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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

sábado, 30 de agosto de 2008

Matrimonio entre homosexuales, que piensa la Iglesia Católica

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

CONSIDERACIONES ACERCA DE LOS PROYECTOS DE RECONOCIMIENTO LEGAL DE LAS UNIONES ENTRE PERSONAS HOMOSEXUALES

INTRODUCCIÓN

1. El Santo Padre Juan Pablo II y los Dicasterios competentes de la Santa Sede (1) han tratado en distintas ocasiones cuestiones concernientes a la homosexualidad. Se trata, en efecto, de un fenómeno moral y social inquietante, incluso en aquellos Países donde no es relevante desde el punto de vista del ordenamiento jurídico. Pero se hace más preocupante en los Países en los que ya se ha concedido o se tiene la intención de conceder reconocimiento legal a las uniones homosexuales, que, en algunos casos, incluye también la habilitación para la adopción de hijos. Las presentes Consideraciones no contienen nuevos elementos doctrinales, sino que pretenden recordar los puntos esenciales inherentes al problema y presentar algunas argumentaciones de carácter racional, útiles para la elaboración de pronunciamientos más específicos por parte de los Obispos, según las situaciones particulares en las diferentes regiones del mundo, para proteger y promover la dignidad del matrimonio, fundamento de la familia, y la solidez de la sociedad, de la cual esta institución es parte constitutiva. Las presentes Consideraciones tienen también como fin iluminar la actividad de los políticos católicos, a quienes se indican las líneas de conducta coherentes con la conciencia cristiana para cuando se encuentren ante proyectos de ley concernientes a este problema. (2) Puesto que es una materia que atañe a la ley moral natural, las siguientes Consideraciones se proponen no solamente a los creyentes sino también a todas las personas comprometidas en la promoción y la defensa del bien común de la sociedad.

I. NATURALEZA Y CARACTERÍSTICAS IRRENUNCIABLES DEL MATRIMONIO

2. La enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la complementariedad de los sexos repropone una verdad puesta en evidencia por la recta razón y reconocida como tal por todas las grandes culturas del mundo. El matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas. Ha sido fundado por el Creador, que lo ha dotado de una naturaleza propia, propiedades esenciales y finalidades. (3) Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. Así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas.

3. La verdad natural sobre el matrimonio ha sido confirmada por la Revelación contenida en las narraciones bíblicas de la creación, expresión también de la sabiduría humana originaria, en la que se deja escuchar la voz de la naturaleza misma. Según el libro del Génesis, tres son los datos fundamentales del designo del Creador sobre el matrimonio.

En primer lugar, el hombre, imagen de Dios, ha sido creado «varón y hembra» (Gn 1, 27). El hombre y la mujer son iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto varón y hembra. Por un lado, la sexualidad forma parte de la esfera biológica y, por el otro, ha sido elevada en la criatura humana a un nuevo nivel, personal, donde se unen cuerpo y espíritu.

El matrimonio, además, ha sido instituido por el Creador como una forma de vida en la que se realiza aquella comunión de personas que implica el ejercicio de la facultad sexual. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán una sola carne» (Gn 2, 24).

En fin, Dios ha querido donar a la unión del hombre y la mujer una participación especial en su obra creadora. Por eso ha bendecido al hombre y la mujer con las palabras: «Sed fecundos y multiplicaos» (Gn 1, 28). En el designio del Creador complementariedad de los sexos y fecundidad pertenecen, por lo tanto, a la naturaleza misma de la institución del matrimonio.

Además, la unión matrimonial entre el hombre y la mujer ha sido elevada por Cristo a la dignidad de sacramento. La Iglesia enseña que el matrimonio cristiano es signo eficaz de la alianza entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 32). Este significado cristiano del matrimonio, lejos de disminuir el valor profundamente humano de la unión matrimonial entre el hombre la mujer, lo confirma y refuerza (cf. Mt 19, 3-12; Mc 10, 6-9).

4. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural. Los actos homosexuales, en efecto, «cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso». (4)

En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales « están condenadas como graves depravaciones... (cf. Rm 1, 24-27; 1 Cor 6, 10; 1 Tim 1, 10). Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen esta anomalía sean personalmente responsables de ella; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados ». (5) El mismo juicio moral se encuentra en muchos escritores eclesiásticos de los primeros siglos, (6) y ha sido unánimemente aceptado por la Tradición católica.

Sin embargo, según la enseñanza de la Iglesia, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales «deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta». (7) Tales personas están llamadas, como los demás cristianos, a vivir la castidad. (8) Pero la inclinación homosexual es «objetivamente desordenada», (9) y las prácticas homosexuales «son pecados gravemente contrarios a la castidad». (10)

II. ACTITUDES ANTE EL PROBLEMA DE LAS UNIONES HOMOSEXUALES

5. Con respecto al fenómeno actual de las uniones homosexuales, las autoridades civiles asumen actitudes diferentes: A veces se limitan a la tolerancia del fenómeno; en otras ocasiones promueven el reconocimiento legal de tales uniones, con el pretexto de evitar, en relación a algunos derechos, la discriminación de quien convive con una persona del mismo sexo; en algunos casos favorecen incluso la equivalencia legal de las uniones homosexuales al matrimonio propiamente dicho, sin excluir el reconocimiento de la capacidad jurídica a la adopción de hijos.

Allí donde el Estado asume una actitud de tolerancia de hecho, sin implicar la existencia de una ley que explícitamente conceda un reconocimiento legal a tales formas de vida, es necesario discernir correctamente los diversos aspectos del problema. La conciencia moral exige ser testigo, en toda ocasión, de la verdad moral integral, a la cual se oponen tanto la aprobación de las relaciones homosexuales como la injusta discriminación de las personas homosexuales. Por eso, es útil hacer intervenciones discretas y prudentes, cuyo contenido podría ser, por ejemplo, el siguiente: Desenmascarar el uso instrumental o ideológico que se puede hacer de esa tolerancia; afirmar claramente el carácter inmoral de este tipo de uniones; recordar al Estado la necesidad de contener el fenómeno dentro de límites que no pongan en peligro el tejido de la moralidad pública y, sobre todo, que no expongan a las nuevas generaciones a una concepción errónea de la sexualidad y del matrimonio, que las dejaría indefensas y contribuiría, además, a la difusión del fenómeno mismo. A quienes, a partir de esta tolerancia, quieren proceder a la legitimación de derechos específicos para las personas homosexuales convivientes, es necesario recordar que la tolerancia del mal es muy diferente a su aprobación o legalización.

Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva. Hay que abstenerse de cualquier tipo de cooperación formal a la promulgación o aplicación de leyes tan gravemente injustas, y asimismo, en cuanto sea posible, de la cooperación material en el plano aplicativo. En esta materia cada cual puede reivindicar el derecho a la objeción de conciencia.

III. ARGUMENTACIONES RACIONALES CONTRA EL RECONOCIMIENTO LEGAL DE LAS UNIONES HOMOSEXUALES

6. La comprensión de los motivos que inspiran la necesidad de oponerse a las instancias que buscan la legalización de las uniones homosexuales requiere algunas consideraciones éticas específicas, que son de diferentes órdenes.

De orden racional

La función de la ley civil es ciertamente más limitada que la de la ley moral, (11) pero aquélla no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar en conciencia. (12) Toda ley propuesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto es conforme con la ley moral natural, reconocida por la recta razón, y respeta los derechos inalienables de cada persona. (13) Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial a la unión entre personas del mismo sexo. Considerando los valores en juego, el Estado no puede legalizar estas uniones sin faltar al deber de promover y tutelar una institución esencial para el bien común como es el matrimonio.

Se podría preguntar cómo puede contrariar al bien común una ley que no impone ningún comportamiento en particular, sino que se limita a hacer legal una realidad de hecho que no implica, aparentemente, una injusticia hacia nadie. En este sentido es necesario reflexionar ante todo sobre la diferencia entre comportamiento homosexual como fenómeno privado y el mismo como comportamiento público, legalmente previsto, aprobado y convertido en una de las instituciones del ordenamiento jurídico. El segundo fenómeno no sólo es más grave sino también de alcance más vasto y profundo, pues podría comportar modificaciones contrarias al bien común de toda la organización social. Las leyes civiles son principios estructurantes de la vida del hombre en sociedad, para bien o para mal. Ellas «desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres». (14) Las formas de vida y los modelos en ellas expresados no solamente configuran externamente la vida social, sino que tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a causar el obscurecimiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la desvalorización de la institución matrimonial.

De orden biológico y antropológico

7. En las uniones homosexuales están completamente ausentes los elementos biológicos y antropológicos del matrimonio y de la familia que podrían fundar razonablemente el reconocimiento legal de tales uniones. Éstas no están en condiciones de asegurar adecuadamente la procreación y la supervivencia de la especie humana. El recurrir eventualmente a los medios puestos a disposición por los recientes descubrimientos en el campo de la fecundación artificial, además de implicar graves faltas de respeto a la dignidad humana, (15) no cambiaría en absoluto su carácter inadecuado.

En las uniones homosexuales está además completamente ausente la dimensión conyugal, que representa la forma humana y ordenada de las relaciones sexuales. Éstas, en efecto, son humanas cuando y en cuanto expresan y promueven la ayuda mutua de los sexos en el matrimonio y quedan abiertas a la transmisión de la vida.

Como demuestra la experiencia, la ausencia de la bipolaridad sexual crea obstáculos al desarrollo normal de los niños eventualmente integrados en estas uniones. A éstos les falta la experiencia de la maternidad o de la paternidad. La integración de niños en las uniones homosexuales a través de la adopción significa someterlos de hecho a violencias de distintos órdenes, aprovechándose de la débil condición de los pequeños, para introducirlos en ambientes que no favorecen su pleno desarrollo humano. Ciertamente tal práctica sería gravemente inmoral y se pondría en abierta contradicción con el principio, reconocido también por la Convención Internacional de la ONU sobre los Derechos del Niño, según el cual el interés superior que en todo caso hay que proteger es el del infante, la parte más débil e indefensa.

De orden social

8. La sociedad debe su supervivencia a la familia fundada sobre el matrimonio. La consecuencia inevitable del reconocimiento legal de las uniones homosexuales es la redefinición del matrimonio, que se convierte en una institución que, en su esencia legalmente reconocida, pierde la referencia esencial a los factores ligados a la heterosexualidad, tales como la tarea procreativa y educativa. Si desde el punto de vista legal, el casamiento entre dos personas de sexo diferente fuese sólo considerado como uno de los matrimonios posibles, el concepto de matrimonio sufriría un cambio radical, con grave detrimento del bien común. Poniendo la unión homosexual en un plano jurídico análogo al del matrimonio o la familia, el Estado actúa arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios deberes.

Para sostener la legalización de las uniones homosexuales no puede invocarse el principio del respeto y la no discriminación de las personas. Distinguir entre personas o negarle a alguien un reconocimiento legal o un servicio social es efectivamente inaceptable sólo si se opone a la justicia. (16) No atribuir el estatus social y jurídico de matrimonio a formas de vida que no son ni pueden ser matrimoniales no se opone a la justicia, sino que, por el contrario, es requerido por ésta.

Tampoco el principio de la justa autonomía personal puede ser razonablemente invocado. Una cosa es que cada ciudadano pueda desarrollar libremente actividades de su interés y que tales actividades entren genéricamente en los derechos civiles comunes de libertad, y otra muy diferente es que actividades que no representan una contribución significativa o positiva para el desarrollo de la persona y de la sociedad puedan recibir del estado un reconocimiento legal específico y cualificado. Las uniones homosexuales no cumplen ni siquiera en sentido analógico remoto las tareas por las cuales el matrimonio y la familia merecen un reconocimiento específico y cualificado. Por el contrario, hay suficientes razones para afirmar que tales uniones son nocivas para el recto desarrollo de la sociedad humana, sobre todo si aumentase su incidencia efectiva en el tejido social.

De orden jurídico

9. Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común.

Es falso el argumento según el cual la legalización de las uniones homosexuales sería necesaria para evitar que los convivientes, por el simple hecho de su convivencia homosexual, pierdan el efectivo reconocimiento de los derechos comunes que tienen en cuanto personas y ciudadanos. En realidad, como todos los ciudadanos, también ellos, gracias a su autonomía privada, pueden siempre recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco. Por el contrario, constituye una grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho de la familia con el fin de obtener bienes que pueden y deben ser garantizados por vías que no dañen a la generalidad del cuerpo social. (17)

IV. COMPORTAMIENTO DE LOS POLÍTICOS CATÓLICOS ANTE LEGISLACIONES FAVORABLES A LAS UNIONES HOMOSEXUALES

10. Si todos los fieles están obligados a oponerse al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, los políticos católicos lo están en modo especial, según la responsabilidad que les es propia. Ante proyectos de ley a favor de las uniones homosexuales se deben tener en cuenta las siguientes indicaciones éticas.

En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.

En caso de que el parlamentario católico se encuentre en presencia de una ley ya en vigor favorable a las uniones homosexuales, debe oponerse a ella por los medios que le sean posibles, dejando pública constancia de su desacuerdo; se trata de cumplir con el deber de dar testimonio de la verdad. Si no fuese posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario católico, recordando las indicaciones dadas en la Encíclica Evangelium Vitæ, «puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública», con la condición de que sea «clara y notoria a todos» su «personal absoluta oposición» a leyes semejantes y se haya evitado el peligro de escándalo. (18) Eso no significa que en esta materia una ley más restrictiva pueda ser considerada como una ley justa o siquiera aceptable; se trata de una tentativa legítima, impulsada por el deber moral, de abrogar al menos parcialmente una ley injusta cuando la abrogación total no es por el momento posible.

