Entrada destacada

LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

domingo, 22 de mayo de 2011

La Cristofóbica Lady Gaga

Autor Juan Jesús Priego
Fuente El Observador de la Actualidad

Escucho en el noticiero de la mañana que una famosa cantante norteamericana –Lady Gaga-, en el último concierto que ofreció hace unos días en la Ciudad de México ante 50.000 jóvenes que la aclamaban y la aplaudían, de pronto, y sin que nadie supiera por qué, se puso a blasfemar contra Cristo como una poseída. El mismo conductor que dio la noticia se notaba un tanto consternado y declaraba no saber qué pensar a este respecto. ¿Por qué ese odio hacia Cristo? ¿Por qué esas blasfemias que poco o nada tenían que hacer en un concierto de rock?

Y yo me apeno por esos 50.000 muchachos que iban sólo a escuchar canciones y tuvieron que tragarse, junto con dos horas de música, una ración bastante bien servida de denuestos y blasfemias. ¿Por qué hizo esto Lady Gaga? ¿En verdad siente ese odio implacable o simplemente se limitó a acatar una orden, a obedecer una consigna?

Los que me escuchan cada domingo durante la Misa no desconocen ya este neologismo: Cristofobia. Lo he utilizado no una sino muchas veces para designar esa animadversión que se siente un poco en todas partes no únicamente hacia la persona de Jesucristo, sino a sus palabras, a su enseñanza y a su Iglesia. Pareciera que hay en este mundo personas bastante interesadas en borrar de la Historia el nombre de Jesús de Nazaret. ¿Qué les ha hecho él para que lo odien de ese modo? Nada, pero ellos lo odian igualmente, y con la misma pasión, con la misma vehemencia y tenacidad con que lo odiaron, hace dos mil años, sus enemigos. Se trata de un odio gratuito e injustificado, pero de todas maneras real. ¿Acaso no lo siente el lector flotar en el ambiente?

Cristofobia: odio a Cristo. Pero, ¿por qué sólo a él? Cuando escuché aquella noticia (6 de mayo de 2011) anduve todo el día como atontado; en realidad, me costaba creer que un ser humano –fuera quien fuese- hubiera podido hacer una cosa semejante. ¿Cómo se había atrevido? ¡Y ay del espectador que en aquel momento se hubiese atrevido a lanzarle un zapato en la cabeza a la cantante! Al instante lo hubieran metido a la cárcel por violento, intolerante y fanfarrón. Pero, ¿y Lady Gaga no había sido intolerante con respecto a los cristianos? ¿No había tocado con sus sucias manos lo que nadie puede ni tiene derecho a tocar?

"Respeto a la diferencia", se dice hoy. Sí, pero si ella es la diferencia con respeto a mí, yo soy la diferencia con respeto a ella, de modo que no sólo le pido, sino que le exijo, que me respete, así como yo respeto sus gustos, sus excesos y sus preferencias sexuales.

Fue nada menos que Anthony Giddens, el famoso sociólogo inglés, quien formuló esta pregunta en uno de sus libros: "¿Cómo es posible vivir en un mundo en el que ya nada es sagrado?". Un mundo así –dijo- es un mundo desbocado, un mundo roto.

Pero vuelvo a la pregunta inicial: ¿por qué sólo contra Cristo? ¿Por qué la cantante no se puso a despotricar, por ejemplo, contra Confucio, Buda o Mahoma? ¡Ah, si se hubiese atrevido a hacerlo contra este último, ya sabemos lo que hubiera pasado! Los musulmanes no se andan con juegos. Tal vez se hubiese producido un conflicto de alcance internacional con un saldo rojo de dos o tres cabezas rodando por la banqueta. ¡Ah, nuestra cantante sabe muy bien con quién se mete! ¿O por qué no se puso a gritar contra algún otro fundador de religiones, o incluso contra su vecino?

