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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

sábado, 25 de febrero de 2012

El nuevo anticatolicismo: Ocupar el Vaticano

Fuente Aciprensa

El antiguo anticatolicismo se expresaba a mediados del siglo XIX cuando la primera ola de inmigrantes católicos llegó a Estados Unidos. Algunos de estos grupos de inmigrantes habían establecido sus propios colegios privados religioso. Sin embargo, muchos estadounidenses no católicos creían que las escuelas católicas adoctrinaban a los estudiantes en supersticiones que eran inconsistentes con los principios de la democracia estadounidense. Por ello, para asegurar que estas escuelas no recibieran fondos del gobierno de ningún tipo, se propuso leyes federales y estatales para prohibir el uso de recursos públicos para propósitos “religiosos” como los católicos.

El intento más ambiguo de poner por obra este sentimiento a través de leyes fue la llamada enmienda Blaine, que se llamó así por el congresista que la propuso. El texto señala que “ningún estado debe aprobar ley alguna respecto al establecimiento o la prohibición del libre ejercicio religioso; y el dinero recaudado de impuestos por el Estado para financiar escuelas públicas o derivado de un fondo público para eso, o las tierras dedicadas a ellas, nunca estarán bajo control de cualquier secta religiosa, ni el dinero, ni los impuestos, ni las tierras serán divididas entre sectas religiosas o denominaciones”.

Aunque nunca se convirtió en parte de la Constitución, algunos estados individualmente aprobaron la enmienda Blaine o enmiendas constitucionales relacionadas que aún siguen vigentes. El espíritu de tales leyes y el anticatolicismo que las motivaba, no se disiparon significativamente sino hasta las elecciones de 1960 en las que resultó elegido John F. Kennedy, el primer presidente católico de Estados Unidos.

De hecho, una de las grandes figuras en historia de mi propia universidad, J. M. Dawson (1879-1973), escribió estas palabras en su libro de 1948 titulado Separen la Iglesia del Estado ahora: “los católicos… abolirían nuestro sistema de escuelas público que es nuestro factor más grande en la unidad nacional y lo sustituirían con sus escuelas parroquiales antiguas y medievales, con su cultura extranjera. O simplemente dirían que quieren instalar lugares para enseñar su religión en las escuelas públicas”.

Dado que el sentir de Dawson era ampliamente compartido, Kennedy fue obligado a confrontarlo en un discurso que dio a la Greater Houston Ministerial Association durante su campaña para la presidencia.

El anticatolicismo antigua, sin importar sus corrientes y sin importar lo que lo haya originado en distintos niveles, no exigió al gobierno que obligue a la Iglesia Católica a alterar sus prácticas y creencias para que sus diversas instituciones sirvan al más amplio público estadounidense. Entonces, por ejemplo, nunca se le habría ocurrido a un antiguo anticatólico sugerir que el gobierno genere un impuesto o penalice de otra forma a los hospitales católicos, las organizaciones de caridad y los colegios, si es que no se involucran o pagan por prácticas que la Iglesia considera gravemente inmorales.

Esto sucede porque el típico anticatólico se consideraba a sí mismo como un Custodio de la tradición separacionista Iglesia-Estado, adelantada por James Madison y Thomas Jefferson, cuyo mejor ejemplo está en las siguientes palabras de Jefferson: “Que sea actuado por la asamblea general. Que ningún hombre sea obligado a frecuentar o apoyar cualquier culto religioso, lugar o ministerio, ni tampoco sea obligado, constreñido, molestado o coaccionado en el cuerpo o en sus bienes, ni que de ninguna otra forma sufra por sus opiniones religiosas o creencias distintas; sino que todos los hombres sean libres de profesar y argumentar sus opiniones en materia de religión, y que eso no disminuya, exceda o afecta sus capacidades civiles”.

Dado que los antiguos anticatólicos aceptaban este principio Jeffersoniano, él respetó los derechos de los católicos a ejercer su libertad religiosa y desarrollar sus distintas instituciones académicas, médicas y de caridad para practicar y propagar lo que entendían que eran las enseñanzas de Cristo y su Iglesia. Mientras los católicos no exigieran que el gobierno sacara dinero de los antiguos anticatólicos para sostener a estas instituciones, estos últimos estaban a gusto extendiendo la verdadera tolerancia a los católicos y su Iglesia, pese al hecho, incluso, de que el típico antiguo anticatólico miraba al catolicismo como una fe falsa y repugnante.