CONCLUSIÓN

11. La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 28 de marzo de 2003, ha aprobado las presentes Consideraciones, decididas en la Sesión Ordinaria de la misma, y ha ordenado su publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 3 de junio de 2003, memoria de San Carlos Lwanga y Compañeros, mártires.

Card. Joseph Ratzinger
Prefecto

Angelo Amato, S.D.B.
Arzobispo titular de Sila
Secretario

(1) Cf. Juan Pablo II, Alocución con ocasión del rezo del Ángelus, 20 de febrero de 1994 y 19 de junio de 1994; Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, 24 de marzo de 1999; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2357-2359, 2396; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, n. 8; Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986; Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 24 de julio de 1992; Pontificio Consejo para la Familia, Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa sobre la resolución del Parlamento Europeo en relación a las parejas de homosexuales, 25 de marzo de 1994; Familia, matrimonio y «uniones de hecho», 26 de julio de 2000, n. 23.

(2) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, 24 de noviembre de 2002, n. 4.

(3) Cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 48.

(4) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357.

(5) Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, n. 8.

(6) Cf. por ejemplo S. Policarpo, Carta a los Filipenses, V, 3; S. Justino, Primera Apología, 27, 1-4; Atenágoras, Súplica por los cristianos, 34.

(7) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986, n. 12.

(8) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2359; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986, n. 12.

(9) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358.

(10) Cf. Ibíd., n. 2396.

(11) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, 25 de marzo de 1995, n. 71.

(12) Cf. Ibíd., n. 72.

(13) Cf. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiæ, I-II, p. 95, a. 2.

(14) Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, 25 de marzo de 1995, n. 90.

(15) Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum vitæ, 22 de febrero de 1987, II. A. 1-3.

(16) Cf. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiæ, II-II, p. 63, a.1, c.

(17) No hay que olvidar que subsiste siempre «el peligro de que una legislación que haga de la homosexualidad una base para poseer derechos pueda estimular de hecho a una persona con tendencia homosexual a declarar su homosexualidad, o incluso a buscar un partner con el objeto de aprovecharse de las disposiciones de la ley» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 24 de julio de 1992, n. 14).

(18) Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, 25 de marzo de 1995, n. 73.

sábado, 23 de agosto de 2008

New Age (Nueva Era), cargamontón de pseudoterapias nocivas


1. Álvaro Farías analiza la manipulación sectaria en el contexto de la Nueva Era. FUENTE: Secretaría RIES

La Nueva Era sigue estando de actualidad, y en su órbita se mueven muchos grupos, grandes y pequeños, y se dan frecuentes situaciones de manipulación personal. El experto en sectas Álvaro Farías Díaz, director del SEAS (Servicio de Estudio y Ayuda sobre Sectas) de Uruguay, y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), ha presentado recientemente un trabajo sobre este tema en las II Jornadas “Más allá del consultorio”, organizadas por la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP), y que se han celebrado en Montevideo durante los días 1 y 2 de agosto.

El autor, licenciado en Psicología por la Universidad Católica del Uruguay “Dámaso A. Larrañaga”, aborda este tema haciendo un repaso a la bibliografía científica que hay, y da una orientación general para su abordaje. Farías señala, entre otras cosas, que “la seducción sectaria es una forma de seducción narcisista en tanto que despliega un proceso tendiente a envolver y enredar cada vez más al sujeto en la espiral del grupo, prometiéndole un ideal a través de una adhesión pasional y radical que se supone que operará como una suerte de transformación personal radical y trascendente a través de rupturas en las relaciones”.

Ofrecemos en exclusiva la ponencia de Álvaro Farías a continuación, por su gran interés, incluyendo las referencias bibliográficas del trabajo.

2. ¿Terapias alternativas o manipulación psicológica? Las pseudoterapias New Age. FUENTE: Álvaro Farías

Hombres y mujeres de nuestra cultura de fines de siglo XX y principios del siglo XXI, están atravesados por un particular sentimiento de malestar (Freud, 1930). Buscan sin cesar experiencias de tipo oceánicas que logren, de alguna manera, mitigar ese afecto. Naufragio, nihilismo, desesperanza, soledad… son algunas de las notas que parecen caracterizar este particular modo de ser que ha sido llamado “postmodernismo”.

Podríamos preguntarnos ¿por qué tienen tanto éxito películas como Harry Potter, El Señor de los Anillos o libros como El Alquimista? ¿Por qué florecen cada día más las expresiones del pensamiento imaginario o mágico? ¿Por qué aunque la modernidad lo creía moribundo, Dios sigue resistiendo tan bien? ¿Cómo han evolucionado las religiones históricas, en contacto con las nuevas creencias y las nuevas formas de espiritualidad marcadas con el sello del individualismo y el pragmatismo? Y al fin de cuentas, ¿cómo comprender esta plétora de creencias y prácticas que se despliega ante nuestros ojos, esa religiosidad flotante, “a la carta”, que se desarrolla dentro de nuestra sociedad? (Lenoir, 2003).

La crisis de la modernidad significa también la crisis de la subjetividad. La palabra “sujeto” proviene del latín subjectus, que designa el estado de estar “sujeto a”. Ahora bien, ¿sujeto a qué? Podríamos decir que en la modernidad las personas estaban, en mayor o en menor medida, todas sujetas al relato político, científico, filosófico y también al discurso religioso. La postmodernidad ha significado la caída de estos relatos que daban sentido a la existencia, ha significado lo que Lyotard (1990) ha llamado la caída de los metarrelatos. Por eso el sujeto postmoderno fragmentado, disociado, alienado a decir de Dufour (2001), busca afanosamente un relato, un discurso que legitime su existencia.

Lo decíamos más arriba, es el sentimiento de naufragio el que predomina en nuestros días, algunas estadísticas sostienen que cerca de un 20% de la población sufre depresión. Quizás el emblema del cientificismo y el pragmatismo modernos triunfantes sea el medicamento antidepresivo. Con el antidepresivo, aparentemente, la ciencia ha triunfado sobre las fronteras del alma logrando hacer desaparecer el dolor. Vemos a diario como, a cada persona “normal” que sufre los golpes de alguna penosa pérdida, abandono, desempleo, accidente, se le receta en cada caso la combinación necesaria de ansiolíticos o antidepresivos para sobrellevar su dolor. ¿Sobrellevar su dolor? o ¿acallar su dolor?

Vemos hoy como los hombres y mujeres de nuestra cultura, afectados por las enfermedades del humor, son medicados con la misma gama de medicamentos frente a cualquier cosa. Por un lado se encomiendan a la medicina científica, y por otro aspiran a una terapia que reconociendo su identidad de lugar a la palabra. El Psicoanálisis, paradigma revolucionario desde hace ya 100 años, parecería haber perdido algo de su fuerza revolucionaria, cediendo el terreno en lo que a la “cura a través de la palabra” se refiere.

Como lo dice Élisabeth Roudinesco “Asistimos en las sociedades occidentales a un increíble auge de ensalmadores, hechiceros, videntes y magnetizadores. Frente al cientificismo erigido religión y frente a las ciencias cognitivas, que valorizan al hombre – máquina en detrimento del hombre deseante, vemos florecer, como consecuencia, toda una clase de prácticas surgidas, ya de la prehistoria del freudismo, ya de una concepción ocultista del cuerpo y el espíritu: magnetismo, sofrología, naturopatía, iriología, auriculoterápia, energética transpersonal, prácticas medúmnicas y de sugestión, etc. Contrariamente a lo que podríamos creer, estas prácticas seducen más a las clases medias (empleados, profesionales liberales y ejecutivos) que a los medios populares” (Roudinesco, 2002). Intentaremos reflexionar sobre esto último.

La pseudoterapias New Age

Daremos unas breves pinceladas acerca del fenómeno de la Nueva Era, luego pasaremos a exponer el tema de las “terapias” New Age intentado brindar una comprensión psicoanalítica de lo que, en la mayoría de los casos, sucede a la interna de esos vínculos terapéuticos. Bajo el término “New Age” se engloba un conglomerado de ideas que hace difícil su concreción: hay quienes sostienen que es una nueva forma de afrontar la vida y de expresarla, para otros es un sincretismo tan enorme que lo único que pretende es confundir y recoger el fruto de tal confusión.

Para algunos (Silleta, 2007) empezó en la década de los ´60, principalmente en California, intentando propagar una nueva conciencia, un movimiento de contracultura, donde miles de jóvenes decían no al sistema y se enfrentaban a la autoridad. Para otros (Guerra Gómez, 1998), el nombre fue divulgado por la teosofista A. Bailey (1880 – 1949) y por el esoterista Paul le Cour (1871 – 1954). Finalmente el consumo de drogas alucinógenas, como el LSD, permitió a aquellos jóvenes del movimiento contracultura, poder experimentar con estados alterados de conciencia para así poder alcanzar nuevos “niveles de conciencia”.

Hoy ya no se trata de cambiar el sistema, antes de hacerlo hay que cambiarse a sí mismo. Se encuentra que en esa búsqueda del yo, las religiones orientales están más cerca que las occidentales. Se argumenta que las religiones asiáticas valoran más la experiencia interior que los logros externos, la armonía con la naturaleza más que su explotación. Y, en muchos, casos se ha pasado del “prohibido prohibir” a un “sí, maestro”.

Nuestro momento actual dista mucho de desconocer la fascinación por lo sagrado, que irrumpe por caminos que parecían ya poco transitados o reservados a los marginados de la religión. Quién se sorprende ya por ciertos programas de televisión, ciertos programas de radio, ciertos avisos en diarios y revistas en donde aparecen “ofertas religiosas” mezcladas con “ciencia”: radiestesia, control mental, reiki, budismo, meditación trascendental, viajes astrales, Jesús cósmico, Iglesias Neopentecostales, grupos gnósticos, etc. Pero, ¿qué es lo que está ocurriendo? los intentos de explicación son varios (Farías, 2004).

Una explicación socio cultural, coloca este fenómeno dentro de un movimiento sociocultural solamente, otra explicación proviene desde la crítica religiosa y afirma que las religiones históricas se han vuelto acartonadas no sabiendo dar respuestas a la nueva sensibilidad postmoderna. La tercera explicación nos introduce de lleno en ese mundo de la “New Age”, o sensibilidad mística de nuestro tiempo. Nos hallaríamos ante el inicio de una nueva época (la de Acuario) que supone una sensibilidad diferente de la que ha predominado hasta hoy (era de Píscis), más belicosa, delimitativa, institucionalizada y racionalista (Farías, 2004).

La New Age hunde sus raíces en el intento de encontrar puntos de contacto entre ciencia y religión, entre la razón y la magia, entre Oriente y Occidente. Se pretende crear un nuevo paradigma. Se trata de una huída de lo tradicional hacia lo alternativo. Una de las principales divulgadoras del pensamiento New Age, Marilyn Ferguson en el que seguramente es su libro más famoso, “La conspiración de Acuario” (Ferguson, 1985), habla de las principales psico-técnicas que hay que emplear para alcanzar la transformación de la conciencia, entre ellas incluye: la hipnosis, la meditación, grupos de ayuda, técnicas de biofeedback, técnicas chamánicas, seminarios para el desarrollo del potencial humano, la teosofía, terapias corporales, bioenergética, disciplinas orientales, etc.

Según ella, para que se de esta transformación habría que recorrer 4 etapas:

- Habría un despertar que se produciría en un momento determinado por un estímulo adecuado, como ver una película, leer un libro, tener una alucinación producida por una droga, por la recitación de un mantra, etc.

- Luego, gracias a técnicas cono el zen, el yoga, la bionenergética, etc. llegará el momento de explorar el cuerpo y la mente. De esta exploración resultaría la integración y “unificación de las energías”.

- La integración de las energías suele traer consigo el “encuentro con ángeles”, realizar un “viaje astral” en donde se percibe la “memoria del Universo”, donde se llega a tener un conocimiento superior que no está limitado por el espacio y el tiempo, donde uno es capaz de realizar lo que desee con solo pensarlo. Una vez culminada la etapa de integración con el todo, donde todo es Dios, y por lo tanto “yo soy” Dios, se pasa a la cuarta etapa.

- Llega la conspiración, donde se irradia el estado de alcanzado hacia todo lo que le rodea, hasta conseguir la transformación que él ha experimentado.

Hay que aclarar qué es lo que en la New Age se entiende por “Dios”. Dios sería la “Energía” que en un momento determinado descendió sobre Jesucristo, Buda, Mahoma, y más cerca en la historia sobre el Conde Saint Germain. Los nueverinos interpretan la crucifixión, resurrección y ascensión de Jesucristo dentro de un contexto esotérico, como un símbolo de la liberación de la Energía crística y su difusión a modo de gas vivificador del cielo nuevo y la tierra nueva, manifestación esta que se manifestará en todo su esplendor cuando ocurra el advenimiento de la “Nueva Era” o “Era de Acuario”. Mientras que el Cristo interior en inmanente a cada uno es la “chispa” interior, desprendida de la Energía o Cristo cósmico. Cualquiera puede llegar a ser “Cristo”, para ello hay que recurrir a las técnicas New Age y sobretodo provocar estados alterados de conciencia (trances místicos, fenómenos de channeling, etc.) al mismo tiempo que hay que conectarse con la ecología, conducto de la Energía cósmica. (Guerra Gómez, 1998).

