, debemos formarla de
acuerdo con la voz de Dios. Nuestra conciencia no es el origen de la verdad. La
Verdad se encuentra fuera de nosotros; existe independientemente de nosotros y
debe ser descubierta a través del constante esfuerzo de la mente y el corazón.
No es una tarea fácil para quienes sufrimos los efectos y consecuencias del
pecado original, por lo que debemos enfrentarnos siempre a las tentaciones
continuas del demonio. La conciencia recibe la verdad revelada por Dios y
discierne como aplicarla a las circunstancias concretas.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña (#1783) “Hay que
formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada
es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien
verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia
es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados
por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas
autorizadas”.
Como vemos, formar bien la propia conciencia y seguirla con
integridad no es tarea fácil, puesto que la conciencia personal no puede
inventar lo que es cierto y lo que es bueno. Los debe buscar mas allá de sí
misma. Al actuar correctamente, descubrimos la verdad por gracia del Espíritu
Santo y la ayuda de la Palabra de Dios que se nos alcanza por intermedio de la
Iglesia. Por ello, cuando sometemos nuestra conciencia a esta verdad objetiva,
actuamos de manera correcta y crecemos hacia la madurez en Cristo.
16) ¿Es obligatorio para los católicos seguir lo que el Papa o los obispos
afirman en asuntos políticos?
Por el hecho de ser los líderes de la Iglesia, es siempre
importante respetar las afirmaciones de la jerarquía de la Iglesia. El papel
que cabe al Papa y a los Obispos es el de enseñar con claridad en lo que atañe
a asuntos de fe y costumbres, incluyendo aquellos que tienen que ver con
asuntos políticos.
Existen algunos asuntos, sin embargo, en los cuales puede un
católico discordar con la jerarquía de la Iglesia. En algunos casos, por
ejemplo, un católico puede estar de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia,
pero llegar a un juicio prudente diferente en cuanto a su aplicación.
Ejemplos de este tipo pueden incluir una instancia en la que
alguien concuerda con las enseñanzas de la Iglesia sobre la “guerra justa” o la
“pena de muerte” pero llega a conclusión diferente sobre si los hechos de la
situación constituyen una “guerra justa” o a la “rara” circunstancias en que la
pena de muerte pueda ser usada de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia.
Debe ser enfatizado, sin embargo, que a pesar de estos
ejemplos, existen otros temas como el aborto o la eutanasia, que son siempre
moralmente malos y no permiten cualquier tipo de juicio prudente que los
justifique. En estos asuntos nunca será apropiado para cualquier católico,
situarse en el lado opuesto al de la enseñanza de la Iglesia.
17) ¿Todos las cuestiones políticas y sociales son iguales cuando de
escoger un candidato político se trata?
¡Absolutamente no! La Iglesia Católica está activamente
insertada en una amplia variedad de asuntos de política pública de importancia,
incluyendo inmigración, educación, vivienda, salud y bienestar, por nombrar
algunos cuantos. En cada uno de ellos debemos hacer lo máximo a nuestro alcance
por estar informados y por apoyar las soluciones propuestas que nos parezcan
las más adecuadas y eficaces. Sin embargo, si se trata de ataques directos a la
vida humana inocente, ni siquiera el hecho de estar correctos en todos los
otros temas, justificaría una elección errada en este gravísimo asunto.
Según escribió el Papa Juan Pablo II, “se ha hecho habitual
hablar, y con razón, sobre los derechos humanos; como por ejemplo sobre el
derecho a la salud, a la casa, al trabajo, a la familia y a la cultura. De
todos modos, esa preocupación resulta falsa e ilusoria si no se defiende con la
máxima determinación el derecho a la vida como el derecho primero y frontal,
condición de todos los otros derechos de la persona”. (Christifideles Laici,
#38)
18) ¿Existen algunos temas “no negociables” para los católicos insertos en
política?
Hay varios temas que son “no negociables” para los católicos
insertos en la vida política, pues envuelven asuntos intrínsecamente malos. En
un discurso a los políticos europeos el 30 de marzo de 2006, el Papa Benedicto
XVI afirmó: “Por lo que atañe a la Iglesia católica, lo que pretende
principalmente con sus intervenciones en el ámbito público es la defensa y
promoción de la dignidad de la persona; por eso, presta conscientemente una
atención particular a principios que no son negociables. Entre estos, hoy
pueden destacarse los siguientes: protección de la vida en todas sus etapas,
desde el momento de la concepción hasta la muerte natural; reconocimiento y
promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y
una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos de
equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión que, en
realidad, la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su
carácter particular y su irreemplazable papel social; protección del derecho de
los padres a educar a sus hijos.
