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LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, SUS PELIGROS Y ALCANCES

domingo, 22 de junio de 2008

Sueños de libertad

Autor profesor católico español Ángel Gutiérrez Sanz

La noticia reiterada en los Medios de Comunicación acaba por dejar de ser noticia. El suceso cotidiano está teniendo como protagonistas a jóvenes marroquíes que a bordo de una miserable patera viven un auténtico drama. Muchachas embarazadas jóvenes madres a espaldas con sus niñitos emprenden una arriesgada aventura, huyendo de las garras de la pobreza u otras servidumbres. Casi seguro que estas jóvenes infortunadas en algún momento de la travesía, llegaron a pensar que el milagro era posible y ensimismadas se pusieron a acariciar con una mano a su hijito y con la otra, esa vida mejor y más libre con la que venían soñando desde hace tiempo, pero sucedió que sus sueño a no se hicieron realidad y todo acabó mal. Sus anhelos de madre y de libertad quedarían sepultados entre las olas del mar y allí se ahogarían para siempre.

Nos guste o no, casos como éste suceden muy cerca de nosotros y forman parte de la historia de nuestro presente, lo que viene a demostrarnos una vez más, lo mal repartido que está el mundo, no sólo por lo que se refiere a lo material sino también a lo espiritual .

Como en los tiempos antiguos, entre nosotros sigue habiendo hombres , mujeres y niños, que se ven en situación de tener que arriesgar su vidas, para el rescate de una libertad que les pertenece, mientras otros la malgastan , no sabiendo que hacer con ella, que por cierto es una de las peores formas de no ser libres. Unos son esclavos a la fuerza, siendo conscientes de ello y otros, teniéndolo todo a su favor, son esclavos voluntarios que se creen libres sin serlo. Los primeros son dignos de lástima, los segundos son motivo de escándalo y de vergüenza, pues como bien decía Séneca: no hay servidumbre más vergonzosa que la voluntaria

Nosotros, los afortunados occidentales, no necesitamos traspasar fronteras para ir al encuentro de la libertad; pero ello no quiere decir que todo esté resuelto. Puede que creyéndonos libres, no lo seamos y ello sería la peor de las esclavitudes. Por más que vivamos en una sociedad caracterizada por una absoluta permisividad, ello no quiere decir se esté viviendo según las exigencias de la propia naturaleza para poder llegar a ser aquello, para lo que estamos llamados. Bien se ve que esto no es tarea fácil y por ello tampoco habrá de serlo el llegar a ser un sujeto libre.

Los que vivimos en un régimen de libertades políticas, hemos llegado a pensar, que la Libertad con mayúscula es una mera cuestión legal, que se soluciona simplemente con el decreto-ley , que ella es un regalo que nos hacen los políticos y esto no es así . La Libertad profunda ha sido y será siempre una conquista personal, que no se consigue sin esfuerzo, un compromiso serio, que exige capacidad de discernimiento, de elección y de decisión y que no está exenta de voluntad resolutiva. ¿Para que sirve la libertad de pensamiento en una mente vacía? ¿Para que la libertad de expresión si se carece de opinión? ¿Para que la libertad de elección si me dejo condicionar por una propaganda perversa o por la manipulación política interesada?

Nacer con la mesa puesta, en materia de libertades conlleva el riesgo de bajar la guardia, pensando que ya está todo hecho, sin reparar en que a la esclavitud moral se puede llegar por muchos caminos. Esclavo se puede ser del dinero, de la ambición, de los medros personales, de los propios miedos e inseguridades, esclavo de las modas, o de otras dictaduras impuestas por el capricho de las mayorías; pero sobre todo uno puede llegar a ser esclavo de sí mismo y de las propias pasiones. La lista es tan amplia, que difícil es, no verse reflejado en alguno de los mil rostros, con que aparecen las modernas esclavitudes, aunque nos creamos libres.