A partir de la práctica del “channeling” (canalismo), se puede invocar la asistencia de los llamados “Maestros Ascendidos” o “Avatares”, estos verdaderos guías de la humanidad le dictarían en la conciencia a las personas sobre qué hacer, sentir, pensar, de manera que cada uno invocando a su Maestro Ascendido de turno, puede llegar a justificar cualquier decisión por irracional que parezca. “Estos “maestros ascendidos”, avatares, son hermanados y yuxtapuestos unos a otros en una perpleja y solidaria enumeración: Henoc, Elías, Moisés, Paracelso, El Morya, Noé, Mahachohan, Pitágoras, Confucio, Jesús de Nazareth, Hermes Trismégisto, Elohim, Buda, Nichiren, Mahoma, Krishna, Melquisedec, Maitreya, El Rey Arturo, Minerva, Nabucodonosor, Serapis Bei, Lady Rowena, San Juan Bautista, Eliphas Lévi, Sanat Kumara, El Arcángel Miguel, M. Eckhart, Nanak, Francis Bacon, La Virgen de Fátima, El Conde de Saint Germain... y también algún E.T. Todos ellos serían manifestaciones del único ‘Cristo cósmico’” (Pastorino, 2004)

Como casi siempre, cuando se mezclan tantas cosas al final no tenemos nada, al menos nada positivo o que realmente sirva para algo. Podemos decir que de cada área se entresaca lo que se quiera, sin profundizar en nada, y lo utilizan como recetas, aplicables para todo el mundo. El mayor problema con todo esto es la utilización perversa de estas creencias y técnicas. Cada uno es libre de pensar y creer en lo que le parezca más oportuno. Lo malo es cuando sin aviso previo se le van introduciendo creencias que no compartía en primera instancia, aprovechando circunstancias poco éticas a través de un proceso de manipulación psicológica (Farías, 2006).

Muchas de las ofertas terapéuticas que aparecen en los anuncios que podemos ver en las paradas de ómnibus, en la radio, en revistas y en programas de televisión van desde la terapia reikista, angeológica, terapia floral, curación con cristales, yoga, chamanismo, regresiones a vidas pasadas, el Instituto Nefrú del Maestro Rolland, la Metafísica New Age de Mario Olivero Troise… la lista es interminable. En la mayoría de estos casos no hay al frente de este tipo de ofertas terapéuticas un profesional idóneo, es decir un Psicólogo o un Psicoterapeuta formado para el ejercicio de tal función. Cuando lo hay se dan fenómenos de intrusismo profesional y abuso terapéutico.

Rodríguez y Almendros (2005), en una investigación realizada por la Universidad Autónoma de Madrid, afirman que el 97% de las personas que habían estado en pseudoterapias afirmaba haber sufrido abusos verbales por parte del “terapeuta”; el 86% se sintieron dañados por la experiencia; el 78% recibieron malos tratos; el 50% sufrieron depresión; el 25% tuvieron relaciones sexuales con el “terapeuta”. La clínica con pacientes que han vivido este tipo de experiencias y con sus familiares nos muestra que estos “terapeutas” terminan siendo verdaderos manipuladores ya que con su forma de actuar denotan un desconocimiento de la ética profesional trasgrediendo los límites de la misma, hacen un mal uso de las técnicas psicoterapéuticas y llevan a cabo un manejo de la relación terapéutica en su beneficio personal.

El funcionamiento más común de este tipo de terapeutas como lo afirma Perlado (2002) es de tipo dominante, con fuertes tendencias narcisistas, aspectos de grandiosidad y paranoidismo, mostrándose como personas muy hábiles verbalmente.

En Psicoanálisis la “situación analítica” está definida por el encuadre. El encuadre con sus reglas, posibilita el desarrollo del proceso, son los carriles por donde transcurre el tratamiento y, en general, toda ruptura del encuadre puede llegar a significar una alteración de la situación analítica y del tratamiento. Si hay algo que no hay en las “terapias” New Age es un encuadre. En general en este tipo de “terapias”, los límites terapéuticos se diluyen y los pacientes terminan por transformarse en verdaderos creyentes o adeptos, se establece una co-dependencia donde el “terapeuta” y sus pacientes transforman la experiencia terapéutica en un sistema cerrado donde predomina la perversión, de esta manera los pacientes llegan a ser amigos de sus “terapeutas”, empleados, colegas, aprendices; en las situaciones de grupo llegan a convertirse en hermanos que están agrupados con el fin de admirar y dar apoyo a su “terapeuta”. Como se podrá ver se despliega una dinámica similar a la de los grupos dogmáticos [“Grupo dogmático”,” secta coercitiva”, “grupo de manipulación” son para nosotros términos equivalentes].

No vamos a ingresar, porque no es el objetivo de este trabajo, en el difícil terreno de definir qué es una secta. El “problema de la definición” como lo llaman los especialistas en la materia, es un problema harto difícil y que suele levantar ampollas. Solamente vamos a tomar la llamada “definición psicológica” de la Dra. Margaret Singer (2003) a fin de aclarar un poco en lo que a la pregunta que motiva nuestro trabajo respecta. Singer afirma: “prefiero emplear la expresión ‘relaciones sectarias’ para significar de manera más precisa los procesos e interacciones que se dan en una secta. Una relación sectaria es aquella en la que una persona induce intencionalmente a otras a volverse total o casi solamente dependientes de ella respecto de casi todas las decisiones importantes de la vida e inculca en esos seguidores la creencia de que ella posee algún talento, don o conocimiento especial” (Singer, 2003, 34). Más adelante esta autora afirma que el rótulo “secta” refiere a tres factores: a) el origen del grupo y el rol del líder; b) la estructura de poder o relación del líder y los seguidores y c) el uso de un programa coordinado de manipulación psicológica (de aquí en adelante MP) o lo que más comúnmente se denomina “lavado de cerebro” (Singer, 2003).

¿Cómo se llega a esta situación? Desde una comprensión psicoanalítica, podemos afirmar junto con Perlado (2002) que se produce la perversión de una relación transferencial. Una forma de entender esto es tomándolo como una inversión del diálogo analítico. En la práctica psicoanalítica atendemos al paciente para conducirle por un camino desconocido de antemano que va orientado, entre otras cosas, a disolver la dependencia derivada de la transferencia para incrementar la autonomía del paciente. El propósito del terapeuta no es el lucro personal a costa de un tratamiento interminable, sino ayudar al paciente a alcanzar un mayor bienestar personal, familiar y social. En momentos del proceso puede ser que aparezca una transferencia idealizante y adhesiva que se mantiene rígida. Este fenómeno se acerca bastante a lo que pasa en la relación entre el adepto y su líder, pero al contrario de lo que sucede en el discurso dogmático que asume como cierta esa transferencia, en nuestro trabajo no asumimos esa proyección y la tomamos como producto de una fantasía inconciente. Es en este último punto en donde radica, a nuestro entender, lo que podemos entender como manipulación, es decir, una perversión del vínculo transferencial encaminada a alimentar el yo narcisista del líder (Perlado, 2002).

En los testimonios de personas afectadas por este fenómeno, podemos ver como a poco de iniciar el “tratamiento” se comienza a llevar a cabo el proceso de MP (Farías, 2006). Todo comienza con lo que llamamos “proselitismo engañoso” (Baamonde, 2003), es decir, a la persona que consulta a este tipo de “terapeutas” nunca se le dice el verdadero trasfondo sectario que este tipo de prácticas terapéuticas tienen. A poco de comenzar el tratamiento, y gracias a procesos fundamentalmente inconcientes, se le irán inculcando todo un nuevo sistema de creencias que, de haberlo sabido antes, seguramente la persona no los hubiese aceptado. Poco a poco se ira incrementando la asimetría, el “terapeuta” se auto impondrá títulos como “Maestro”, “Gurú”, “Apóstol”. A partir de este “estatus de superioridad” junto con una actitud “paternalista benevolente” irá buscando que el paciente haga “confesiones íntimas”, iniciándose así la espiral de la captación manipulatoria. El proceso de MP termina siendo una violenta intrusión en el mundo interno del paciente, implantando objetos internos nuevos, llegándose incluso a negar la parentalidad y el discurso social. Es un proceso de violencia psicológica que genera fuertes estados regresivos y una gran dependencia. Esta gran dependencia está enfocada a transformar al sujeto en objeto, en instrumento del “terapeuta”, esto explica en parte, el por qué de la gran dificultad de abandonar este tipo de relaciones. Termina por darse una lógica dual, maniquea, escindida, clivada, en donde todo lo bueno está dentro de la relación fusional con el “terapeuta” y todo lo malo fuera.

El compromiso del adepto se apoya sobre un lazo transferencial muy intenso, podemos decir que es una verdadera “realización” de la transferencia, favoreciendo la regresión para incrementar la dependencia y explotado al máximo por el “terapeuta” para su beneficio personal. Todo comienza como una seducción, a partir de esta seducción comienza una forma sutil e insidiosa de violencia, de presión emocional sobre la base del poder destinada a transformar al sujeto en objeto. Las personas tienden a consultar estos “terapeutas” generalmente en situaciones de crisis. No es tan importante el contenido de la crisis (económica, afectiva, existencial, etc.) como el hecho mismo de la crisis, el hundimiento de las convicciones básicas del sujeto y el incremento de vulnerabilidad consecuente. En un momento de crisis, la confianza en objetos internos buenos y continentes se pierde y es entonces cuando el “terapeuta” se introduce en el mundo interno del sujeto para llevarlo a la condición de adepto. Bastará con que el “terapeuta” tome un conocimiento del sujeto que alcance como para que desnude sus grietas narcisistas, estas grietas narcisistas se hacen más visibles en los momentos de crisis vitales en los que solemos todos ser más vulnerables. Así también decae la confianza en los objetos buenos continentes; el “bombardeo de amor”, el otorgamiento de “padres espirituales”, el “sobredimensionamiento de los conflictos”, sobre todo los familiares, será la manera de comenzar un ataque a los objetos parentales (de hecho, este tipo de “terapeutas” se presentan generalmente como padres o madres perfectos), para luego ser sustituidos por verdaderos “objetos internos implantados mediante un proceso de infiltración masiva en la mente del sujeto que terminara por despojarlo de su mundo simbólico llevándolo a un estado de no – pensamiento” (Perlado, 2002)

La seducción sectaria es una forma de seducción narcisista en tanto que despliega un proceso tendiente a envolver y enredar cada vez más al sujeto en la espiral del grupo, prometiéndole un ideal a través de una adhesión pasional y radical que se supone que operará como una suerte de transformación personal radical y trascendente a través de rupturas en las relaciones (“renunciamientos” a los amigos, trabajo, estudios, familia). Lo que se ofrece es una convicción totalizante a través de experiencias afectivas oceánicas que llevan a una inflación yoica (a la búsqueda del “yo ideal” infantil), de esta manera el narcisismo dañado por la crisis del sujeto es sustituido por una convicción dogmática que recubre el daño con la apariencia de bienestar. Una vez seducido el sujeto y atacado su equilibrio narcisista se ponen en marcha prácticas destinadas a desmantelar el yo (“atrofiamiento de identidad, memoria y pautas de vida”), a desmantelar el aparato mental, lo que luego encontraremos en la clínica como pacientes con una importante “hemorragia narcisista” (Perlado, 2005).

Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921), nos brinda algunas claves para comprender lo que sucede en algunos grupos terapéuticos New Age. La noción de superyo todavía no era utilizada por Freud cuando escribe esta obra, a esta altura utiliza el término “ideal del yo”, dice Freud: “llamamos el «ideal del yo», y le atribuimos las funciones de la observación de sí, la conciencia moral, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia en la represión” (Freud, 1921, 103). Podemos llegar a sostener que el superyo es sustituido por un superyo externo, en el caso de los grupos dogmáticos por la figura del líder, este objeto implantado a través del proceso de MP se ha puesto en el lugar del ideal del yo, calla la crítica operada por esta instancia y todo lo que el objeto hace y pide es considerado justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece a favor de este objeto. Freud en relación a esto termina definiendo a la masa como un grupo de individuos que han colocado un objeto en el mismo lugar, en el lugar de su “ideal del yo” y que por lo tanto se identifican entre sí en su yo (Freud, 1921). Esto ha traído a colación hechos trágicos como lo que recientemente sucediera en la región de Penza en Rusia.

Pero más allá de este tipo de hechos vemos familias fracturadas por este fenómeno, personas explotadas al extremo, graves trastornos psiquiátricos, suicidios, son las consecuencias de este tipo de “terapeutas” perversos.

En nuestro país este tema de las pseudoterapias, el tema de los grupos sectarios, no esta presente en la currícula de la formación de los futuros profesionales de la Salud Mental. Ni en la Universidad de la República, ni en la Universidad Católica ni en el Universitario Francisco de Asís se estudian ni se investigan estos temas. A partir de la investigación bibliográfica y gracias al contacto con investigadores de primer nivel a nivel mundial, como es el caso del Psicoanalista Catalán Miguel Perlado o la Dra. Carmen Almendros de la Universidad Autónoma de Madrid, y el ya fallecido Lic. José María Baamonde, hemos podido profundizar mucho a nivel teórico en este tema que nos apasiona desde hace ya muchos años. Queda pendiente el poder realizar en nuestro medio investigaciones empíricas que nos permitan cuantificar el impacto de este tipo de prácticas a nivel de nuestra realidad, llevar a cabo investigaciones de este tipo sin el apoyo de una institución es imposible. Por el momento estamos trabajando por instalar el debate sobre éstos temas, para nosotros, encuentros como el de hoy son mojones muy importantes en nuestro trabajo.