Los temas mencionados por el Papa Benedicto son todos “no
negociables” y son algunos de los más contemporáneos en la arena política. Debo
notar, sin embargo, que otros temas, aun cuando no sean intrínsecamente malos,
merecen ser considerados con mucha oración, temas como la guerra justa y la
pena de muerte, asuntos relativos a la pobreza y otros relacionados a la
inmigración ilegal.
19) ¿Cuáles son las causas que pueden dejar a los católicos fuera de la
Santa Comunión?
Nadie que sea consciente de haber cometido un pecado grave
debe recibir la Santa Comunión. Porque la eucaristía es el verdadero Cuerpo y
Sangre de Jesucristo, nuestro don más precioso en la Iglesia. Y como nos
advierte San Pablo (I Cor 11,27-29): “Todo aquel que come o bebe del cáliz del
Señor de manera indigna, será reo del Cuerpo y Sangre del Señor. Examínese
pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe
sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo”.
Todos los católicos deben examinar sus conciencias, y
abstenerse de recibir la Santa Comunión si no se encuentran viviendo en estado
de gracia. Un político católico que al momento de hacerlo, sea abiertamente
“pro-aborto” o abortista y persiste obstinadamente en contradicción a nuestra
fe, se convierte en fuente de escándalo. En estos y otros caos similares, las
medidas más allá de la persuasión moral, necesitan ser asumidas por aquellos
que ejercen el liderazgo en la Iglesia. Como afirma el Señor en el libro del
Levítico 19,16) “no permanezcas ocioso cuando la vida de tu vecino esté en
peligro”.
Si un político apoya activamente y promueve la expansión de
la cultura de muerte, no solo está causando escándalo; está pecando. De manera
similar, cuando un político realiza actos (como el de votar) por liberar el
aborto o promueve el aborto, o manda la distribución de anticonceptivos por
parte de las farmacias y otros, ese político está cooperando materialmente con
el pecado grave. Cuando esto ocurre, el político tal no puede recibir la
comunión sin acudir previamente al Sacramento de la Reconciliación y hacer una
buena confesión. Una buena confesión requiere del dolor por tal pecado y un
firme propósito de enmienda. Siendo que el daño hecho sería de naturaleza
pública, la enmienda deberá también serlo.
20) ¿Por qué la Iglesia coloca metas tan altas a los católicos?
Las altas metas a las que los católicos (y todos los
cristianos) están llamados vienen de Cristo. Las encontramos en las Sagradas
Escrituras. Por ejemplo, cuando Jesús dice (Jn 14,15) “Si me amáis, guardaréis
mis mandamientos”. También al señalar (Mc 8, 34-36) “Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo tome su cruz, y sígame. Porque quien quiera
salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el
Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero
si arruina su vida?”
Encontramos también en las Escrituras exhortaciones como
aquellas de San Pablo a Timoteo en las que escribe (I Tim 4,2-5) “Proclama la
Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda
paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en el que los hombres no
soportarán la doctrina sana, sino que arrastrados por sus propias pasiones, se
harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus
oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo
con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador,
desempeña a la perfección tu ministerio”.
Existen casos en los que los católicos en la vida pública
sirven con gran valentía y distinción. Miden las cosas según las altas metas
establecidas por Cristo. Hay lamentablemente otros, que obstinadamente
persisten manifiestamente en pecado grave, en los que el riesgo de escándalo es
inmenso. En asuntos como el aborto, por ejemplo, se trata del asesinato de una
vida totalmente inocente, y son por lo tanto malas nuevas tanto para los bebés
no nacidos como para sus madres. Es un error horroroso. Es algo intrínsecamente
malo.
Tenemos seria obligación de proteger la vida humana, y
especialmente las vidas de los más inocentes y vulnerables entre nosotros.
Quien se omita de hacerlo, cuando por el contrario está en condición de
protegerla, comete serio pecado de omisión. Colocan en peligro su propio
bienestar espiritual y se tornan en fuente de escándalo para los demás. Si en
caso fuesen católicos, no deberían recibir la Santa Comunión.
21) ¿Los católicos pueden pertenecer o expresar apoyo a los diferentes
partidos políticos?