Pese a que los días del antiguo anticatolicismo terminaron hace mucho, existe ahora un nuevo anticatolicismo, como ha sido adecuadamente llamado por mi colega en Baylor, el estimado historiador Philip Jenkins. Ese anticatolicismo encuentra su expresión en su hostilidad y en el profundo desprecio de las muchas posiciones morales abrazas por la Iglesia Católica. En los temas del aborto, la eutanasia, el estilo de vida homosexual, el “matrimonio” de personas del mismo sexo, la ordenación de mujeres y la anticoncepción, el nuevo anticatolicismo se declara contra ecclesia.

Pero el nuevo anticatolicismo no adopta la postura de un crítico humilde que busca hacer que la Iglesia se comprometa en asuntos en los que los ciudadanos discrepen considerando el contexto teológico y secular que cada grupo posee. En vez de ello, busca usar el poder coercitivo del estado para forzar a las instituciones de la Iglesia a violar su teología moral y así comprometer, y hacer menos accesible, la misión de la Iglesia de caridad y esperanza.

Esto es más evidente en el reciente rechazo del Departamento de Salud y Servicios Humanos para enmendar su nueva regulación que exige que todos los planes privados de salud, incluyendo lo que ofrecen las instituciones católicas, proporcionen anticoncepción, esterilización y algunos fármacos abortivos sin necesidad de pago o copago. La excepción religiosa que existe en las regulaciones es tan estrecha que no impide que el gobierno obligue a prácticamente todo hospital, universidad y organización de caridad católica para que coopere materialmente en actos que la Iglesia enseña son gravemente inmorales.

El nuevo anticatolicismo no solo rechaza el principio Jeffersoniano; sino que lo pone de cabeza. En vez de exigir a la Iglesia Católica lo deje en paz, como pedía el antiguo anticatólico, el nuevo anticatólico no dejará en paz a la Iglesia Católica. El antiguo anticatólico hubiera pensado que era indecoroso y profundamente anti-estadounidense, usar la coerción para forzar al católico a apoyar y pagar por cosas que su consciencia le exige no apoyar ni financiar. El nuevo anticatólico quiere liderar y ocupar el movimiento del Vaticano.

Autor: Francis J. Beckwith es profesor de Filosofía y Estudios de la Iglesia en la Baylor University. Es uno de los cuatro primeros colaboradores en las Jornadas de Fe: Evangelicalismo,Ortodoxia Oriental, Catolicismo y Anglicanismo (Zondervan, 2012).

lunes, 6 de febrero de 2012

Steve Mosher regresó a la Iglesia luego de ver el infierno del aborto en China

Fuente: Population Research Institute

Steve Mosher, su trayectoria de vida revela que la Nueva Evangelización viene recibiendo mucha fuerza por el testimonio de los católicos pro vida

Por JOAN FRAWLEY DESMOND

Steve Mosher era un prometedor investigador social en formación y su punto de vista venía siendo modelado según los criterios “académicos” sobre aborto y “derecho a decidir” que la Universidad de Stanford podía ofrecerle. Pero un día, súbitamente fue expulsado de esa casa de estudios.

Era 1980, Mosher fue aceptado como el primer científico social de EE.UU. que estudiaría el impacto de los cambios políticos en los remotos pueblitos del interior de China. La política de un solo hijo del Partido Comunista chino estaba en pleno vigor y Mosher decidió seguir a las mujeres con embarazos en el tercer trimestre hasta las instalaciones donde se llevaban a cabo los abortos forzados.

"Ellas lloraban pidiendo misericordia y rogando por sus hijos a punto morir o que fallecían delante de sus ojos apenas extraídos de sus vientres. Ahora sé que una cosa es pensar o discutir sobre el aborto en abstracto y otra muy distinta es ver a un bebé de siete meses de gestación, de quien nadie podría decir que no es verdaderamente uno de nosotros", dijo Steve Mosher, actual presidente del Population Research Institute, recordando esos momentos fatídicos.