BIBLIOGRAFÍA

Almendros, Carmen. 2005. Ladrones de libertad. Pseudoterapias “religiosas” New Age. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid Ediciones

Baamonde, José María. 2003. La Manipulación Psicológica de las sectas. Madrid: Ed. Paulinas

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- 2004. Postmodernidad, el retorno de Dios. (Inédito)
- 2006. Ladrones de libertad, un abordaje psicoanalítico al fenómeno de la manipulación psicológica sectaria. Memoria de Grado en la Universidad Católica del Uruguay.

Ferguson, Marilyn. 1985. La conspiración de Acuario. Barcelona: Kairós

Freud, Sigmund.
- 1921. Psicología de las masas y análisis del yo (Obras completas tomo XVIII) 4ª 1993. Buenos Aires: Amorrortu Editores
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Pastorino, Miguel. (2004) New Age: la punta del iceberg. Artículo publicado en el Quincenario “Entre Todos”. Montevideo, noviembre de 2004

Perlado, Miguel.
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- 2002. A propósito de un tipo especial de perversión narcisista. Publicado en: “Revista de Psicoterapia Psicoanalítica”, Nº 5

- 2005. La atadura sectaria. Publicado en: “Intercambios, Papeles de Psicoanálisis”, Nº 15

- 2007. Estudios Clínicos sobre sectas. Barcelona: Ed. Atención e Investigación en Socioadicciones

Roudinesco, Élisabeth. 2002. ¿Por qué el Psicoanálisis? Buenos Aires: Ed. Paidós

Silleta, Alfredo. 2007. Shopping Espiritual. Buenos Aires: Ed. Martínez Roca

Singer, Margaret. 2003. Las sectas entre nosotros. 3ª Barcelona: Ed. Gedisa

3. Aniversario de José María Baamonde: “la Nueva Era ofrece un vago espiritualismo gnóstico”. FUENTE: Arbil

Hoy, 23 de agosto, se cumple el segundo aniversario de la muerte de José María Baamonde, uno de los iniciadores de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Por ello añadimos a este número monográfico sobre la Nueva Era una interesante entrevista que publicó la revista Arbil (nº 71-72), y realizada por F.J.V.O. Es nuestro sencillo homenaje a José María, con cuyo espíritu queremos continuar en la RIES, y a toda la labor que desarrolló desde la Fundación Spes.

Baamonde era licenciado en Psicología, y como psicólogo clínico especializado en la atención psicoterapéutica a los afectados por las sectas, y buen conocedor del tema, en 1989 fundó la Fundación Spes (Servicio para el esclarecimiento de las sectas y nuevos movimientos religiosos), que presidió hasta 2001. Desde entonces, con su cambio de residencia a España, era el Director de su Área de Documentación e Investigaciones. Además, colaboró muy estrechamente con el Centro Ecuménico “Misioneras de la Unidad” de Madrid.

Participó en multitud de congresos y reuniones internacionales, como experto particular o representando a organismos eclesiales, como en la reciente Consulta Internacional sobre New Age (junio 2004), organizada por la Santa Sede en la Ciudad del Vaticano. Era asesor del Secretariado para la Familia de la Conferencia Episcopal Argentina desde 1997, profesor del Instituto de Cultura Universitaria de la Pontificia Universidad Católica Argentina y del Centro de Investigación de Ética Social. Desde 2003 era profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, lugar donde ha dejado buenos compañeros y alumnos.

Baamonde escribió los siguientes libros en Argentina: Sectas en Preguntas y Respuestas (1992), Los Niños de Dios (1992), Sectas y Lavado de Cerebro (1993), La Familia: La Verdadera Historia de los Niños de Dios (1993), Los Cultos Afrobrasileños (1995), Sanaciones, Posesiones y Exorcismos (1996), El Fenómeno de las Sectas y los Nuevos Movimientos Religiosos (1997), Sectas y Nuevos Movimientos Religiosos (1998), La Iglesia y las Sectas (1998), Libertad Religiosa, Cultos y Sectas en la Argentina (2001), y en España La Manipulación Psicológica de las Sectas (2003).

- Usted es un conocedor de la situación de las sectas en Argentina y en el resto de Hispanoamérica, así como de su impacto en el pueblo católico. Desde su perspectiva, ¿se trata de un fenómeno creciente o se encuentra en vías de estancamiento?

- En general el fenómeno de las sectas y los nuevos movimientos religiosos (NMR), registra un constante crecimiento, aunque variable en su proporción, según una serie de circunstancias. Entre otras podemos mencionar ciertos períodos de la historia. Como dijera en un trabajo anterior, existe en el ser humano una tendencia al cierre o consumación de ciclos o períodos de años. Es por esta razón que tanto en el año 100, en el año 500, en el 1000 ó 1500, tendían a surgir grupos de carácter gnóstico o esotérico y, por sobre todo apocalípticos, que sostenían que en el año 100 iba a registrarse el fin del mundo, o en el 1000 ó el 1500.

Nuestro reciente fin de siglo, coincidente con el fin del segundo milenio, no fue una excepción. En las últimas décadas surgieron muchísimos grupos de carácter gnóstico y esotérico, al igual que grupos apocalípticos. La única diferencia distintiva que hemos registrado en la actualidad es que, por sobre la idea de un fin del mundo, ganó preeminencia la idea de transformación, surgiendo así un movimiento muy amplio y difuso, con un alto contenido gnóstico y esotérico y que se lo conoce con el nombre de New Age o Nueva Era.

Otro factor no menos importante para el crecimiento de los NMR, consiste en los Medios de Comunicación Social. Antes de la existencia de éstos, un grupo no tenía mayor influencia que en la zona geográfica donde desarrollaba sus actividades, y su propagación y crecimiento era proporcional a la velocidad de los medios de transporte de la época.

En la actualidad un NMR por más pequeño que sea, teniendo acceso a los Medios de Comunicación Social, puede llegar al mundo entero en pocos segundos, propagando sus prácticas, creencias y actividades proselitistas, masivamente. Es por esta razón que algunos NMR, especialmente evangélicos de tipo pentecostal, han montado grandes cadenas radiales y televisivas, e incluso, han comprado partes de satélites a fin de lograr emisiones durante las 24 horas a gran parte de mundo, en forma simultánea.

En la década de los ochenta, hubo un grupo evangélico pentecostal que llegó a instalar grandes antenas en medio de barrios marginales en países de Centroamérica y obsequiar televisores, a fin de que los habitantes de dichos barrios pudieran recibir sus programas exclusivamente.

- Ante el fenómeno de las sectas, las realidades de España y Argentina, ¿son equiparables en este sentido?

- Es un fenómeno mundial, aunque evidentemente, siempre encontraremos algunas características particulares de acuerdo a las diversas regiones del mundo. En lo que respecta a este tema, Argentina no se diferencia de los países desarrollados del Primer Mundo. No sólo viene importando movimientos de estas características desde hace varias décadas, sino que ya se ha convertido en un exportador más, con grupos que han tenido su origen en nuestras tierras y hoy, desarrollan una amplia actividad en países europeos, como es el caso de Nueva Acrópolis o El Movimiento, fundado por Rodríguez Cobo, más conocido como "Silo".

Y no sólo Argentina, muchos otros países de América Latina son generadores de movimientos de características sectarias y que desarrollan actividades tanto en Europa, como en los Estados Unidos de Norteamérica y el resto del mundo.

Quizás una de las tantas diferencias podremos encontrarla en lo que se refiere al tratamiento del fenómeno. En los países del Primer Mundo existe un número importante de estudiosos que llevan años en el seguimiento al presente fenómeno. Por el contrario, en Argentina como en el resto de los países de América Latina, los abocados a la presente temática son escasos y, mayoritariamente, los estudios corresponden a las dos o tres últimas décadas y desde una perspectiva sociológica o teológica, aspectos estos muy importantes, pero insuficientes para comprender a un fenómeno que obedece a muchísimas razones distintas.

- La Fundación SPES viene realizando un extraordinario trabajo especializado en la formación de laicos y sacerdotes y en el tratamiento de otros aspectos asociados al fenómeno de las sectas y los nuevos movimientos religiosos (NMR). Esta labor, ¿es suficiente, o deben dedicarse más esfuerzos en este sentido? La lucha contra el avance de las sectas, ¿debe implicar también a otros sectores de la Iglesia católica?

- En primer lugar, yo no hablaría de lucha contra el avance de las sectas. El objetivo de la Fundación SPES es el estudio interdisciplinario del fenómeno, a fin de brindar elementos para el discernimiento y respuestas al desafío que implican, como así también una serie de servicios concretos para la Iglesia y otras instituciones, y para personas que se encuentran afectadas directa o indirectamente por esta problemática.

Por otra parte, siempre existirán movimientos de estas características por lo que una lucha sería totalmente infructuosa. Estimo mucho más efectivo trabajar fundamentalmente sobre dos aspectos: la formación en la propia fe, y la información general sobre el fenómeno. De esta manera lograremos que cada vez sean menos los que se dejen seducir por propuestas tentadoras, pero irreales. Ahora bien, la gran envergadura del fenómeno, hace que los esfuerzos deban incrementarse y no sólo por parte de la Iglesia, sino que deben implicar a toda la sociedad.

En lo que respecta a la Iglesia y pese a los constantes pedidos por parte del Magisterio Pontificio, son pocos los seminarios, universidades y demás instituciones educativas, que estudien el fenómeno de manera más o menos sistemática. En los seminarios, por lo general, su tratamiento se efectúa tangencialmente cuando se estudian temas como ecumenismo o pastoral. No hablemos ya de otras instituciones educativas, incluyendo universidades católicas, donde en algunos casos existe una subestimación del tema y en otros una sobrevaloración, rayana al temor.

En cuanto al resto de la sociedad, creo que hay que superar el prejuicio de que el fenómeno de las sectas y NMR son sólo un problema que compete a la Iglesia o al resto de las religiones clásicas o tradicionales. Este tema va mucho más allá de lo simplemente religioso. Y mire usted qué curioso. Los únicos preocupados en reducir este tema a una cuestión religiosa, son las mismas sectas. De esta manera, cuando son blanco de una crítica objetiva, comienzan a realizar grandes campañas manifestando que son víctimas de una persecución religiosa y sacan a relucir clichés como Santo Oficio, nuevas cruzadas, etc.

Este tema compete a toda la sociedad, porque toda ella es interpelada por el presente fenómeno. Este es un problema que compete al Estado, a los gobernantes, a los profesionales, a los educadores y a los educandos, a los padres y a los hijos.

Quizás debiéramos preguntarnos cada uno de nosotros, en qué nos afecta o involucra el fenómeno de las sectas o NMR, de qué manera podemos responder al desafío, y cómo podemos comprometernos desde nuestra vocación particular. Creo sinceramente que todos podemos dar una respuesta: el gobernante, desde su función pública; el político, desde su bancada; los profesionales, desde sus disciplinas académicas; el educador, desde su cátedra; y los padres de familia, desde su mesa, donde comparten el pan y, en diálogo profundo, rico e íntimo, velan por una formación integral de sus hijos.

- ¿No considera que, para afrontar el fenómeno de las sectas, además de extender una buena formación es imprescindible una vivencia personal de la fe y la pertenencia a una realidad eclesial humana concreta?

- Absolutamente. La formación sin la gracia, no sirve para nada, o sirve para muy poco.

- Lleva un año viviendo entre nosotros. ¿Existe alguna iniciativa similar a su Fundación en España? ¿Cree necesario, para España, algún instrumento análogo al impulsado por usted en Argentina?

- Por el momento estamos considerando la posibilidad, junto con otros profesionales, de crear un centro de formación dentro de una institución educativa, aunque considero que siempre será necesaria la organización de diversas instituciones que se aboquen al estudio del presente fenómeno, desde diversas perspectivas.

- En América Hispana, parece ser, arraigan de forma particular las sectas pentecostales y evangélicas. En España, por el contrario, parece ser, echan raíces las diversas corrientes de la new age en su versión de "religión de supermercado". ¿Le parece justo este juicio?
- En un principio y con una mirada rápida podría decirle que sí, aunque no utilizaría la palabra secta, para referirme a los grupos evangélicos de tipo pentecostal en general, ya que dentro de este espectro existen grandes variaciones, en razón de que los pentecostales se caracterizan por ser autocéfalos. En términos generales es muy distinto el fenómeno del pentecostalismo en América Latina, que con respecto a Europa.

En América Latina los pentecostales son el grupo de mayor crecimiento en estos momentos y ello obedece a muchas razones, entre las que no se pueden dejar de tener en cuenta la situación de crisis medianamente constante que viene padeciendo toda la región; la ayuda extranjera, mayoritariamente proveniente de los Estados Unidos de Norteamérica y esto especialmente en ciertas regiones de Centro América y norte de Sudamérica; los planes y seminarios de crecimiento al que son tan afectos, como el Plan Amanecer que se proponía alcanzar a ser más del 50 % de la población para el año 2000 y edificar un templo cada mil habitantes; el proselitismo agresivo y compulsivo, denunciado en los documentos de la III y IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizadas en Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), respectivamente; y la capacidad del autopastoreo sin ningún tipo de control, entre otras.

Esta última es una razón muy pocas veces tenida en cuenta. Al ser estos grupos autónomos y autocéfalos, es muy frecuente que un integrante de los mismos, disgustado con sus pastores o, simplemente porque cree haber recibido un llamado divino, se autoproclame pastor o pastora y dé comienzo a un nuevo grupo pentecostal. De esta manera la progresión del crecimiento, suele ser geométrica.