La Iglesia nunca toma partido ni endosa candidatos
políticos. Sin embargo, la Iglesia alienta a los laicos a integrar partidos
políticos con el objetivo de dedicarse a promover el bien común.
En este sentido, la educación política y civil se recomienda
como muy necesaria para que todos los ciudadanos sean capaces de hacer su parte
en asuntos políticos. (cf. Gaudium et Spes, #75)
22) Los obispos y sacerdotes ¿tienen el derecho de intervenir en asuntos
políticos, sociales o culturales?
Los Obispos y Sacerdotes no deben participar en la
administración pública del gobierno. Sin embargo, poseen el derecho, y en
algunos casos la obligación, de manifestarse en asuntos políticos, sociales o
culturales que impacten contra la Iglesia o el bien común.
En su Encíclica Deus Caritas Est (#28), el Papa Benedicto
XVI afirma: “no es tarea de la Iglesia el que ella misma haga valer
políticamente esta doctrina: quiere servir a la formación de las conciencias en
la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas
exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad para actuar
conforme a ella, aun cuando esto estuviera en contraste con situaciones de
intereses personales”.
El Santo Padre continua (ibid): “La Iglesia no puede ni debe
emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más
justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe
quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a
través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales,
sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede
afirmarse ni prosperar”.
23) Si los Obispos y Sacerdotes pueden intervenir en asuntos públicos,
¿cuál es la diferencia entre el clero y el laicado en asuntos de política
pública?
Mientras que los Obispos y los Sacerdotes pueden
manifestarse apropiadamente sobre asuntos importantes, el laicado puede
intervenir en un grado muchísimo mayor. A diferencia de los miembros del clero,
el laicado, de hecho, está llamado a desempeñar un papel en todas las áreas que
envuelve la política, incluyendo política de partido y la administración
gubernamental.
Los miembros del laicado no presentan en general
restricciones para asumir oficios elegibles o para encargarse de asuntos de
estado, mientras que los miembros del clero están generalmente prohibidos de
asumir tales cargos y posiciones.
24) ¿Qué pueden hacer los católicos para fomentar la justicia en la
sociedad?
Es mucho lo que pueden hacer los católicos para incentivar
la justicia social. Parte significativa del incentivar la justicia es el
preocuparse por la dignidad humana de toda persona – especialmente los pobres,
marginados o vulnerables. Una preocupación por la justicia debe tener en mente
siempre el perdón y la misericordia de Cristo.
La Promoción de la justicia se puede encontrar en muchas
agencias de la Iglesia, incluyendo aquellas que sirven a los sin hogar,
inmigrantes, prisioneros, discapacitados y los ancianos, por nombrar algunos
cuantos. Los católicos deben preocuparse siempre por la justicia y sentirse
alentados a promoverla no solo en el espacio público, sino en esfuerzos
voluntarios en sus vidas cotidianas.
25) ¿Cuáles son las responsabilidades de los católicos que son dueños o
administradores de empresas respecto de sus trabajadores y la sociedad en
general?
En virtud de su trabajo, los católicos que son responsables
de empresas tienen responsabilidades específicas tanto para con sus
trabajadores como para la sociedad en general. La enseñanza social católica los
apoya en el derecho a la iniciativa privada a la vez que les recuerda el deber
de respetar la dignidad humana de sus trabajadores.
En efecto, toda empresa tiene el deber de respetar la
dignidad humana de sus trabajadores y de tratarlos con justicia. Aunque es
cierto que la razón primaria de una empresa es la creación de ganancias, sería
errado que ésta se concentrara exclusiva o excesivamente en la maximización de
la ganancia sin la suficiente preocupación por el bienestar de los trabajadores
y de la comunidad a la que sirve.
Es importante destacar que los católicos influyentes en el
mundo de los negocios, como todos los demás, tienen la obligación de compartir
su tiempo, talento, y bienes. Las personas con muchos medios están en una
posición privilegiada para asistir grandemente tanto a la Iglesia como a la
sociedad a través de la participación en diversas iniciativas, sean
filantrópicas, caritativas, educativas e incluso políticas que respeten la vida
y promuevan el bien común.
26) ¿Cómo pueden contribuir los católicos con una “cultura de vida”?
Los católicos pueden contribuir con una “cultura de vida” de
la misma manera que pueden hacerlo promoviendo la justicia, la paz y la
dignidad humana. Hay una inmensa cantidad de oportunidades de voluntariado para
ayudar en centros para embarazadas en crisis, hospicios, asilos de ancianos y
muchas otras instituciones afines.