Sabedores de que hay que ser solidarios con quienes queriendo ser libres no pueden serlo, algo nos está alertando de que, debiéramos ser conscientes también del problema hoy en Occidente. Nuestro drama no es tanto el de la esclavitud física como en los tiempos de la Roma Imperial, sino el de la esclavitud moral. Todo es cuestión de exigencia con nosotros mismos y compromiso con los demás.

jueves, 19 de junio de 2008

Frente a la democracia relativista

Autor Profesor católico español Ángel Gutiérrez Sanz

No solo las reglas emanadas de una democracia relativista merecen ser puestas en cuestión, también al sistema político que absolutiza lo relativo y relativiza lo absoluto. Un católico se ve en la difícil situación de tener que aceptar unos principios inamovibles como creyente y otros bien distintos como demócrata, de aquí la objeción de conciencia.

Vivimos tiempos de "democracia" que para algunos es tanto como decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

Por lo general, cada sistema político mientras está vigente, pasa por ser el mejor dentro de la sociedad, en la que ha quedado establecido.

Y una vez que ha logrado imponerse, su mayor preocupación es mantenerse en pie, haciendo creer a la ciudadanía que fuera del sistema “nulla est redentio”.

Para convencer a la buena gente de que esto es así, se pueden utilizar varias estrategias, una de ellas es la manipulación que tan buenos resultados suele dar; pero tarde o temprano la verdad llega a imponerse y todas las miserias cuidadosamente ocultadas acaban saliendo a la luz.

Los sistemas "democráticos" liberales en Occidente son incuestionados e incuestionables; pero ya que hoy se habla tanto de revisión histórica, no estaría mal, echar la vista atrás mirar al pasado y contemplar en escena al gran maestro Sócrates condenado a muerte por un tribunal democrático ateniense, fue una muerte que este hombre de bien asumió con la entereza que siempre le caracterizó. “Ésta fue, nos dice Platón en el Felón, la muerte de nuestro amigo, hombre del que podemos decir que fue el mejor de cuantos en su tiempo conocimos y además el más prudente y el más justo “.

También Jesucristo fue condenado a muerte por una sentencia "democrática", aún más injusta todavía. Pero yo no diría que los pecados y las injustas sentencias los cometen los sistemas, sino el corazón depravado de los hombres

Los sistemas políticos son muchos y muy variados. Nuestro actual sistema liberal-democrático es uno de tantos posibles, que puede ser visto desde diferentes ópticas y sobre el que pueden emitirse juicios diferentes, por supuesto, dogma político no es, aunque por tal se nos quiera imponer, eso sí después de haber roto con todos los dogmas religiosos.

Resulta verdaderamente aberrante que el absoluto democrático haya venido a sustituir al absoluto religioso.

Lo que hoy se pretende es hacer de los valores democráticos un decálogo exclusivo y excluyente.

Tanto se están ponderando las excelencias de nuestra democracia, que pareciera que el simple hecho de su cuestionamiento, fuera ya una intolerable herejía merecedora de mil condenas, cuando lo cierto es que se trata de una realidad relativa, sobre la que se puede e incluso conviene ser críticos.

En la encíclica Pacem in terris en consonancia con las orientaciones políticas de Santo Tomás se nos dice que: “No puede establecerse una norma universal sobre cual sea la forma mejor de gobierno, ni sobre los sistemas más adecuados para el ejercicio de las funciones públicas”, si esto es así los católicos deberíamos ser cautos y analizar las ventajas y los inconvenientes de nuestro actual sistema político, para ver si es el que más conviene.

Debiéramos ser también lo suficientemente valientes para ejercer una crítica responsable aunque sea contra viento y marea. A esto es a lo que yo llamo compromiso sin complejos, tan necesario hoy día.

Después del Concilio Vaticano II los católicos sabemos muy bien que lo mismo que existe una libertad religiosa debiera existir una libertad política, que permitiera a cada ciudadano expresar y defender sus preferencias.

En los periódicos y revistas, en la televisión, en las tertulias de radio, en cualquier medio de comunicación público, sólo se oyen voces a favor del sistema, ninguna voz crítica. Si alguno de los responsables de estos medios públicos osara salirse de su papel de defensor a ultranza de nuestra democracia, sabe muy bien que tendría los minutos contados.

Me pregunto ¿Si hoy estuviera Sócrates o Platón entre nosotros se les invitaría a la televisión para que expusieran las razones que les impidieron ser demócratas?