Algunas fuentes afirman que un 15,4 % de brasileños, unos 25 millones aproximadamente, se han adherido al pentecostalismo; un 25 % en Chile; y un 31 % en Guatemala, aunque es importante resaltar en lo que respecta a este último país, que allí el pentecostalismo tuvo gran ayuda gubernamental para su expansión, durante la presidencia del Ríos Montt. Algo parecido ocurrió en Perú, durante el gobierno de Fujimori y en Chile, durante el gobierno de Pinochet.

En España y Europa en general, la presencia por el momento de este tipo de movimientos no es de gran envergadura, pero estimo que pronto variará en razón de la gran afluencia de latinoamericanos. En lo que respecta a la New Age o Nueva Era, también en un principio coincidiría con su juicio, y ello particularmente porque lo más visible de esta corriente, apuntaría a sectores de un mediano poder adquisitivo y con una formación intelectiva media. Pero como expresara, este es sólo el aspecto más visible de la New Age.

Existe un segundo nivel que está logrando permeabilizar a todos los sectores de la sociedad, tanto a nivel económico como intelectual, y tiene también una fuerte presencia en países de América Latina.

- Sectas y new age encuentran un buen mercado entre amplios sectores católicos. ¿Qué falla en nuestra Iglesia, a su juicio, para que tengan este éxito, especialmente entre mujeres y jóvenes?

- Son varios los factores que se relacionan para el éxito de la New Age o Nueva Era en sectores católicos, una de las cuales indudablemente, responde a una muy pobre formación en la propia fe.

Ocurre que la New Age si bien no se presenta como una religión propiamente dicha, posee empero, un alto contenido religioso. Ofrece un vago espiritualismo gnóstico, donde la salvación se lograría por el conocimiento y no por la fe o la conducta. De esta manera propugnan un crecimiento espiritual sin atenerse a dogmas o sacrificios de ningún tipo, sino tan sólo escuchando la voz interior. Esta falsa espiritualidad demanda, consecuentemente, el abandono progresivo de toda creencia previa, para experimentar una nueva religión sin divisiones, donde Dios es conceptualizado como una Gran Energía.

Es aquí donde quizás se encuentre una de las razones del éxito que registran en una sociedad sensual y consumista, las doctrinas y prácticas de la New Age, al poner comercialmente y al alcance de cualquiera, una experiencia mística sensible y a medida del consumidor, una mística part time y para el tiempo libre, y sin necesidad de transitar por esa noche oscura de la que grandes y verdaderos místicos han hablado tan profusamente.

Con una oferta tan tentadora, ha logrado permeabilizar a muchísimos católicos, incluyendo algunos sacerdotes y religiosas. Al respecto son muy esclarecedoras las palabras de S.S. Juan Pablo II a los obispos norteamericanos en la visita ad limina del 18 de mayo de 1993:

"Muchos de vosotros habéis escrito cartas pastorales sobre los problemas que presentan las sectas y movimientos pseudo religiosos, incluido el llamado New Age. Las ideas de la New Age a veces se abren camino en la predicación, la catequesis, los congresos y los retiros, y así llegan a influir incluso en los católicos practicantes, que tal vez no son conscientes de la incompatibilidad de esas ideas con la fe de la Iglesia.

"En su perspectiva sincretista e inmanente, estos movimientos pararreligiosos prestan poca atención a la Revelación, más bien, intentan llegar a Dios a través del conocimiento y la experiencia, basados en elementos que toman prestados de la espiritualidad oriental y de técnicas psicológicas. Tienden a relativizar la doctrina religiosa a favor de una vaga visión del mundo, que se expresa mediante un sistema de mitos y símbolos revestidos de un lenguaje religioso. Además proponen a menudo una concepción panteísta de Dios, incompatible con la Sagrada Escritura y la tradición cristiana. Reemplazando la responsabilidad personal de nuestras acciones frente a Dios con un sentido del deber frente al cosmos, tergiversando así el verdadero concepto de pecado y la necesidad de la redención por medio de Cristo".

De esta manera, a través de diversas organizaciones, programas educativos, libros, revistas, programas radiales y televisivos, la New Age va ganado adeptos día a día con el objetivo final, según sostienen, de borrar las fronteras universales, para lograr la creación de una suprarreligión donde el hombre sea el Alfa y el Omega, el Principio y Fin de todas las cosas, logrando así una caricatura de la religión: Ya no es el hombre el creado a imagen y semejanza de Dios, sino Dios, el creado a imagen y semejanza del hombre.

- La Masonería jugó, en el pasado de Argentina y de España, un importante papel. En la actualidad, sin embargo, parece haberse difuminado su tradicional influencia. Sin embargo, parece adivinarse un influjo de muchos principios masónicos en buena parte de los presupuestos y propuestas de la new age y numerosas sectas ocultistas. ¿Qué opinión tiene al respecto?

- La influencia de la masonería, a mi entender, sigue con plena vigencia en los más diversos ámbitos y comparte con las numerosas sectas ocultistas, sus contenidos de carácter gnóstico y esotérico. En cuanto a la New Age o Nueva Era, pueden observarse claramente estos influjos en muchas de las propuestas que hace el presente movimiento. Desde la creación de una suprarreligión, hasta su rechazo, yo diría en algunos casos hasta visceral, al cristianismo

- Desde algunas revistas especializadas, es el caso de "30 días en la Iglesia y en el mundo", se ha denunciado la irrupción actual de concepciones gnósticas semejantes a las sufridas en los primeros siglos del cristianismo. ¿Se trata de un fenómeno asociado al florecimiento de las sectas o se encuentra, por el contrario en la base del mismo?

- La mayor tentación del cristianismo, a lo largo de toda su historia, fue el gnosticismo. La posibilidad de alcanzar la salvación mediante el conocimiento y el propio esfuerzo, desechando en un neopelagianismo, la gracia sobrenatural. Creo que esta gran tentación humana, es en términos generales uno de los pilares donde se asienta el crecimiento y la difusión de la mayor parte de las sectas y los NMR.

Pareciera que para algunos aceptar el don de gratuidad de Dios, fuera imposible, empezando a recorrer así el camino del mayor de los dramas humanos, que es el vivir apartado de nuestro Creador. La tentación del conocimiento para la salvación lo podemos encontrar desde las más clásicas organizaciones ocultistas, hasta en métodos pseudo científicos y muy populares como el Control Mental. En estos métodos se propone habitualmente que entrenándonos nada nos será imposible, por lo que no deja de ser aunque algo reciclada, la primera y más antigua de las tentaciones que sigue hoy teniendo toda su vigencia: "... y seréis como dioses" (Gn. 3, 5).

- Dada su vinculación actual a la Universidad San Pablo–CEU de Madrid, ¿tiene previsto proponer algún tipo de encuentro multidisciplinar, con vocación de futuro y servicio a la Iglesia, relativo al mundo de las sectas y los NMR y su incidencia en la sociedad actual?

- Sí, son varias las propuestas y en distintos niveles, que se están estudiando. La primera y básica es que los alumnos puedan contar con un conocimiento, aunque sólo fuera una mínimo e introductorio sobre el presente fenómeno y presentado de acuerdo a las distintas disciplinas profesionales. Es decir que los alumnos de psicología conozcan la presente problemática desde una perspectiva psicológica, los alumnos de abogacía, desde una perspectiva jurídica, etc.

Considero esto sumamente importante, porque en el día de hoy están saliendo de universidades católicas de todo el mundo, profesionales que no sólo desconocen absolutamente el presente fenómeno, sino que incluso están convencidos de que grupos pertenecientes a religiones clásicas o tradicionales son una secta, mientras que le asignan carácter de religión clásica o tradicional, a grupos como Cienciología o los Niños de Dios. Es decir que la ignorancia y confusión, es prácticamente absoluta.

En un segundo nivel, sería recomendable una profundización de estos estudios, especialmente en ciertas disciplinas académicas. Y ello sobre todo, porque será habitual que en sus futuras carreras profesionales, deban enfrentarse con casos relacionados a la presente problemática. Al día de hoy, lamentablemente, casi no contamos con psicólogos y psiquiatras capacitados en el tratamiento psicoterapéutico de personas que han sido miembros de algunos movimientos de características sectarias, y que han sido sometidos a prácticas muy particulares, con las consecuentes secuelas físicas y psicológicas.

Algo similar ocurre con el aspecto jurídico y también el periodístico, donde en ocasiones llegamos a leer en periódicos y revistas verdaderas barbaridades o, en el mejor de los casos, tratamientos sensacionalistas. Finalmente sería deseable que en alguna universidad católica se creara un instituto o departamento que se abocara al estudio interdisciplinario del fenómeno, pudiendo ser un referente y brindar un servicio a la Iglesia en particular y a la sociedad en general, a través de conferencias, seminarios y publicaciones tanto a nivel académico, como pastoral, y asesoramiento a otras instituciones.

jueves, 21 de agosto de 2008

El fin del mundo

“En los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles, porque habrá hombres egoístas, avaros, orgullosos, altivos, maldicientes, rebeldes a los padres, hostiles, irreconciliables, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, protervos, henchidos, amadores de los placeres más que de Dios, que con una apariencia de piedad, están en realidad lejos de ella y que por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos”.

La doctrina cristiana del fin del mundo y la vida eterna

Dios quiso hacernos testigos de un acontecimiento significativo en la sufrida Rusia, cuando se derrumbó por sí solo, sin guerra ni levantamiento popular, el poder que combatía a Dios, después de 70 años de opresión. Referente a esto así como a los horrores del comunismo, predijeron los últimos ancianos de Optina y algunos rectos de la Rusia anterior a la Revolución. “Los ancianos de Optina”, Anatolio (Potapov, 1922), Nectario (Tikhonov, 1928), el hieromonje asceta Aristokli de Moscú (1918), el anciano Alexis (Zasimovsky) y otros. Es importante señalar, que según sus predicciones, el renacimiento espiritual de Rusia debería producirse no mucho antes del fin del mundo, aunque ellos no especificaban cuanto tiempo duraría ese “no mucho antes”. Sin embargo, los actuales acontecimientos mundiales –la superpoblación del globo terráqueo, la catastrófica contaminación de la naturaleza, el agotamiento de los recursos naturales y el cumplimiento de muchas predicciones de las Sagradas Escrituras, referentes a los últimos tiempos– nos llevan a pensar que el fin del mundo realmente no está muy lejos.

Hace 2000 años nuestro Señor Jesucristo expulsaba demonios. Ellos gritaban por las bocas de los poseídos: “¿Qué tienes Tú con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¡Viniste antes de tiempo a martirizarnos!”. No es menos interesante señalar que ahora, ante los intentos de exorcizar los demonios también gritan, pero algo completamente distinto: “¡Déjennos, ya que muy pronto llegara el Señor!”. Referente a esto da testimonio un estudioso protestante, el Dr. Kurt Koch, que ha escrito varios trabajos serios, en el área de la demonología, la parapsicología y los falsos milagros. Ver sus libros: “Entre Cristo y Satán” (Between Christ and Satan), “Lazo oculto y liberación” (Occult Bondage and Deliverance), “Demonología, pasado y presente” (Demonology, Pust and Present) y otros (Publicaciones Kregel, Gran Rapids, Michigan, U.S.A.). De esta manera todo indica que el día de la segunda venida de Cristo está cerca.

En este artículo vamos a mostrar los indicios básicos del acercamiento del fin del mundo y algunos rasgos de la personalidad del anticristo, vamos a descubrir la segunda venida de Cristo, la resurrección de los muertos, el temible Juicio y la vida futura, como nos enseñan las Sagradas Escrituras y expondremos la necesidad de estar siempre preparados para el encuentro con el Señor.

En espera de la segunda venida de Cristo

La meta de nuestra existencia terrenal es una sola: prepararnos para la vida eterna. La sabiduría cristiana consiste en aprovechar al máximo el precioso don del tiempo para asegurar la vida futura. Nuestro Señor Jesucristo, en muchos de sus preceptos exhortaba a sus discípulos a valorar el tiempo y vivir constantemente preparados para comparecer ante Dios y para dar cuenta de sus actos. Ver, por ejemplo, la descripción del Juicio Divino en el Evangelio según San Mateo (25:31-46); las parábolas del Salvador acerca de la cizaña (San Mateo 13:24-43), acerca de los siervos que están esperando a su señor (San Lucas 12:35-40), acerca del mayordomo infiel (San Lucas 16:1-13), de los invitados a la boda (San Lucas 14:16-24), de los talentos (San Mateo 25:14-30), de los jornaleros que recibieron la misma remuneración (San Mateo 20:1-16) y de las 10 doncellas (San Mateo 25:1-13).

“Velad –repetía el Señor– porque no sabéis cuándo llegará el Hijo del Hombre” (Mateo 24:42); esto significa que nuestra vida puede interrumpirse en el momento más inesperado. Éste será para ustedes el fin del mundo, es decir, el día del juicio y el principio de la eternidad.

Todos los hombres, en mayor o menor medida, temen a la muerte, sin embargo, los Apóstoles enseñaban a los cristianos a tener presente el futuro encuentro con Dios, porque reflexionar referente a esto ayuda a corregir la vida. “La Venida del Señor está cercana –escribe el santo Apóstol Santiago (Jacobo)–, mirad que el Juez está a las puertas” (Santiago 5:8-9).