Todo el día he estado dándole vueltas a este asunto, y, no sé por qué, me vino a la memoria aquella novela de Graham Greene titulada El fin de la aventura, en la que aparece un extraño profesor que se dedicaba a dar a sus alumnos lecciones intensivas de ateísmo. ¿Y cuál era el resultado de aquellas lecciones? Que la gente, por lo regular, acababa no rechazando la fe, sino adhiriéndose a ella: en algún punto de la explicación las cosas le salían tan mal al maestro que acababa produciendo en sus oyentes exactamente lo contrario de lo que con tanto afán se empeñaba en conseguir. Sí, la fe es un misterio de la gracia, y así como más de uno la ha perdido en los patios de un colegio católico, así más de dos la han recobrado con sólo oír hablar a los ateos. ¡Al final, el mundo está en las manos de Dios!

Por la tarde, a la hora de la Misa, mi humor ya no estaba agrio, ni mi semblante descompuesto. ¿Qué puede hacer Lady Gaga contra Cristo? ¿Qué pueden todas sus blasfemias contra una sola de sus palabras? Además, y para ser sincero, hasta me sentí consolado, porque aquellos gritos infames de los que sólo pude enterarme a través de los noticieros, no hicieron más que confirmar lo que yo ya sé, lo que sabemos los cristianos: que Cristo vive. Si así no fuera, ¿por qué habría que insultarlo? ¡Nadie se pone a golpear a un muerto! Este gesto sería del todo superfluo e innecesario: ¿para qué agitarse contra él, si ya no puede hablar ni defenderse?

¿Por qué no se odia hoy a Confucio, a Buda o a Mahoma? Porque, por respetables y venerables que hayan sido estos hombres, están ya bajo tierra, mientras que Cristo vive. Tal es el mensaje de la Pascua: no debemos buscar entre los muertos al que está vivo (Lucas 24, 6). ¿Cómo no va a estar vivo Aquel al que tantos odian con semejante vehemencia? Si no viviese, no lo odiarían. Como en la novela de Greene, Lady Gaga quiso dar a aquellos 50.000 jóvenes unas cuantas lecciones prácticas de ateísmo. Lo que no sabe, y tal vez no sepa nunca, es que sus diatribas no son, a fin de cuentas, más que la confirmación –en negativo, si se quiere- de aquella verdad en la que los cristianos creemos desde hace dos mil años: "
A Aquel que todos rechazaron, Dios lo resucitó de entre los muertos, y ahora vive, reina y reinará por los siglos de los siglos"…

miércoles, 11 de mayo de 2011

EL MOVIMIENTO PROABORTO Y LA MENTALIDAD PSICOPATA

Publicado en Facebook por Sonia Castilla Trigos, el Martes, 10 de mayo de 2011

Autor: Matthew Cullinan Hoffman

Cuando leo las palabras de líderes proaborto como la psicóloga colombiana Florence Thomas, quien llama "tumores" a los bebés no nacidos y dice que ellos sólo son seres humanos si su madre los quiere, viene a la mente una pregunta perturbadora: ¿cuál es fundamentalmente la diferencia entre este tipo de perspectiva, con frecuencia expresado por los abortistas, y la definición clínica de "psicopatía"? Si bien la imagen estereotipada de un psicópata es la de un asesino en serie o la de un maniático peligroso encerrado en un asilo, los psicólogos nos dicen que tales personas representan solamente una pequeña minoría de los que caen bajo la categoría de "psicopatía". En efecto, según los especialistas, nuestra sociedad contiene un número mayor de psicópatas que los que podemos suponer, y los psicópatas pueden inclusive ocupar en forma desproporcionada posiciones de importancia en negocios, en gobiernos y en otros campos importantes.

Si bien los psicópatas son capaces teóricamente de cometer asesinatos y otros actos de crueldad sin remordimiento alguno, la definición de lo que es un psicópata es mucho más amplia que la imagen evocada por la cultura popular. Según los profesionales de la salud mental, un psicópata es alguien que carece fundamentalmente de empatía humana, alguien que ve a los otros seres humanos como meros objetos que se pueden manipular. Las relaciones que entabla un psicópata son típicamente superficiales y fluidas, y con frecuencia son sexualmente promiscuas. El psicópata tiene una personalidad esencialmente egoísta e interesada, incapaz de trascender su propio sentido personal del yo para reconocer la dignidad de los otros.