Además, los católicos están llamados a defender y trabajar
por una “cultura de vida” convirtiéndola en un asunto de constante importancia
en el debate político y en el espacio público.
Finalmente, la oración es el medio primordial para promover
e incentivar una “cultura de vida”. Así como la oración personal diaria es
siempre importante, el reunirse en oración pública puede dar un conmovedor
testimonio al resto de la sociedad.
27) ¿Qué medios deben emplear los católicos para manifestar sus
convicciones sobre asuntos del espacio público?
Hay diversos medios que los católicos pueden emplear
legítimamente para manifestar sus convicciones respecto a asuntos del espacio
público. Aquellos católicos elegidos como funcionarios, por ejemplo, están en
una situación privilegiada para manifestar su oposición en asuntos de política
pública que sean intrínsecamente malos.
Debido a la democracia que vivimos, aún aquellos que no
están insertos directamente en la vida política, tienen oportunidad y
responsabilidad de expresar sus opiniones sobre diversos asuntos y votar en las
elecciones.
El acto de votar sea un importante medio de expresar
convicciones respecto a diversos asuntos, sin embargo, los católicos no
necesitan esperar a que haya elecciones para expresar sus puntos de vista.
Cartas a los editores, eventos públicos organizados, y la comunicación con
funcionarios electos son también buenos ejemplos de modos de expresión de
puntos de vista y de suscitar posibles cambios en el espacio público.
28) ¿Deberían los católicos poner a un lado su fe para trabajar con
personas de otras religiones?
Los católicos estamos llamados a vivir nuestra fe en todo lo
que hacemos, incluyendo el diálogo y la colaboración con organizaciones
ecuménicas o interreligiosas. Actividades tales como la oración, el diálogo o
diversos proyectos de servicio comunitario con personas de otros credos son
encomiables, especialmente cuando los que participan están bien formados en su
fe. Estas acciones, si son auténticas, nunca necesitarían que una persona ponga
de lado su fe para poder participar en ellas.
29) ¿Cuáles son las responsabilidades las instituciones católicas en el
ámbito público?
Existe una gran variedad de instituciones católicas que
realizan importantes acciones al rededor del mundo, incluyendo numerosas
organizaciones caritativas, hospitales, escuelas y universidades. En nuestro
país, nos hemos visto bendecidos desde hace mucho tiempo con el servicio
cuidadoso y de alta calidad que estas instituciones proporcionan, especialmente
a los más vulnerables de nuestra sociedad.
Parte de la razón por la cual estas instituciones son tan
destacadas es precisamente su fidelidad a la Iglesia y por el deseo que surge
de la fe católica de promover el bien común. Cuando las instituciones católicas
son fieles a su identidad y misión, cumplen plenamente con sus
responsabilidades en el ámbito público, y Dios realiza grandes obras a través
de ellas.
Desafortunadamente, muchas instituciones católicas en la
actualidad están bajo la presión de abandonar su identidad y misión, para
convertirse en organizaciones seculares como cualquier otra. Pero las
instituciones católicas tienen la seria responsabilidad de resistir a tales
tentaciones, conscientes de que ningún bien se puede lograr sin Dios.
Como nuestro Santo Padre señala en su libro Jesús de Nazaret
(p. 33): “Cuando Dios es visto como un asunto secundario que puede ser puesto
de lado temporal o permanentemente por cosas más importantes, son precisamente
estas cosas supuestamente más importantes las que terminan siendo nada.”
Así como las instituciones católicas pueden ser grandes
testigos de nuestra fe como consecuencia de su labor en el ámbito público,
también pueden ser una fuente de escándalo. Al respecto, es importante que
estas instituciones sirvan el bien común y se abstengan de cualquier palabra u
obra que sean contrarias a la fe, especialmente en materias que son
intrínsecamente perversas.
Para este fin, la Iglesia correctamente objeta las
pretensiones del gobierno de obligar la participación de instituciones
católicas en abortos, adopciones homosexuales, y en cualquier otro asunto que
comprometería su responsabilidad de cumplir a plenitud con su identidad y
misión.
30) ¿Cuál es la mejor manera de combatir la secularización en nuestra
sociedad y la mala representación de la fe en el espacio público?
Lamentablemente, la discriminación contra las personas de fe
y los creyentes, especialmente contra los católicos, es un problema real. Un
católico cabal presente en la vida pública, enfrentará casi por seguro,
discriminación injusta y prejuicios. Hay muchos ejemplos de mala y desfavorable
representación de la fe católica e inclusive de verdadera hostilidad contra
personas de cualquier credo.