Los primeros escritos cristianos demuestran que desde el tiempo de los Apóstoles los cristianos, con mucha atención, esperaban el pronto regreso a la Tierra de nuestro Señor Jesucristo. Esta expectativa se sostenía, por un lado, debido a la atmósfera de persecución y martirio que rodeaban sus vidas. La intensidad del acoso, a veces, les recordaba lo anunciado por el Salvador acerca de los últimos tiempos, cuando era imposible garantizar siquiera un solo día de tranquila existencia. Sería suficiente recordar al santo archidiácono Esteban, los santos apóstoles Pedro y Pablo, las santas mártires Fe, Esperanza, Amor y su madre Sofía, la santa y gran mártir Bárbara, el victorioso San Jorge y a otros gloriosos mártires, para convencerse de que la vida de los creyentes en los primeros tiempos del cristianismo estaba permanentemente en peligro. En las personas de los emperadores Nerón, Domiciano, Decio, Dioclesiano y otros perseguidores semejantes a ellos, los cristianos veían la imagen de la bestia apocalíptica. Por otro lado, muchos cristianos de los primeros tiempos, estaban tan inflamados por la fe y el empeño en llevar una vida recta, que la vuelta de Cristo a la Tierra se entendía no como el tiempo del Juicio y la rendición de cuentas, sino como un alegre encuentro con el Salvador, a Quien ellos amaban con todo su corazón. Ellos realmente deseaban la pronta llegada de Cristo.

Con el naufragio del paganismo, al principio del siglo IV, y el cese de las persecuciones, se debilitó en los cristianos el fervor espiritual y la espera del segundo advenimiento de Cristo se atemperó. Un estudio más sistemático de las Escrituras convenció a los teólogos que antes de la llegada del “Gran día del Señor”, en la vida de la humanidad deben cumplirse determinados procesos espirituales y sociales.

Las señales del segundo advenimiento de Cristo

Las Sagradas Escrituras no revelan exactamente el tiempo de la segunda venida de Cristo, sin embargo, nos indican una serie de señales determinadas por las cuales podemos deducir la relativa proximidad de ese día. Al concluir su enseñanza acerca del fin del mundo, el Señor Jesucristo dijo: “Aprended la parábola de la higuera: cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estío se acerca; así vosotros también, cuando veáis todas estas cosas, entended que el fin está próximo, a las puertas” (San Mateo 24:32-34); quiere decir que los mismos acontecimientos demostrarán hasta qué punto se aproximó el fin del mundo.

En los discursos del Salvador y los preceptos de los apóstoles, encontramos las siguientes “señales” sobre la inminencia del segundo advenimiento de Cristo:

a) La difusión universal del Evangelio. “Será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (San Mateo 24:14).

b) El extremado debilitamiento de la fe. Aunque la doctrina cristiana se conocerá universalmente, a la gente le será indiferente, de modo que “el Hijo del hombre, al venir, ¿encontrará fe en la tierra?” (San Lucas 18:8). De acuerdo con las palabras del santo apóstol Pablo, “llegará el tiempo en que los hombres no aceptarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim. 4:3-4); es decir, que los hombres en lugar de interesarse por la verdad, preferirán lo que sea curioso y agradable de escuchar.

c) Surgirán falsos profetas y falsos mesías, quienes inducirán a los hombres a diversas sectas y cultos salvajes, adulando los bajos instintos de la multitud. En cuanto a los falsos maestros, el Señor previene a los fieles diciendo: “Cuidad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán ‘yo soy el Mesías’ y engañarán a muchos... no sigáis sus huellas... Se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano” (San Mateo 24:4-5, 24-25 y San Marcos 13:6). El libro del Apocalipsis describe los milagros del último falso profeta, y el santo apóstol Pablo explica que estos milagros no serán verdaderos sino sólo aparentes (Apoc. 13:13-15; 2 Tes. 2:9).

d) Conversión a Cristo del pueblo hebreo. De acuerdo con el apóstol Pablo, paralelamente con la masiva apostasía del cristianismo de muchos pueblos, tendrá lugar el retorno del pueblo hebreo a Cristo: “No quiero dejaros, hermanos, en ignorancia acerca de este misterio que la crueldad (incredulidad) estará en Israel sólo hasta cierto tiempo: hasta que entre (en la Iglesia) la totalidad de los gentiles; luego se salvará Israel entero (de los últimos tiempos), como está escrito: vendrá de Sión el Redentor y apartará la desgracia de Jacob... ¡Oh, profundidad de la riqueza, la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables son sus caminos!” (Ver los capítulos 10 y 11 de la epístola a los Romanos).
Se ha de notar que esta profecía del santo apóstol Pablo ya comenzó a cumplirse inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en Nueva York, judíos creyentes, comenzaron a difundir entre sus hermanos según la sangre, la fe en nuestro Señor Jesucristo. Con un muy buen dominio del Antiguo Testamento, comprobaron y se persuadieron de que Jesucristo es el verdadero Mesías prometido a sus padres. Como resultado de su predicación, en algunas grandes ciudades de los Estados Unidos de América han surgido comunidades de hebreos cristianos. Hacia el año 1990 el número de estos hebreos bautizados alcanzó varias decenas de miles. Los interesados en este tema pueden solicitar la literatura (en idioma inglés) de: Veth Sar Shalom Publication, 250 w. 57 st. New York, N.Y. 10023.

e) El mal y las injusticias crecerán extremadamente. La pérdida de la fe conducirá a una mayor caída de la moral. El santo apóstol Pablo caracteriza a los hombres de antes del fin del mundo de la siguiente manera: “En los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles, porque habrá hombres egoístas, avaros, orgullosos, altivos, maldicientes, rebeldes a los padres, hostiles, irreconciliables, desleales, calumniadores, disolutos, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, protervos, henchidos, amadores de los placeres más que de Dios, que con una apariencia de piedad, están en realidad lejos de ella” (2 Tim. 3:1-5) y que “por exceso de maldad se enfriará la caridad de muchos” (San Mateo 24:12). De la totalidad de los vaticinios de las Sagradas Escrituras debe concluirse que la llegada del último y temible día del fin del mundo será precedida por un gradual deterioro moral secular, y consecuentemente, la vida espiritual de la humanidad sufrirá una profunda descomposición. Los intereses carnales predominarán sobre los espirituales. Se perderá el interés por Cristo, y hasta se dejará de pensar en Él. Para muchos su vida y su doctrina no serán más que un antiguo recuerdo. Se repetirá nuevamente el estado antediluviano de la humanidad, acerca del cual leemos en la Biblia:

“Viendo Dios cuánto había crecido la depravación del hombre sobre la tierra, y cómo todos los pensamientos y deseos de su corazón tendían en todo tiempo al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra... Pues la Tierra se corrompió ante la faz de Dios y se colmó de actos de maldad” (Gén. 6:5-6). Una situación similar vivirá también la humanidad antes del segundo advenimiento de Cristo.

f) Se difundirán el sortilegio, el servicio a la fuerza maléfica y otras abominaciones paganas. La misma concepción del mundo, por parte de los hombres, será envenenada por la mentira diabólica: “Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe, dando oídos a los espíritus que seducen y a las enseñanzas demoníacas” (1 Tm. 4:1). El libro del Apocalipsis profetiza la extraordinaria penetración de la fuerza diabólica en la vida humana. Esta fuerza del más allá, a la manera de humo llenará y envenenará la misma atmósfera que respira la gente, como lo describe el santo apóstol Juan: “Cuando fue abierto el pozo del abismo, del mismo subió el humo como si fuera de un gran horno, el sol y el aire se ensombrecieron a causa del humo del pozo. Y del humo salieron las langostas sobre la tierra... Y por rey tenían al ángel del abismo cuyo nombre es, en hebreo, Abadon y en griego, Apolyon (destructor)” (Apoc. 9:2-3 y 11). Y aunque el Señor mediante muchas tribulaciones, llamará a los hombres a la penitencia, “no se arrepentirán de las obras de sus manos, no dejarán de adorar a los demonios... y no se arrepentirán de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos” (Apoc. 9:20-21).

g) “Crecerán la enemistad recíproca y el odio y aumentará la persecución a los creyentes”. El nombre de cristiano será odioso para los hombres que rechazarán toda cultura religiosa, todo recuerdo y toda invocación a Dios, cifrando toda su esperanza en sí mismos, en su mente, en sus conocimientos y en sus habilidades. El número de los cristianos se reducirá considerablemente, y los enemigos de los creyentes a menudo serán sus propios familiares, como profetizó el Señor: “Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de Mi Nombre... y unos a otros se harán traición y se aborrecerán... y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte... pero no se perderá un sólo cabello de vuestra cabeza –concluye el Salvador consolándolos–. El que perseverare hasta el fin se salvara” (San Mateo 24:9¬10; San Marcos 13:12-13 y San Lucas 21:18).

h) Las guerras sangrientas y diversas calamidades naturales adquirirán dimensión catastrófica. Los hombres languidecerán bajo el peso de las tribulaciones. No tendrán fuerza suficiente para superarlas, tampoco buscarán la ayuda de Dios debido a su incredulidad. Entonces, “oiréis hablar de guerras y rumores de guerras; pero no os turbéis porque es preciso que esto suceda, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación... y habrá hambre, mortandad y terribles fenómenos y grandes señales en el cielo, sobre el sol, la luna y las estrellas. Desolación y perplejidad en los pueblos y el mar se pondrá ruidoso y turbulento. Los hombres morirán de miedo a la espera de las grandes desgracias que deberán llegar al universo, pues los poderes del firmamento serán sacudidos” (San Mateo cap. 24; San Marcos cap. 13 y San Lucas cap. 21).

Las últimas palabras de esta profecía ya se refieren al propio fin del mundo. Pero antes de su llegada ocurrirá aún algo más terrible para la vida de la humanidad: la entronización del anticristo.

El anticristo

La Denominación de “Anticristo” se emplea en las Sagradas Escrituras con un doble significado. En un sentido amplio, se refiere a cualquier enemigo de Cristo (el prefijo “anti” significa contrario... En ese sentido habla el Apóstol Juan el Teólogo en sus dos primeras epístolas). Y en un sentido estricto, esa denominación señala una persona determinada, el “anticristo”, quien dirige todos sus esfuerzos a la erradicación de la fe en Cristo. La aparición de este anticristo personal sobre la arena mundial será la última y decisiva señal de la aproximación de la segunda venida de Cristo.

El constante crecimiento de la apostasía de la humanidad, hacia el fin del mundo, se centrará en el determinado “hombre de la iniquidad”, quien encabezará la última lucha desesperada contra el cristianismo. Acerca de las cualidades y los actos de este Anticristo dice el apóstol San Pablo: “Que nadie en modo alguno os engañe: porque aquel día (el del Señor) no llegará hasta que se cumpla la apostasía y se manifieste el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios, o que es sagrado, tan sólo no se consumará hasta que sea quitado de en medio el que ahora le retiene (la fuerza de Dios que, por medio de los legítimos gobernantes, obstaculiza su entronización), entonces se manifestará el impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de Su Boca destruyéndole con la manifestación de su parusía. La llegada del inicuo estará acompañada del poder de Satanás, de todo género de milagros, señales y prodigios engañosos y de seducciones de iniquidad para los destinados a la perdición, por no haber recibido el amor de la Verdad para ser salvos. Por eso, Dios les enviará confusión para que crean en la mentira” (2 Tes. 2:3-11).

¿Qué favorecerá el éxito del anticristo y en qué residirá el secreto de su enorme poder e influencia? Es evidente que el anticristo será el notable portavoz de su época material y atea. Además, su llegada al poder será promovida por ciertos factores externos. Probablemente, en su tiempo la humanidad estará amenazada por una guerra mundial nuclear y biológica o por una crisis política y económica universal. Los gobiernos estarán al borde del derrumbe, y las naciones vivirán en estado de alboroto y revolución. Entonces, sobre las olas turbias de la tempestad mundial, surgirá un líder “genial” como el único que puede salvar la humanidad de la humanidad. Será respaldado por una poderosa organización interesada en el dominio mundial. Con su apoyo, el anticristo se presentará con su programa de reformas económico-sociales, que serán obstinadamente sostenidas y propagadas por los medios masivos de información.

Hay que pensar que los judíos que no reconocen a Cristo, verán en el Anticristo al Mesías aguardado desde hace mucho, y la mayoría de los hombres cifrará su esperanza en que éste pondrá fin a guerras y crisis, trayendo el bienestar general. Posiblemente, y teniendo en vista esta ceguera de la humanidad que no puede divisar la inminente catástrofe, el santo apóstol Pablo escribió: “El día del Señor llegará como el ladrón en la noche. Cuando digan: ‘paz y seguridad’, entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores del parto a la parturienta, y no escaparán” (1 Tes. 5:1-6).

El anticristo no se satisfará solamente por el poder político y las reformas exteriores. Al ser alabado por todos, creerá que es un gran pensador, superhombre y hasta una deidad, de modo que adelantará una nueva concepción del mundo, una nueva fe, una nueva moral para sustituir la “vetusta y fracasada” doctrina cristiana. Embriagado por la manía de grandeza, pretenderá pasar por Dios y se sentará en el templo (posiblemente en el templo a construirse previamente en Jerusalén), exigiendo adoración. De acuerdo con la palabra del santo apóstol Pablo, la actividad del anticristo será muy exitosa, apoyada por Satanás y acompañada por las señales y los falsos milagros con cualquier seducción impía para con los condenados. Bajo esos milagros y señales del Anticristo no solamente se han de comprender aparentes milagros y trucos que a todos entusiasmarán, sino también las mayores adquisiciones del progreso humano en los ramos de la ciencia y el arte, las cuales se utilizarán para reforzar su poder (el “espíritu infundido en la imagen de la bestia” (Apoc. 13:15) (¿No será acaso el televisor o algo parecido, quizá el internet?). Se aplicará el más perfecto sistema de espionaje y seguimiento, inclusive el control del comportamiento humano; así los que quisieran comprar o vender algo, deberán presentar un permiso especial para tal fin (“la marca de la bestia”, Apoc. 13:17). Los programas de radio y televisión, al igual que la prensa, estarán dirigidos para fortalecer sin interrupción el culto al líder, y para crear una opinión pública elaborada por las autoridades. Los que expresen sus dudas acerca del genio y las medidas por él emprendidas serán enérgicamente aniquilados como enemigos de la humanidad.