Los psicólogos estiman que hasta un 4% de la población cae bajo la definición de "psicópata", extendiéndose desde las manifestaciones más leves, que son incluidas en la amplia categoría de sociopatía o trastornos antisociales de la personalidad, hasta los casos más extremos de asesinos en serie. Son capaces a menudo de engañar a otros con una apariencia de sanidad y razonabilidad que oculta su naturaleza fundamentalmente depredadora.

La cifra del 4%, si es exacta, implica que EEUU incluye una población de más de 12 millones de psicópatas o sociópatas, y en todo el mundo la cifra llegaría a cientos de millones. Esta alarmante estadística plantea inevitablemente la pregunta: ¿es posible para los psicópatas agruparse en movimientos basados en sus inclinaciones comunes? La historia sugiere que esto puede ocurrir, y por cierto ocurre. El candidato clásico para un "movimiento psicópata" es el Partido Nacional socialista o Nazi, que llegó al poder en Alemania en los años 1930s a través de una serie de catástrofes económicas y de decisiones ineptas tomadas por el establishment político alemán. El mismo Adolf Hitler ha sido diagnosticado póstumamente con tendencias psicópatas, y muchos nazis dieron muestras del mismo tipo de síntomas. Más aún, aunque la mayoría de los nazis y de los alemanes que cooperaron con ellos probablemente no eran psicópatas, el movimiento en su conjunto pareció basarse en una mentalidad fundamentalmente psicópata, que dispuso de los seres humanos como simple forraje para alimentar las aspiraciones raciales del Estado alemán.

Las mismas tendencias se han encontrado en otros movimientos de masas que surgieron en el siglo pasado, especialmente en el marxismo, que dejó un número sin precedentes de decenas de millones de muertes por ejecución y hambre inducida, para alcanzar sus metas políticas. Una vez más, aunque es improbable que la mayoría de los marxistas sean clínicamente psicópatas, su movimiento ha producido reiteradamente regímenes que se comportaron precisamente en la forma que se esperaría de los pacientes más graves que padecen ese trastorno.

A la luz de la definición clínica de lo que es un psicópata y de las manifestaciones históricas de los movimientos "psicópatas", es difícil evitar la comparación entre la psicopatía y la perspectiva que está abiertamente expresada por muchos líderes en el movimiento global proaborto.

Florence Thomas es solo un ejemplo de la problemática mentalidad que parece caracterizar a los líderes proaborto. Su comparación de su propio hijo no nacido con un "tumor", es decir, un trozo de tejido enfermo, no sólo es anticientífica, además sugiere una mente que es reacia, o quizás es incapaz, de trascenderse e identificarse con la humanidad de otra persona. Su afirmación que un feto es solamente un ser humano si es deseado por sus padres es casi una caricatura del egocentrismo, al implicar que los deseos personales de un individuo confieren dignidad y derechos a otras personas. La conclusión de Thomas fluye inevitablemente de sus premisas, ella cree que las mujeres deberían tener la libertad de matar a sus hijos no nacidos por cualquier motivo, en orden a preservar su "libertad".

Las ideas de Thomas se repiten a través de los movimientos antivida y antifamilia de nuestra época. Margaret Sanger, la fundadora del moderno movimiento de control de la natalidad [y de la IPPF] [1], habló utilizando la escalofriante retórica de la eugenesia cuando rechazaba a los hijos que "no son deseados" por sus padres, refiriéndose a ellos como "basura humana" en su libro publicado en 1920, "Women and the New Race" [Las mujeres y la nueva raza]." Consideraba a los hijos no deseados como si fueran de alguna manera un estorbo social. Solamente el hijo deseado es equivalente a un "capital social", escribió Sanger, quien también preguntó "¿pueden los hijos de esas madres desafortunadas ser otra cosa que una carga para la sociedad –una carga que se refleja en innumerables gastos, crímenes y deterioro social general?". En otro capítulo declaró en forma infame que "lo más misericordioso que hace una familia grande a uno de sus miembros más pequeños es matarlo".