Aun cuando se han dado grandes avances en la protección de
los derechos civiles en nuestro país, permanece sin embargo una fuerte
tendencia contra las personas de fe en sectores significativos de los medios de
comunicación y en ciertos segmentos de nuestra sociedad.
Sin embargo, es nuestro deber insertarnos en la cultura, no
huir de ella. Debemos colocar nuestra confianza en el Señor y saber que
cumpliendo su voluntad y hablando la verdad en el amor, Dios hará que todo se
encamine al bien. Es también obligación de los fieles católicos apoyar tanto con
nuestras acciones como con nuestra oración a la gente valiente que realiza todo
esto.
31) ¿Cómo definiría a un candidato que es un “católico fiel”?
Existe un gran número de candidatos y políticos en nuestro
país que se llaman a sí mismos católicos. Lamentablemente, sin embargo, algunos
de ellos son una vergüenza para la Iglesia y un escándalo para los demás a raíz
del apoyo que le brindan a temas que son intrínsecamente malos.
Un candidato que es auténticamente católico es alguien que
siempre defiende la dignidad de cada persona humana y que pone el bienestar del
bien común sobre los intereses partidarios o personales. Su vida personal y
pública está formada por su fe en Jesucristo y sus enseñanzas. Tal candidato
puede pertenecer a cualquier partido político, pero nunca respaldará asuntos
que son intrínsecamente malos como el aborto, la eutanasia, la investigación
con células estaminales embrionales, la clonación humana o el “matrimonio”
homosexual.
32) ¿Cuál es la posición de la Iglesia en el tema de la inmigración?
Los asuntos de inmigración que nuestro país enfrenta son
extraordinariamente complejos y no se prestan a respuestas o soluciones
fáciles. Sin embargo, existen ciertos principios de la enseñanza católica que
son relevantes para confrontar estos asuntos.
La Iglesia claramente reconoce el derecho del estado a
controlar sus fronteras.. Al mismo tiempo, tal como señaló el Papa Juan Pablo
II, “la Iglesia en América debe ser abogada vigilante que proteja, contra todas
las restricciones injustas, el derecho natural de cada persona a moverse
libremente dentro de su propia nación y de una nación a otra. Hay que estar
atentos a los derechos de los emigrantes y de sus familias, y al respeto de su
dignidad humana, también en los casos de inmigraciones no legales.” (Ecclesia
in America, 65)
Mientras nuestro país trata de resolver estos asuntos
complejos, el progreso sólo será posible si lo buscamos mediante un diálogo
transparente y amable y respetando la dignidad humana de todos. Hacemos bien en
recordar las palabras del Papa Benedicto XVI a los obispos de Estados Unidos
(16 de Abril de 2008), “quiero animarlos a ustedes y sus comunidades a seguir
acogiendo a los inmigrantes que se unen a ustedes en la actualidad, a compartir
su alegrías y esperanzas, a apoyarlos en sus penas y pruebas, y a ayudarlos a
florecer en su nuevo hogar. Esto, en efecto, es lo que sus compatriotas han
hecho durante generaciones. Desde el inicio, abrieron la puerta a los
fatigados, los pobres, ‘las masas oprimidas ansiosas por respirar en libertad’
(ver el Soneto inscrito en la Estatua de la Libertad). Estas son las personas
que América ha hecho suyas.”
33) ¿Qué línea deberá trazar un funcionario electo entre su fe y sus
obligaciones políticas?
Los funcionarios electos deben dejar que su fe oriente todas
sus actividades, incluidos los asuntos públicos. Al vivir abiertamente su fe,
deben mostrar el debido respeto por las libertades civiles de toda persona,
inclusive de aquellos de otro credo, o de credo ninguno.
Debe ser señalado, sin embargo, que algunas veces los políticos
católicos erradamente piden abandonar su fe por causa de su obligación a
respetar a aquellos de diferente opinión, o para honrar alguna obligación
inherente a sus funciones. Estos pedidos se dan probablemente con mayor
frecuencia cuando los políticos católicos dicen estar personalmente en
oposición al asesinato de inocentes niños no nacidos.
Increíblemente, son políticos de este tipo quienes juzgan
inapropiado apoyar legislaciones que protejan la vida humana, pues consideran
que al hacerlo estarían imponiendo su propia fe sobre la de los demás o en todo
caso, que estarían violando el compromiso propio de sus funciones. Son reclamos
ridículos. Proteger la vida humana no es apenas un imperativo religioso, sino
un imperativo humano, y un imperativo propio de toda y cada persona.