La imagen del anticristo que ha de venir figura en el libro del profeta Daniel bajo la forma del “cuerno pequeño”, que tiene indudablemente los rasgos del rey de Siria Antíoco IV Epífanes, un cruel perseguidor de los creyentes judíos (reinó de 175 a 164 a. J. C.; véase: Daniel capítulos 7 al 11, y los primeros libros de Macabeos). En el Apocalipsis de San Juan el Teólogo, el anticristo está representado como una bestia salida del mar (Apoc. Cap. 13, y 19-21.10) y tiene rasgos de los emperadores Nerón y Domiciano (Nerón reinó desde 54 a 68 d. C. y terminó su vida suicidándose –bajo su reinado en Roma sufrieron martirio los santos apóstoles Pedro y Pablo–; Domiciano reinó de 81 a 96 d. J. C., promulgó el decreto de la persecución universal de los cristianos que no le adoraban como a un dios). Bajo él fue desterrado el apóstol San Juan, el Teólogo a la isla Patmos. Muchos hombres creían que Domiciano era Nerón reencarnado, lo que puede utilizarse para caracterizar al anticristo: “Bestia que tiene una herida de espada y que ha revivido” (Apoc. 13:14), contemporáneos del apóstol. Es necesario explicar que en el Apocalipsis, como bestia, se comprende no solamente al propio anticristo, sino también todo el aparato estatal de su imperio anticristiano.

Al examinar los prototipos bíblicos del último anticristo que ha de venir, saltan a la vista algunos rasgos comunes. Todos ellos eran hombres nulos tanto intelectualmente, como en lo relacionado con su capacidad de gobernar. Llegaron a las posiciones más elevadas no por sus méritos, sino sólo aprovechando la situación favorable (“El poder yacía sobre el camino, y lo hemos levantado”). Eran más bien conspiradores que hombres con amplia mentalidad estadista, todos ellos sufrían de complejo de grandeza y en la vida privada eran mentirosos, lujuriosos y crueles (Nerón asesinó hasta a su propia madre). Se puede suponer que así será también el último “líder mundial”.

Si nos atenemos textualmente a lo indicado por las Sagradas Escrituras, la actividad del anticristo durará tres años y medio y finalizará con el advenimiento de Cristo, la resurrección universal y el Juicio Terrible (Dan. 7:25; Apoc. 11:2-3, 12:14 y 13:5). San Cirilo de Jerusalén, en sus Instrucciones Publicadas (5 y 15), y San Efrem el Sirio en su “Discurso acerca del advenimiento del Señor y el anticristo”, describen detalladamente el carácter, la personalidad y el modo de actuar del anticristo. El bien conocido filósofo ruso Vladimir S. Soloviev trató de representar la época del advenimiento del anticristo y su personalidad en su “Relato acerca del anticristo”, pero su descripción, con un tono a veces chistoso, no transmite en su totalidad el terror y desesperación que penderán sobre la humanidad en el último período de su existencia. Su relato es un cándido idilio en comparación con el terror que prevalecerá en los hombres que han perdido a Dios.

San Juan el Teólogo, en el Apocalipsis, menciona la aparición de “dos testigos” durante el período activo del anticristo (se supone que podría tratarse del profeta Elías y del patriarca Enoch), quienes profetizarán la verdad y harán milagros, pero serán asesinados por aquél cuando finalicen sus testimonios (Apoc. 11:3-12).

Así testifica la Palabra de Dios acerca del tiempo venidero, conceptos y tendencias de la disposición de la sociedad antes de la segunda llegada de Jesucristo. Aunque todas estas señales son claras y evidentes, la capacidad para verlas y comprenderlas depende del nivel espiritual del hombre. Los pecadores no están en condiciones de comprender lo que ocurre ante sus propios ojos, ni hacia dónde rueda el mundo. Por eso, el Salvador prevenía a sus discípulos diciendo: “Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente caiga sobre vosotros aquel día como una red; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir y comparecer ante el Hijo del Hombre” (San Lucas 21:34-36).

Segundo advenimiento del Hijo del Hombre

La Mirada Espiritual de los cristianos debe dirigirse hacia el próximo acontecimiento gozoso, es decir, el segundo advenimiento de Cristo en la tierra: “Cuando estas cosas comenzaren a suceder (las penurias finales), cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención” (San Lucas 21:28). La realidad de este advenimiento es afirmada definitivamente por el mismo Señor Jesucristo con la indicación de una serie de pormenores (San Mateo 16:27; San Mateo 24; San Marcos 8:38; San Lucas 12:40; San Lucas 17:24 y San Juan 14:3). Este suceso fue declarado por los ángeles durante la Ascensión del Señor (Hechos 1:11) y los apóstoles nos lo han recordado a menudo (Ap. Judas 14:15; 1 Juan 2:28; 1 Pedro 4:13; 1 Cor. 4:5 y 1 Tes. 5:2-6, etc.).

El propio Señor describió su venida como repentina y manifiesta para todos: “Como el relámpago, que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así va a ser la venida del Hijo del Hombre” (San Mateo 24:27).

Antes de su segundo advenimiento, en el cielo aparecerá “la señal del Hijo del Hombre”, y al verla, “llorarán todos los pueblos de la tierra”. Según la opinión general de todos los Santos Padres de la Iglesia, esta será la señal de la vivificadora Cruz del Señor.

El Señor vendrá rodeado de un sinnúmero de coros angélicos en toda su gloria: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con Él, se sentará sobre su Trono de gloria” (San Mateo 25:31). Estas palabras del Salvador demuestran que su segundo advenimiento será muy distinto al primero, cuando Él se humilló voluntariamente a Sí mismo, presentándose bajo la imagen de un hombre simple, que vivió en la pobreza y sufrió constantes oprobios.

Vendrá para “juzgar a la tierra rectamente” (Hechos 17:31) y para “dar a cada uno según sus obras” (San Mateo 16:27). En esto se distingue el propósito del segundo advenimiento al mundo con respecto del primero, cuando vino, no para juzgarlo, sino con el fin de salvarlo y para sacrificar su alma para la salvación de las de muchos.

Resurrección de los muertos

En El Gran Día de la venida del Hijo del hombre tendrá lugar la resurrección general de los muertos, quienes resucitarán transfigurados. Sobre ello el mismo Señor dice: “Llegará la hora en que los que estén en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios” (San Juan 5:28). Cuando los saduceos expresaron su incredulidad acerca de la posibilidad de la resurrección, el Señor los reprendió diciendo: “Estáis en un error, y ni conocéis las Escrituras ni el poder de Dios” (San Mateo 22:29).

La certeza sobre la verdad de la resurrección y la importancia de creer en ella, fue expresada por el santo apóstol Pablo con las siguientes palabras: “Si la resurrección de los muertos no se da, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana nuestra fe. Seremos falsos testigos de Dios, porque contra Dios testificamos que ha resucitado a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan... pero no: Cristo, primicia de los que durmieron, ha resucitado de entre los muertos... y como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos revivirán” (1 Cor. 15:13-15, 20 y 22).

La resurrección de los muertos será común y simultánea para justos y pecadores: “Y saldrán los que han obrado el bien para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal para la resurrección de la condenación” (San Juan 5:29; Hechos 24:15). Además, es indudable que luego de la resurrección, el aspecto de los justos será distinto al de los pecadores: “Entonces –dijo el Señor– los rectos brillarán como el sol en el reino de su Padre” (S. Mateo 13:43). Explicando este pasaje, San Efrem el Sirio, dice que “unos se asemejarán a la luz y otros a las tinieblas”.

De la Palabra de Dios habrá que concluir que los cuerpos resucitados, esencialmente, serán los mismos que pertenecían a las almas durante su vida terrenal: “Es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad” (1 Cor. 15:53); pero esto significa que al mismo tiempo surgirán transformados en incorruptibles e inmortales. Serán completamente libres de la declinación y las debilidades de esta vida. Serán espirituales y celestiales, exentos de las necesidades corporales. Según la palabra del Señor, luego de la resurrección, la vida será comparable con la de los ángeles incorpóreos. En cuanto a los pecadores, sin lugar a duda sus cuerpos resucitarán en forma renovada, pero al recibir la inmortalidad, también reflejarán la villanía por su deterioro moral.

Como un ejemplo de la futura transfiguración de los cuerpos, el santo apóstol Pablo menciona un hecho por todos conocidos: “Pero, dirá alguno: ¿cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no nace si no muere. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de nacer, sino un simple grano, por ejemplo, de trigo, o algún otro similar. Y Dios le da el cuerpo según ha querido, a cada una de las semillas del propio cuerpo” (1 Cor. 15:35-38). Con el mismo fin, los Padres de la Iglesia indicaban que, en general, en el mundo nada se destruye ni desaparece, sino tan sólo se transforma, y que Dios tiene fuerza para recuperar lo que Él mismo crea. Dirigiéndose a la naturaleza, encontraban en ésta las semejanzas de la resurrección: el brote de las plantas por las semillas arrojadas a la tierra, luego descompuestas; la renovación anual de la naturaleza en la primavera; el nacimiento de un nuevo día; la formación original del hombre a partir del polvo terrenal, y otros fenómenos. En cuanto a los hombres a quienes el advenimiento del Señor los sorprenderá vivos sobre la tierra, conforme con la palabra del apóstol, experimentarán el cambio instantáneamente comparable con la correspondiente a los muertos resucitados: “No todos moriremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta, pues tocará la trompeta y los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados (no en la materia). Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad” (1 Cor. 15:51-53). Y acerca del encuentro de los creyentes con el Señor, que tendrá lugar enseguida, el santo apóstol Pablo escribía: “Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto a los muertos... Nosotros los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajara del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:13-18).

La resurrección universal, el “arrebato” de los rectos, el subsiguiente Juicio Final y luego la vida eterna, constituyen fenómenos que no podemos comprender ni imaginar bien, pues no experimentamos nada parecido en nuestra vida. Tampoco podemos solucionar las cuestiones que surgen ante la curiosidad de la mente.

Fin del mundo físico

Debido a la caída original del hombre, toda la creación se ha sometido involuntariamente a la “esclavitud de la corrupción” y “gime y siente dolores” (Rom. 8:22) hasta hoy. Llegará la era cuando todo el mundo material y humano se purificará del pecado y se regenerará. La renovación del mundo ocurrirá en el “último día” después del Juicio Universal, y se efectuará por medio del fuego. Dice el santo apóstol Pedro que el mundo antediluviano fue anegado con agua “mientras que los cielos y la tierra actuales están reservados... para el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos” (2 Pedro 3:7): “Vendrá el día del Señor como ladrón en la noche y en él pasarán con estrépito los cielos, y los elementos, abrasados, se disolverán y asimismo la tierra con las obras que en ella hay... Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva en los cuales tiene su morada la verdad de Dios” (2 Pedro 3:10 y 13).
Acerca del hecho de que el mundo actual no es eterno, ya profetizaba el Salmista, diciendo: “Desde el principio fundaste la tierra, y obra de tus manos es el cielo; pero éstos perecerán, y Tú permanecerás eternamente. Todos ellos como la ropa se desgastan. Como un vestido los mudas Tú y se mudan”. (Sal. 101 :26-27 (102:26-27). El fin del mundo no consistirá en su entera destrucción y desaparición, sino en un “completo cambio y renovación”.

El Juicio Universal

Entre los numerosos testimonios relacionados con la inapelable realidad del futuro Juicio Universal (San Juan 5:22, 27-29; San Mateo 16:27; 7:21-23; 11:22 y 24; 12:36 y 41:42; 13:37-43; 19:29-30; 24:30 y 25:31-46; Hechos 17:31; Jud. 14-15; I Cor. 4:5; 2 Cor. 5:10; Rom. 2:5-7 y 14:10; Ef. 6:8; Col. 3:24-25; 2 Tes. 1; 6-10; 2 Tm. 4:1 y Apoc. 20:11-15) se destaca la detallada descripción del Evangelio según San Mateo, que comienza con las palabras: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria” (San Mateo 25:31-46).

Basándose en esta pauta, será posible sacar una conclusión acerca de las características del Juicio. Éste será “universal”, es decir, comprenderá a todos los seres humanos vivos y muertos, buenos y malos, y según otras indicaciones de la Palabra de Dios, incluirá también a los ángeles caídos (2 Pedro 2:4 y Jud. 6). Será “solemne y abierto”, porque el Juez se presentará en toda su gloria junto a todos sus ángeles, ante la faz del mundo entero. Será “estricto y terrible”, ya que se realizará según la verdad absoluta de Dios. Será “el día de la ira y de la revelación del correcto juicio de Dios” (Rom. 2:5). Será “el último y definitivo”, determinando para la eternidad la suerte de cada uno de los juzgados. El resultado del Juicio será la sanción eterna: la bienaventuranza para los justos y el suplicio para los malvados condenados.