Peter Singer, el famoso "bioeticista" de Princeton, aplica el mismo principio fundamental adoptado por Thomas, Sanger y otros, pero llega a una conclusión más explícita. Singer reconoce que los niños no nacidos son seres humanos, pero niega abiertamente que tengan derecho a la vida, a menos que sus padres los quieran. Más aún, Singer extiende su razonamiento también a los niños después de haber nacido, ofreciendo una aprobación moral del infanticidio."La diferencia entre matar a niños discapacitados y normales no radica en un supuesto derecho a la vida que los últimos tienen y los primeros no, sino en otras consideraciones sobre lo que significa matar", escribe Singer en la segunda edición de su libro "Practical Ethics" [Ética práctica]. "Más obvia es la diferencia que existe a menudo en las actitudes de los padres. El nacimiento de un hijo es en general un acontecimiento feliz para los padres… Por eso, una razón importante que explica por qué es normalmente terrible matar a un niño es el efecto que el matar tendrá sobre sus padres". "Es diferente cuando el niño ha nacido con una grave discapacidad", sigue diciendo Singer. "Las anormalidades de nacimiento varían, por supuesto. Algunas son triviales y tienen poco efecto sobre el niño o sus padres, pero otras convierten al acontecimiento normalmente alegre del nacimiento en una amenaza a la felicidad de sus padres y de los otros hijos que ellos puedan tener. Por un buen motivo, los padres pueden lamentar que un hijo discapacitado haya nacido alguna vez. En ese caso, el efecto que la muerte de un hijo tendrá sobre sus padres puede ser un motivo a favor de su muerte, más que algo contrario a ésta".

La aprobación explícita de Singer del infanticidio no debería sorprender a los activistas provida, quienes son conscientes que por lo general a los niños que sobreviven a los abortos se los deja morir sin ayuda médica. Una indiferencia fundamental hacia la vida humana y la personalidad de los otros es endémica entre los pensadores proaborto, lo que debería llevar a los activistas provida a preguntarnos si estamos comprendiendo realmente a nuestros adversarios en este debate.

Al leer el reciente relato de Florence Thomas sobre su aborto, aflora a la superficie una personalidad trágicamente perturbada. Siendo una mujer brillante con mucho para ofrecer al mundo, sin embargo, se refirió alegremente a la relación sexual que tuvo con su novio como "amor", cuando sólo pensaba en ello  como un acto físico de placer, sin ningún tipo de compromiso o dimensión espiritual. Por ello, descartó a su hijo no nacido como un "tumor", y dijo que no ha sentido el más mínimo remordimiento por su decisión de matarlo.

Como reportero de noticias sobre la vida humana y la familia, me he acostumbrado demasiado a estar en contacto con esta mentalidad antivida, y mi respuesta ha cambiado a través de los años, desde el sentimiento de indignación al compromiso sereno y decidido de combatir y denunciar la "cultura" de la muerte y su perversa mentalidad. Sin embargo, cada vez más me encuentro experimentando otra respuesta cuando informo acerca de: una gran tristeza frente a personas que parecen haber extraviado algo fundamental en los niveles más profundos de su psiquis, algo que posiblemente nunca han conocido por experiencia. ¿Están sufriendo desesperadas y en silencio o no tienen ninguna conciencia de su pérdida? ¿Eligieron libremente este camino, o son víctimas de algo que escapa a su control? En definitiva, ¿hay algo que se pueda hacer por ellas, o están condenadas a desempeñar su triste papel en el imperio global de la muerte? No sé, y no lo puedo saber. Sólo puedo rezar por ellas, y ponerlas en las manos del Dios misericordioso.

Fuente: Notifam.net, 29 de noviembre de 2010, http://notifam.net/index.php/archives/1817/. Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/the-pro-abortion-movement-and-the-psychopathic-mentality.