La sacralización de nuestra democracia ha llegado a tanto, que incluso dentro del entorno católico no se ve con buenos ojos a quien en este asunto intente nadar contra corriente.

Podríamos poner muchos ejemplos. En nuestro recuerdo han quedado grabado el entusiasta recibimiento del advenimiento de la democracia en España por parte de alguno de sus prelados; pero hemos olvidado que también hubo otros como Monseñor Guerra Campos o Monseñor Marcelo González, personas íntegras donde las haya, que no participaron de este mismo entusiasmo, porque preveían lo que iba a suceder y no se equivocaron.

Al final ha sucedido lo que tenía que suceder y mucho me temo que no han tocado fondo los españoles.

Sería oportuno recordar las palabras de Benedicto XVI que dejó escritas en un artículo titulado “Verdad y Libertad", cuando todavía era el cardenal Ratzinger. Aquí están: “La sensación de que la democracia no es la forma correcta de libertad es bastante común y se propaga cada vez más. No es fácil descartar simplemente la crítica marxista de la democracia: ¿en qué medida son libres las elecciones? ¿En qué medida son manipulados los resultados por la propaganda, es decir, por el capital, por un pequeño número de individuos que domina la opinión pública? ¿No existe una nueva oligarquía, que determina lo que es moderno y progresista, lo que un hombre ilustrado debe pensar? Es suficientemente notoria la crueldad de esta oligarquía y su poder de ejecución pública. Cualquiera que interfiera su tarea es un enemigo de la libertad, porque después de todo está obstaculizando la expresión libre de la opinión. ¿Y cómo se llega a tomar decisiones en los órganos representativos? ¿Quién podría seguir creyendo que el bienestar general de la comunidad orienta realmente el proceso de toma de decisiones? ¿Quién podría dudar del poder de ciertos intereses especiales, cuyas manos sucias están a la vista cada vez con mayor frecuencia? Y en general, ¿es realmente el sistema de mayoría y minoría realmente un sistema de libertad? ¿Y no son los grupos de intereses de todo tipo manifiestamente más fuertes que el parlamento, órgano esencial de la representación política? En este enmarañado juego de poderes surge el problema de la ingobernabilidad en forma aún más amenazadora: el predominio de la voluntad de ciertos individuos sobre otros obstaculiza la libertad de la totalidad”.

Naturalmente que un católico ha de estar abierto al pluralismo político, no faltaría más; pero ello no implica que esté obligado a sentirse orgulloso de una constitución atea que no tiene en cuenta los derechos de Dios.

Naturalmente que un católico debe ser respetuoso con la libertad de elección política; pero ello no significa que tenga la obligación de apoyar a un sistema que vaya en contra de sus principios. Nuestro sistema político está siendo lo que cabía esperar de él.

El tiempo ha ido pasando y las previsiones han dado paso a los hechos consumados, los frutos amargos no se han hecho esperar. Ahí están, cualquiera puede verlos: matrimonios rotos, familias deshechas, escuelas en ruinas, sociedad enferma, la identidad de la nación amenazada. ¿Es que cabía esperar otra cosa de un sistema basado en criterios arbitrarios y subjetivistas?

Cuando se abandonan todos los principios absolutos, se olvidan las verdades intemporales, se reniega de los fundamentos últimos del orden jurídico y moral, lo único que nos queda es un relativismo inconsistente que nos hace ir a la deriva.

Esto es lo verdaderamente peligroso. En todos los tiempos se han cometido faltas de ortografía; pero cuando todavía están vigentes las reglas por las que ésta se rige, aún es posible la esperanza. Lo malo es cuando las reglas de ortografía han dejado de existir. Entonces es obligado pensar en lo peor y esto es precisamente algo de lo que está pasando. No nos engañemos, el bienestar exclusivamente material y hedonista en el que nos encontramos tan a gusto no nos salvará. El simple desarrollo material no es garantía de futuro para los hombres y mujeres de esta generación, ni de las próximas.