"Era como si el abismo del infierno se abriera ante mí. Todas las racionalizaciones sobre el aborto fueron barridas de mi mente por la brutalidad de los hechos: la indiscutible humanidad de estos niños que estaban siendo asesinados sin piedad. Instantáneamente me di cuenta de que el aborto es acabar con una vida humana… y me convertí en pro-vida".

La lucha interna que muchos libran para dar sentido al sufrimiento humano de vez en cuando mueve a alguno de ellos a convertirse. Otros vuelven su mirada a Roma cuando los valores del mundo dejan sus almas desnutridas. Pero el movimiento pro-vida también hace lo suyo. Atrae a gente como Mosher, que finalmente se arrodillan ante la Eucaristía después de una larga búsqueda acerca del origen de la bondad y la verdad.

Mientras algunas enseñanzas en moral y fe provocan incomprensiones y disenso teológico en algunos sectores de la Iglesia o ataques por parte de sus adversarios, los activistas pro-vida como Mosher se sienten atraídos por esas mismas enseñanzas. Y es precisamente porque ofrecen una defensa consistente y coherente de la vida humana inocente contra el poder brutal de la Cultura de la Muerte.

Haciendo un análisis retrospectivo, Mosher dice que la visita a las instalaciones de abortos en China le obligó a abandonar su superficial y no cuestionada adhesión al relativismo moral para embarcarse en una inesperada peregrinación espiritual.

"En una escala del mal de 1 a 10, esto fue sin duda un 10. Y si se podía llegar a un mal tan horrendo, llegué a la conclusión de que debería haber una forma mayor de hacer el bien. O el universo sería una verdadera locura".

Me sentí atraído

Después de una serie de intentos fallidos, Mosher descubrió que "si buscas el bien sinceramente, tarde o temprano encontrarás a Dios, que es la fuente de todo bien en el Universo".
Fundamentalmente encontró que la "única organización coherente en defender la sacralidad de la vida desde la concepción hasta la muerte natural es la Iglesia Católica, que había conservado la plenitud de la verdad. Otras religiones cristianas habían abandonado partes de esa verdad, cuando no toda".

En parte su búsqueda espiritual se dinamizó por las consecuencias prácticas de su extraordinario trabajo académico que documentó los abortos coercitivos en China. Mientras que en 1985 varios editoriales de prensa aplaudieron el valor y la independencia intelectual de Mosher, el gobierno chino aplicó descaradamente una tremenda presión sobre la Universidad de Stanford logrando que la universidad rompiera su vínculo con el estudiante.

Entonces Mosher se dedicó a escribir y a trabajar en centros de investigación. Él y su esposa Vera, católica de cuna, habían comenzado a asistir a la Iglesia juntos después de una visita casual a la Misión de San Luis Obispo en California. Sin embargo, el experto todavía no había encontrado su vocación profesional y se sentía a la deriva.

Fue en ese momento que recibió una llamada del padre benedictino Paul Marx, fundador de Vida Humana Internacional, quien lo invitó a hablar en una conferencia pro-vida. Mosher estaba poco dispuesto a participar, pero dado que no tenía otras ocupaciones apremiantes, aceptó la invitación.

Como él mismo reconoce, se sorprendió al descubrir que los participantes de la conferencia eran "muy cálidos, cariñosos e inteligentes. Me sentí inmediatamente atraído por ellos".

A partir de ese momento Mosher se volvió un conferencista habitual de Vida Humana Internacional y el Padre Marx llegó a ser su mentor espiritual. "Él nos enseñó, a mi esposa y a mí, la planificación familiar natural. Nosotros ya éramos algo mayores y desde entonces hemos utilizado la Planificación Familiar Natural para tener todos los hijos que hemos podido".

El sacerdote benedictino llegó al rescate cuando Mosher, inscrito en el catecismo para adultos, ya estaba harto de la teología inadecuada del instructor. Mosher le dijo al sacerdote que estaba pensando en dejar las clases pero fue entonces que recibió por correo urgente, cortesía del Padre Marx, un ejemplar del catecismo católico del jesuita John Hardon.