Los fieles tienen todo el derecho de manifestar sus
creencias en el espacio público como cualquier otra persona. De hecho, los
funcionarios católicos elegidos deben manifestar su fe al tiempo de promover el
bienestar de todos, incluyendo la protección de la vida humana inocente.
34) ¿Qué tan serias son las actuales amenazas a la libertad religiosa en
los Estados Unidos?
Los Estados Unidos fueron fundados bajo el principio de la
libertad religiosa y de allí su importancia crucial para todos los
estadounidenses. La libertad religiosa es particularmente importante para los
católicos que están llamados, especialmente en este momento de la historia, a
unirse a aquellos de otras confesiones y personas de buena voluntad para
proteger esta libertad fundamental.
Hay diversas amenazas extremadamente serias a la libertad
religiosa que sea dan actualmente en los Estados Unidos y alrededor del mundo.
En nuestro país, una de estas amenazas está contenida en los esfuerzos del
gobierno que busca coaccionar, a aquellos con objeciones religiosas, para que
paguen o proporcionen cobertura médica que incluya males intrínsecos como los
abortivos y los anticonceptivos.
El Papa Benedicto se refirió a estos temas en un discurso a
los Obispos de Estados Unidos el 19 de enero de 2012, cuando dijo que “a la luz
de estas consideraciones, es fundamental que toda la comunidad católica de
Estados Unidos llegue a comprender las graves amenazas que plantea al
testimonio moral público de la Iglesia el laicismo radical, que cada vez
encuentra más expresiones en los ámbitos político y cultural. Es preciso que en
todos los niveles de la vida eclesial se comprenda la gravedad de tales
amenazas. Son especialmente preocupantes ciertos intentos de limitar la
libertad más apreciada en Estados Unidos: la libertad religiosa”.
En este discurso el Santo Padre también se refirió a lo que
consideró “una preocupante tendencia a reducir la libertad de religión a una
mera libertad de culto, sin garantías de respeto de la libertad de
consciencia”.
35) ¿Los empleadores católicos violan la libertad religiosa de sus
empleados no católicos cuando no proporcionan abortivos o anticonceptivos en
sus planes de salud?
Incluso si hubiera una religión cuya fe de algún modo
contemplara que otros deban pagar por los anticonceptivos o abortivos de sus
miembros, esta frecuente afirmación refleja una serie incomprensión de la
libertad religiosa, además de no tener sentido. El hecho de que un empleador
objete en consciencia pagar por estos artículos no viola de ninguna manera la
libertad religiosa de nadie.
La Iglesia Católica no impone su fe a otros; de hecho, Ella
cree que hacer eso es una seria violación de la dignidad humana. Pero aquí no
estamos lidiando con alguna clase de imposición de nuestra fe. Básicamente
estamos defendiendo nuestra libertad dada por Dios. Es muy desconcertante que
un significativo número de personas en nuestra sociedad actual estén tratando
de forzar a otros a violar sus convicciones profundamente arraigadas por la fe,
especialmente si tienen que ver con el matrimonio y la familia.
Afortunadamente, hay muchas personas de diversas confesiones
que comparten fuertemente nuestra convicción sobre la libertad religiosa y
defienden con nosotros esta primera y fundamental libertad civil. Después de
todo, no considerar la libertad religiosa no es sólo una seria preocupación de
la Iglesia Católica, sino que es simplemente algo no estadounidense.
36) ¿Cómo pueden los católicos vivir respetando adecuadamente la creación
de Dios?
Estamos llamados a ser buenos administradores y respetar la
creación de Dios. Esta responsabilidad se extiende primeramente al prójimo por
ser seres humanos creados a imagen de Dios, pero también incluye a otros seres
vivientes y a toda la creación.
Como el Papa Francisco ha escrito, “el cuidado de la
naturaleza es parte de un estilo de vida que implica capacidad de convivencia y
de comunión. Jesús nos recordó que tenemos a Dios como nuestro Padre común y
que eso nos hace hermanos. El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca
puede ser un pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos
que haga. Por eso es posible amar a los enemigos. Esta misma gratuidad nos
lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a
nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal”. (Laudato
Si’ #228)
Al respecto, el Santo Padre también afirma que “cabe
reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el
ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como
don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del
Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se
transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación”. (Laudato
Si’, #155)
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