Los católicos vivimos escandalizados por las prácticas criminales, vergonzosas y aberrantes en nuestra sociedad. Los divorcios y los abortos proliferan cada vez más, la violencia doméstica, las perversiones sexuales adquieren carta de naturaleza, las burlas blasfemas hacia lo sagrado son toleradas, cuando no subvencionadas con el dinero público.

Todo esto es muy lamentable, no digo yo que no. Lo que sucede es que ello es consecuencia de un sistema que ha relativizado lo absoluto y ha absolutizado lo relativo y de este sistema que es precisamente el culpable de lo que está pasando, no decimos nada, lo bendecimos y hasta nos parece bien. No acabo de entenderlo; pero es así.

No nos engañemos, la fe y revelación como fuentes de certezas firmes, las verdades absolutas y universales no tiene lugar en las democracias relativistas, como tampoco lo tiene Dios; pero es conveniente que así sea, se nos dirá, por que de este modo no se hieren sensibilidades de los que no creen en esas cosas y así todos podemos vivir en paz.

Por lo que se ve los creyentes carecemos de sensibilidad y nos da lo mismo una sociedad con Dios o una sociedad sin Dios.

En democracia el que no es relativista es tildado de fanático; pues bien yo confieso que en los tiempos que llevamos de democracia, con los únicos fanáticos con los que me he encontrado son precisamente relativistas. A los otros se les podrá tildar de acomplejados; pero fanáticos...

Estoy dando por supuesto que nuestra actual democracia es relativista.

Fácil es de constatar a poco que la analicemos. Se trata de un sistema que carece de referencias seguras, en el que se habla de libertades civiles pero sin saber muy bien que es y en que consiste la Libertad con mayúscula, de esa Libertad que nos hace dueños de nosotros mismos y de nuestras pasiones, esa Libertad que nadie puede regalar a nadie porque sólo puede ser fruto de la conquista.

Se habla de servir a los hombres y mujeres; pero no se sabe cual es la verdad del Hombre, se habla de ley y del derecho; pero se ignora el último fundamento de los mismos.

El positivismo moral y jurídico sobre el que se sustenta nuestro actual sistema político, compromete incluso su legitimidad al ignorar en ocasiones la Ley Natural.

El presunto Estado de Derecho del que disfrutamos, todo lo hace depender de la ley de las mayorías. El supremo criterio legal y moral es la voluntad de las mayorías. La aritmética todo lo decide, todo lo gobierna; se trata de una regla groseramente pragmática e inconsistente.

Porque el número de votos no puede ser el criterio adecuado para discernir que es lo bueno y lo malo lo justo y lo injusto. ¿No es esto relativismo?

Hemos llegado así a fabricar un supuesto Estado de Derecho que depende de las opiniones y los caprichos humanos, que varían según los tiempos y circunstancias, según las latitudes e intereses, cuando es bien cierto que la verdad y el bien, la justicia y el derecho están por encima de la voluntad de las personas, de las instituciones, de los Estados, lo mismo que la ley natural está por encima de las leyes positivas fabricada por los hombres.

Con esto no estoy diciendo que no se haya de tener en cuenta el sentir mayoritario de los ciudadanos, lo que no me parece bien, es que la opinión mayoritaria sea considerada como criterio único y supremo, sin atender a la naturaleza de las cosas.

La aplicación de la ley de mayorías compromete de tal modo el Estado de Derecho que en realidad habría que llamarle el Estado arbitrario de las mayorías. En consonancia con el magisterio de la Iglesia, los católicos no podemos dejar de proclamar que el fundamento del derecho está por encima de los hombres y de las instituciones, lo mismo que el orden moral está por encima del orden legal y si no lo decimos así estamos creando confusión. La corriente de un positivismo perverso ha venido a invertir los términos, lo que debiera estar arriba está por debajo, así se ha producido la gran paradoja de que quienes debieran ser los medidos se han convertido en medidores.

Esto tarde o temprano ha de traducirse en la quiebra del Estado de Derecho. El relativismo moral y jurídico que está informando nuestra vida cotidiana acabará produciendo una gran desorientación en la ciudadanía. En la situación en la que nos encontramos habría que decir con Erich Fromm: “El hecho de que miles de personas compartan los mismos vicios, no convierte esos vicios en virtudes, el hecho de que compartan muchos errores no convierten estos en verdades”.