"Steve se sintió tan comprometido con el catecismo del Rito de Iniciación Cristina para adultos que terminó dando él mismo las clases. Ya tenía dentro de sí el fuego de la fe", recordó Vera Mosher que educó en su hogar a la mayor parte de sus ocho hijos.

Ella es consciente de que la experiencia de su marido en China ha tenido un impacto duradero en su propia vocación a la paternidad. Con los años ha involucrado a sus hijos en el trabajo pro-vida y todos ellos lo acompañan eventualmente a sus conferencias.

"Ver a un bebé abortado lo tocó de una manera profunda –agregó Vera–. Él tenía un padre mucho menos que perfecto, pero encontró a nuestro Padre en el Cielo y el gran amor y el perdón que Él ofrece. Quería hacerlo mejor con sus hijos… y consiguió un modelo perfecto a seguir".

Batalla espiritual

Poco después Mosher comenzó a trabajar para Vida Humana Internacional. Se trasladó con su familia a una granja en el valle de Shenandoah, cerca de la oficina de la organización en Front Royal, Virginia. Su misión distintiva se centró en el desarrollo de argumentos basados en la data científica disponible que pongan en evidencia la falsedad del “mito de la sobrepoblación”, así como en exponer públicamente los abusos contra los derechos humanos cometidos en los programas de control poblacional y comunicar a todos los niveles que las personas son el recurso más importante del mundo.

En 1996 estos objetivos se convirtieron en la misión y visión el Population Research Institute (PRI), que fue fundado como parte de Vida Humana Internacional pero que se hizo independiente poco después . El más reciente libro de Mosher se titula “Population Control: Real Costs and Illusory Benefits” (Control Poblacional: Costos Reales y Beneficios Ilusorios). Hace poco contribuyó con un capítulo en un libro que recoge varias historias de conversión, donde cuenta su peregrinaje espiritual “Chosen: How Christ Sent Twenty Three Surprised Converts to Replant His Vineyard” (Escogidos: cómo Cristo envió veintitrés conversos para replantar su viña).

Si bien la decisión de Mosher de trabajar a tiempo completo en una organización pro-vida hubiera sido impensable en la década de los 70s, mientras desarrollaba su carrera académica en Stanford, una vez tomada la decisión el investigador social nunca más volvió la mirada hacia atrás.

"Él ha dicho más de una vez, ‘¿De qué sirve al hombre ganar un doctorado si, al hacerlo, pierde su alma inmortal’. Él realmente cree eso. Cambió de rumbo porque Dios lo estaba guiando", señaló Vera Mosher.

Joel Bockrath, vicepresidente ejecutivo del PRI ha trabajado con Mosher desde 2005 y ha sido testigo de los sólidos cimientos espirituales de su trabajo pro-vida.

"Las personas que entran en contacto con el PRI reconocen que Steve tiene una sólida formación espiritual que guía su actividad", dijo Bockrath. "Muchos de ellos han vivido el mismo itinerario en su batalla personal entre el bien y el mal."

"La pregunta es: ¿Cómo consigues la gracia para asumir la lucha que Dios quiere que luchemos? La clave de eso es el amor. No se puede hacer algo así sin amor ", completó Bockrath.

Mosher recibió un duro golpe en Marzo de 2010 cuando el Padre Marx murió. Pero Steve cree que su mentor "tuvo una santa muerte. No pudo hablar ni moverse mientras estuvo hospitalizado pero en el último momento se sentó y levantó sus brazos y le dijo a Dios: ´Llévame a casa '".

Mientras Steve Mosher continúa su trabajo pro-vida dando conferencias y trabajando con grupos afiliados en todo los EE.UU. y en 30 países, a menudo medita sobre cómo ese "infierno" de China lo llevó al movimiento pro-vida y a la Iglesia Católica y en las inspiradoras lecciones que ha aprendido de líderes como el Padre Marx.

"Tengo la foto del padre de Marx sobre la cómoda de mi dormitorio", reconoce Mosher. "La suya es la primera cara que veo cada vez que me levanto. Y siento que él me pregunta: ¿Qué vas a hacer por los niños el día de hoy?"