Al representar la vida eterna de los justos después del Juicio Universal con los más luminosos y alegres rasgos, la Palabra de Dios se expresa con igual firmeza acerca de los eternos suplicios de los pecadores: “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno –dirá el Hijo del Hombre el día del Juicio– e irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna” (San Mateo 25:41 y 46). Este estado de suplicio está ilustrado alegóricamente en las Sagradas Escrituras bajo el nombre de “Gehenna” (La imagen de la gehenna de fuego está tomada del valle de Hinom, en un suburbio de Jerusalén, donde se realizaban antaño las ejecuciones y se descargaba la basura; allí se mantenía continuamente el fuego para prevenir epidemias). En el Apocalipsis de San Juan el Teólogo, este lugar (o estado) se denomina “lago de fuego” (Apoc. 19:20). Y el santo apóstol Pablo dice: “tomando venganza en llamas de fuego sobre los que desconocen a Dios y no obedecen al Evangelio de Nuestro Señor Jesús” (2 Tes. 1:8). Los nombres alegóricos tales como: el gusano que nunca muere y el fuego que no se extingue, subrayan simbólicamente la gravedad de los suplicios.

“Aunque yo sé –escribe San Juan Crisóstomo– que mucha gente tiene horror a la gehenna, a mí me parece que solamente la privación de la gloria (del Reino de Dios) es una tortura más cruel que aquella” (Plática XXIII: Evangelio de San Mateo). “Esta privación de los bienes –razona en otro lugar– nos causa tanto sufrimiento, tanta aflicción y estrechez que si no existiera ningún castigo para los que pecan viviendo aquí, turbaría y desgarraría nuestras almas más que todos los suplicios de la gehenna... Muchas personas insensatas desean sólo librarse de la gehenna, pero yo creo que mayor suplicio aun, en comparación con ésta, sería la inexistencia para nosotros de aquella gloria; y estoy seguro que el que la ha perdido debe llorar no tanto por las torturas de la gehenna, como por la imposibilidad de disfrutar de los bienes celestiales, porque este último es el más cruel de todos los castigos” (Primera palabra para Teodoro).
La Iglesia, fundamentándose en la Palabra de Dios, reconoce los suplicios de la gehenna como eternos e interminables y, por consiguiente, ha condenado en el Quinto Concilio Ecuménico la falsa doctrina de los origenistas, según la cual se supone que los demonios y los hombres impíos sufrirán en el infierno sólo hasta un determinado tiempo, y luego, serán restablecidos en su estado de inocencia original, conocido como “apokatástasis”. La condenación por el Juicio Universal en el Apocalipsis de San Juan el Teólogo es llamada la “segunda muerte” (Apoc. 20:14).

La tendencia a mostrar relativos los padecimientos de la gehenna, comprendiendo la “eternidad” como un período prolongado pero siempre finito, existió en la antigüedad y aún solemos encontrarla también hoy en día. Incluso, a veces ni siquiera se reconoce la realidad de estos padecimientos. En tal sentido se hacen referencias a consideraciones de índole lógica haciendo hincapié en el hecho de que aquellas son incompatibles con la bondad de Dios; manifestando la aparente desproporción entre un crimen temporario y la eternidad del castigo por el pecado, al igual que la desproporción de los suplicios con el objetivo final de la creación del hombre, que no es otro que la bienaventuranza en Dios. Sin embargo, no nos incumbe determinar los límites entre la inefable misericordia de Dios y la verdad, su veracidad. Sabemos que Dios “quiere que se salven todos los hombres y lleguen a la comprensión de la verdad”. Pero el hombre puede, a causa de su mala voluntad, rechazar la misericordia de Dios y los medios requeridos para su salvación. San Juan Crisóstomo interpretando la presentación del Juicio Final observa: “Cuando el Señor habló del reino dijo: ‘Venid benditos, y heredad el Reino – agregando– preparado para vosotros desde la creación del mundo’”; mientras que hablando del fuego se expresó de otra manera, diciendo: “preparado para el diablo y sus ángeles. Porque Yo preparé el Reino para vosotros, mientras que el fuego fue destinado no a vosotros, sino al diablo y sus ángeles” (Plática LXX: Evangelio San Mateo). Sin embargo, no tenemos derecho para interpretar las palabras del Salvador como amenazas o como cierto procedimiento pedagógico que aplicará el Señor con el fin de corregir a los pecadores.

En este sentido es digno de atención el siguiente razonamiento del obispo Teófano el Ermitaño: “Los rectos pasarán a la vida eterna, y los endemoniados, pecadores, al eterno suplicio en compañía de los demonios. ¿Se terminarán estos martirios? Si terminara el satanismo y la satanización, podrán tener fin estos suplicios. Pero ¿terminarán el satanismo y la satanización? Lo veremos entonces. ¡Qué es lo que no vio el diablo después de su caída! ¡Cuántas manifestaciones del poder Divino! ¡Cómo quedó maravillado ante la fuerza de la Cruz del Señor! ¡Cómo hasta ahora ésta vence cualquier astucia y maldad suya! Sin embargo, no se tranquiliza: prosigue con obstinación; y cuanto más se avanza, más obstinado se pone”.
El concepto de “ira” aplicado a Dios es relativo y alegórico, conforme lo aprendemos de las enseñanzas de San Antonio el Grande: “Dios es bueno, desapasionado e inmutable. Si alguien, reconociendo como verdadero y bueno el hecho de que Dios es inmutable, se sorprende porque Dios teniendo estas cualidades se regocija por los buenos, pero aborrece a los malvados y se encoleriza con ellos, y otra vez tiene misericordia de ellos cuando se arrepienten, habrá que contestar que en realidad Dios ni se alegra ni se encoleriza, porque la alegría y la ira son pasiones humanas. Sería ridículo creer que sobre la Divinidad pueden influir bien o mal los negocios humanos. Dios es bueno y solamente hace bien, y no daña a nadie siendo siempre inmutable. Mientras tanto nosotros, cuando somos buenos, entramos en comunión con Dios gracias a la semejanza con Él; pero cuando obramos mal, nos apartamos de Él debido a que perdemos aquel parecido... De modo que decir que Dios aborrece a los malos, sería lo mismo que afirmar que el sol se esconde de los ciegos” (Filocalia, en ruso, vol. 1, pág. 150).
Los escritos de los ascetas cristianos, indican que el hombre, cuanto más se eleva en su estado moral, tanto más se agudiza el sentido de su responsabilidad, ante Dios. De tal modo crece la esperanza que debemos cifrar en la misericordia de Dios y pedir al Señor, lo que nos trae el consuelo.

Reino de la gloria

Con La Transfiguración del mundo en uno nuevo y mejor, se revelará el eterno Reino de Dios, el Reino de la gloria. Entonces finalizará el “reino de gracia”, la existencia de la Iglesia militante sobre la tierra, mientras que la Iglesia celestial entrará en el reino de la gloria para fundirse con él. Entonces reinará el Hijo de Dios con el Padre y el Espíritu Santo, y “su reino no tendrá fin”, como anunció el Ángel a la Santísima Virgen María (San Lucas 1:33). Porque, de acuerdo con la explicación de San Cirilo de Jerusalén: “El que reinó antes de vencer a sus enemigos, acaso ¿no reinará con más razón después de vencerlos?” (San Cirilo de Jerusalén: “Palabras publicadas”).

La muerte perderá su poder: “El último enemigo reducido a la nada será la muerte... entonces se cumplirá lo que está escrito: la muerte ha sido engullida por la victoria” (1 Cor. 15:26 y 54-55), y el tiempo no será más y cesará la percepción de su fluir.

La bienaventurada vida eterna está representada alegóricamente en el capítulo 21 del Apocalipsis: “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existía ya”. En el Reino de la gloria todo será espiritual, inmortal y santo, pero el hecho principal será que los que alcancen la futura vida bienaventurada y se conviertan en “comulgantes de la Divina naturaleza” (2 Pedro 1:4), serán partícipes de aquella vida perfecta, cuya fuente es Dios. Particularmente, los moradores del Reino de Dios, a la manera de los ángeles, serán dignos de ver a Dios (San Mateo 5:8). Contemplarán su gloria no como si fuera a través de un vidrio opaco, ni por adivinanza, sino cara a cara. Y no solo la contemplarán, sino que participarán de ella, brillando como el sol en el Reino de su Padre (San Mateo 13:43), siendo “coherederos de Cristo”, al sentarse en el Trono con Cristo y compartiendo con Él la grandeza de su reino (Apoc. 3:21 y 2 Tm. 2:11-12).

“Ya no tendrán hambre ni sed, ni caerá sobre ellos el sol, ni ardor alguno, porque el Cordero, que está en medio del Trono, los apacentará y los guiará a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos” (Apoc. 7:16-17). Como lo dice el profeta Isaías: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino al corazón del hombre lo que Dios ha preparado para los que Le aman” (Is. 64:4 y 1 Cor. 2:9).

La bienaventuranza en Dios será particularmente deseable porque no tendrá fin: “E irán los rectos a la vida eterna”. Sin embargo, hasta la gloria en Dios, según las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia, tendrá grados diferentes de acuerdo con la dignidad moral de cada uno. Sobre ello es posible concluir por las palabras de las Sagradas Escrituras: “En la casa de Mi Padre hay muchas moradas”. Dios “dará a cada uno según sus obras... cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo... y una estrella se diferencia de la otra en el resplandor” (San Juan 14:2; San Mateo 16:27; 1 Cor. 3:8 y 15:41).

San Efrem, el Sirio, dice: “Así como por medio de los sensibles rayos del sol cada uno goza de acuerdo con la pureza de su vista e impresión que tenga, o como cada rayo de luz procedente de una lámpara que ilumina la casa, tiene su propio lugar, mientras que la luz no se divide entre muchas lámparas; asimismo, todos los rectos se ubicarán inseparablemente en la alegría común, pero cada uno, conforme con su capacidad, será iluminado por el sol espiritual, y de acuerdo con el grado de su dignidad, tendrá el regocijo y la alegría, como si estuviese en el mismo aire y lugar, y nadie verá la medida de lo superior e inferior para que al ver una mayor gracia en el otro y su propia insuficiencia, no tenga fundamento para ponerse triste y perder ecuanimidad”.

Conclusión

Como conclusión, debemos decir, que hay que temer no solo al último y terrible Juicio de Dios, sino también al juicio individual, siempre cercano a nosotros. En el transcurso de la historia este Juicio individual de Dios alcanzó tanto a pecadores aislados, como también a determinadas ciudades y hasta a países enteros, cuando los individuos eran inducidos al camino de la perdición. Son claros ejemplos de esto: el Diluvio Universal, la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, las múltiples destrucciones de Israel, la caída de las antiguas Asiria y Babilonia, el incendio de la pervertida Pompeya, el cataclismo del Imperio Romano y de otras poderosas naciones. Tampoco escaparon al Juicio Divino estados cristianos como los imperios Bizantino y Ruso, cuando ellos se apartaron de la pureza de la fe. “Donde está el cadáver moral, ahí se juntarán los buitres y le alcanzará el recto castigo”. (S. Mat. 24:28).

Para advertirnos acerca de la descomposición moral y exhortarnos al fervor espiritual, el Salvador, misericordiosamente nos alerta: “Estad preparados, porque no sabéis a que hora vendrá el Hijo del Hombre”. Por eso estemos atentos a nuestro estado espiritual. Preocupémonos para que en nosotros arda claramente el cirio de la fe y para que el vestido de nuestra alma se conserve pura. Entonces la venida de Cristo sobre la Tierra será para nosotros un acontecimiento anhelado, cuando Dios ponga fin a todos los crímenes y en el mundo renovado se entronice la Eterna Verdad Divina.

Indudablemente, numerosos signos del segundo advenimiento de Cristo son ya bien patentes: la difusión universal del Evangelio, la apostasía de la fe pura entre los países cristianos, la conversión a Cristo de muchos judíos, la aparición de una gran variedad de falsos profetas, el incremento de la criminalidad, la lujuria, el satanismo y otras abominaciones.

En lo que se refiere a la caída de la moral, por supuesto, la gente fue pecadora en mayor o menor medida. Pero en condiciones normales, el sentido de la vergüenza, siempre obligaba a las personas a ocultar sus pecados. Es una característica de nuestro tiempo que los hechos pecaminosos se eleven en un pedestal: los degenerados y los infanticidas realizan demostraciones multitudinarias exigiendo para sí derechos especiales. Viéndolos, recordamos severa advertencia del profeta Isaías: “La expresión de su rostro les denuncia, y sus pecados, como Sodoma manifiestan, no se ocultan. ¡Ay de ellos, porque han merecido su propio mal!”

Otra tenebrosa característica de nuestra época es el arraigo fastidioso de la locura y vulgaridad en aquellos aspectos de la vida, los cuales, de antaño fueron expresiones de las más luminosas y honorables facetas del espíritu humano: la música, el arte, la literatura. Presten atención a la música contemporánea repleta de cacofonías, de exclamaciones toscas y pasionales; en la pintura y en la escultura, que nada dan a la mente o al corazón; en las películas –con frecuencia carentes de contenido y chabacanas–, hartas de crímenes y perversidades. Los demonios, por su naturaleza, son indomables, deformes y crueles. Y he aquí que contemplamos alarmados, como el vacío espiritual en las personas se expande, comenzando a llenar con la oscura fuerza del más allá, que coloca su sello sobre los actos, la vida y hasta la imagen de las personas.

Y así como dos mil años atrás, también hoy es imposible decir exactamente cuando ocurrirá el fin del mundo. Sin embargo, muchas señales de la proximidad de este acontecimiento ya son evidentes. Las profecías de nuestros padres de Optina y otros santos rectos rusos antes de la revolución, permiten pensar con fundamentos, que con el naufragio del comunismo y el comienzo del renacimiento de la fe en Rusia, se dio vuelta la última página de la historia mundial después de lo cual sigue la venida del Anticristo y se cumplirán las profecías del Apocalipsis.