Si algo resulta difícil de compaginar es el relativismo con las convicciones firmes de la fe católica. De aquí arranca la objeción de conciencia para aquel católico que quiera mantenerse fiel a sus principios.

¿Como podrá apoyar, colaborar o simplemente participar en un sistema político que se olvida de Dios, que no reconoce verdades y principios básicos e indiscutibles sobre los que se asientan la realidad del hombre, la sociedad y la familia?

¿Cómo puede sentirse a gusto dentro de un Estado en el que las leyes positivas no quedan supeditadas a la ley natural?

Sin duda la democracia relativista ha de representar una seria preocupación para el católico como claramente lo manifestara Juan Pablo II en su encíclica Veritatis spendor donde se nos dice: “Después de la caída del marxismo existe hoy un riesgo no menos grave; la alianza entre democracia y relativismo ético que quita a la convivencia cualquier referencia moral segura”.

Yo al menos como católico ante la actual situación política que se vive, me siento interpelado y creo que no soy el único. Existe una presunción razonable de que éste no es el sistema que los católicos estamos necesitando, por lo que algo habría que hacer o cuando menos expresar nuestro descontento. El hecho de condescender con un sistema político que no respeta los derechos de Dios, ni la ley natural puede que tenga más que ver con la cobardía que con la prudencia.
En mi modesta opinión, la objeción de conciencia de cualquier católico frente a un sistema político manifiestamente relativista, es asunto que merece tenerse en cuenta. Sea como fuere, yo sigo preguntándome ¿Con mi voto, he de seguir haciendo el caldo gordo a un sistema en el que no creo? ¿No habrá llegado ya la hora de buscar, en política, algo mejor que lo que tenemos? Preguntas sólo preguntas. ¿No puede un católico preguntar?

La política como servicio público está desprestigiada

En nuestros tiempos, la consideración de la política como servicio público está desprestigiada. Maquiavelo inauguró la modernidad, identificando el ejercicio de la política como el arte de mantenerse en el poder, una técnica ajena a cualquier valoración moral de los objetivos perseguidos por la acción política. Después, algunos grandes pensadores de la Ilustración escindieron al ser humano de la naturaleza. Con ese gesto, dieron un paso más allá del que había dado Maquiavelo: el bien no existe fuera de la voluntad del hombre, es el hombre mismo quien tiene capacidad de decidir lo que es el bien, en función de la razón, que guiará –confiaban– sus intereses y su juicio. El siglo XX llevó hasta el final la premisa moderna: el hombre decidirá por su cuenta lo que es el bien y el mal; nada le impedirá afirmar que su acción puede dar por terminada tan molesta distinción.

El relativismo, templado por la razón, acabó con la razón puesta al servicio del nihilismo absoluto. Sabemos el resultado: los centenares de millones de muertos, la destrucción, el sufrimiento y la abolición, que a punto estuvo de ser definitiva, de la civilización a cargo del totalitarismo.

Todo esto parecerá un poco exagerado, por no decir apocalíptico, a la luz del título de este artículo. Efectivamente, hoy en día la política ha caído muy bajo en nuestra consideración, y otro tanto ha ocurrido con quienes la ejercen. La enorme proyección pública de la que gozan los políticos parece desacreditarlos aún más. Suelen aparecer en los últimos puestos en cuanto a la confianza que suscitan entre la gente.

La profesionalización de la política ha llevado a considerar al político un hombre que antepone sus intereses personales para mantenerse en el poder a cualquier otra idea o proyecto. En el mejor de los casos, los políticos representan intereses de sectores sociales más o menos amplios, articulados en partidos que se parecen a las antiguas facciones, enfrentadas en función de objetivos que todo el mundo juzgaba –con razón– ajenos al interés público.

No hay gesto ni movimiento político que no sea interpretado exclusivamente en función del interés del político o de sus representados. Cuanto más altos sean los fines que invoque el político, más desconfiamos de él. Si habla de sacrificio, de moral o se atreve a invocar a Dios, suscitará el escándalo o la burla.