 

Nota de VHI:

[1]. Las siglas "IPPF" denotan en inglés a la Federación Internacional de Planificación de la Familia, la federación de organizaciones no gubernamentales (ONGs) más abortista del mundo, y con asociaciones miembro también en casi todos los países de América Latina. Para obtener más información, consulte: http://www.vidahumana.org/vidafam/ippf/ippf_index.html.

domingo, 1 de mayo de 2011

Juan Pablo II a un paso de la santidad

Editorial de El Comercio, Lima, 1ro de mayo de 2011:

Fue sin duda el más carismático Papa que haya visto el siglo XX. Murió hace seis años, pero el mensaje y legado de Su Santidad Juan Pablo II sigue inspirando al mundo católico y a personas que profesan otros credos. Su experiencia de vida, sacrificio, su capacidad de perdón y amor al prójimo han quedado grabados para siempre en la memoria y los corazones que quienes hoy, sin duda, celebran jubilosos la histórica ceremonia de su esperada beatificación.

Difícil describir los sentimientos que embargan a quienes admiramos la figura de una personalidad que marcó e impulsó los cambios sociopolíticos vividos en el mundo, a partir de los años ochenta.

El único Papa polaco en la historia de la Iglesia de Roma visitó en dos oportunidades nuestro país. Karol Wojtyla recorrió Lima y otras ciudades peruanas en 1985 y 1988, y repartió sabiduría, carisma y humildad que solo habitan en quienes viven para los demás, luchan por la libertad y el bien común.

Nunca antes un pontífice fue elevado a los altares con la celeridad vista en el proceso de beatificación de Juan Pablo II, iniciado a los dos meses de su deceso. Y es que nunca antes un Papa dejó un legado tan invalorable, una obra incansable que lo llevó a evitar guerras, restablecer la paz, velar por los pobres, defender la dignidad de la persona y unificar la Europa partida y dividida por el comunismo.

Enarbolando los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, el Santo Padre contribuyó a sembrar en Polonia –su tierra– y luego en Europa, el germen de la libertad y el fin de lo que él denominó "las ideologías y los sistemas políticos opresivos" de la Europa Oriental, que cambiaría para siempre el curso de la historia del convulso siglo XX.

Fue uno de los artífices del desmoronamiento del comunismo, protagonista y testigo de la caída del muro de Berlín y del fin de la Unión Soviética, pero también una voz que nunca calló ante los excesos de lo que denominó "capitalismo salvaje", del egoísmo secular, la brecha norte-sur y la injusta deuda externa.

Sus limitaciones físicas, producto de enfermedades severas y el atentado que sufrió en Roma el 13 de mayo de 1981, a manos de Alí Agca, no destruyeron su valor ni amilanaron su alegría y espíritu vigoroso. Su pontificado es uno de los más extensos, polémicos y fructíferos de la historia de la Iglesia Católica. Catorce encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 43 cartas, libros y documentos audiovisuales, así como 102 viajes fuera de Italia y 146 dentro de ese país, entre otros actos litúrgicos y religiosos dan cuenta de su huella en la historia reciente de la cristiandad. Bajo el lema de su pontificado –el histórico ¡Totus Tuus!(¡Todo tuyo!), que el mundo repitió con él–, el Papa reavivó la devoción mariana.

Recordemos su "¡No tengáis miedo!" que, como escribió en "Cruzando el umbral de la esperanza", era "una exhortación a vencer el miedo a la actual situación mundial, sea en Oriente, sea en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur".

"No tengáis miedo" recomendó en Ayacucho, en 1985. "No os dejéis abatir por el dolor que pesa sobre vuestras vidas", inquirió a ese pueblo abatido por la carnicería de Sendero Luminoso, en un llamado a la esperanza en momentos convulsos para el país.

Cómo olvidar al pontífice que, repartiendo bendiciones, emocionó a los peruanos cuando en Iquitos dijo: "El Papa se siente charapa, vosotros sentíos romanos, católicos, cristianos". Qué decir de sus encuentros con los jóvenes que lo escucharon cada vez que habló y que lo conmovieron con la exclamación: "¡Que se quede, que se quede!".

Las nuevas generaciones deben conocer el legado moral, espiritual e intelectual del hoy beato Juan Pablo II, el primer Papa que entró en una sinagoga y, con plena entereza y humildad, pidió perdón por los errores pasados de la Iglesia. Fue quien más hizo por tender puentes sólidos de reconciliación y unidad con las otras iglesias cristianas, en un movimiento ecuménico en contra de la "Cultura de la muerte". El Papa Amigo, el Papa Peregrino, está a un paso de la santidad.