Llegados a este punto, en el que reina el más puro maquiavelismo, es decir, la consideración exclusiva de los medios sin referencia a ningún bien de índole superior y objetivo, ¿es posible restaurar la dignidad de la política, devolviéndole su naturaleza de acción al servicio del bien público? Creo que sí, aunque, como la degradación ha llegado tan lejos, deberíamos plantearnos objetivos concretos y relativamente sencillos.

La democracia, que tan corruptora pareció a muchos de quienes describieron los orígenes de la actual situación, nos proporciona instrumentos valiosos para exigir de los políticos algunas cosas: primero, que elaboren un programa claro e inteligible basado en una visión articulada de lo que consideran el bien público; segundo, que sean leales a ese programa en su acción política; tercero, que en su conducta personal se atengan a los presupuestos morales en los que necesariamente ha de basarse su propuesta política; cuarto, que no mientan en el ejercicio de su cargo.

Se dirá que exigencias como éstas suponen la existencia de un consenso previo sobre el bien público, que reposa a su vez sobre un consenso moral inexistente en nuestro tiempo. Es cierto, pero eso no debe llevar a la parálisis. Es necesario actuar como si ese consenso existiera, o al menos como si fuera posible. Si pensamos que el bien y la verdad existen objetivamente, fuera de nosotros mismos, debemos actuar en consecuencia, sin miedo a lo que una parte tal vez mayoritaria de la sociedad en la que vivimos piense al respecto.

En buena lógica, hemos de proponer al conjunto de la sociedad que asuma nuestros presupuestos mediante los medios que tenemos a nuestro alcance: el razonamiento, la pedagogía, el ejemplo. Incluso si de algún modo comulgamos con el cinismo general, sólo conseguiremos que se restaure la consideración de la política como servicio público si demostramos a los políticos, con palabras y con hechos –con votos, pero no sólo–, que estamos dispuestos a exigírselo. Es la responsabilidad que nos ha tocado. No nos queda otro camino si no queremos repetir, en una forma que será aún más atroz, la barbarie del siglo XX.

Satanás en la web

Cada vez son más las páginas dedicadas al satanismo y los rituales diabólicos: los buscadores revelan al menos 718.000. Allí, explican desde cómo vender el alma e invocar al innombrable hasta los requisitos para las peticiones y la declaración de valores de un seguidor verdadero. Para la psiquiatría, es muy difícil diagnosticar en forma general, pero aseguran que algunos pueden padecer fantasías delirantes o personalidades múltiples. Según el diario argentino Perfil, en un artículo de Euridice Ferrara, lo cierto es que hubo casos locales en los que Lucifer fue el disparador de rituales que terminaron en crímenes.

“Si ya diste tu casa, tu auto, tus muebles, no sería mala idea vender tu alma. Un buen rito es una inversión”, brilla el mensaje desde una página de Internet. Es que la dupla del bien y el mal fundada por las religiones sobrevivió y perdura en mitologías, creencias, temas de rock, películas y TV. Dios y el diablo vendrían a ser una polaridad más; Yin y Yang. Y todavía se hacen ritos en su honor: Satanás, Lucifer, Belcebú, sinónimos del principal enemigo de Dios según la cosmovisión judeo-cristiana, se moderniza con rapidez y ahora ofrece sus servicios en el ciberespacio: desde cómo vender almas e invocar al diablo hasta ser el fan diabólico más aplicado.

“¡In Nomine Dei Nostri Satanas Luciferi Excelsi! En el nombre de Satán, Señor de la Tierra, Rey del Mundo, ordeno a las fuerzas de la oscuridad que viertan su poder infernal sobre mí. Vivo como las bestias del campo, regocijándome en la vida carnal. Por todos los dioses del Averno, ordeno que lo que digo haya de suceder”, imponen algunas webs satánicas, al explicar las palabras “e ingredientes” para realizar un ritual diabólico. Entre los materiales, dicen, no debe faltar la hoja de peticiones, los deseos y las víctimas.

Para los fans de Lucifer o curiosos que navegan, las páginas se multiplican en la Web. La historia y la existencia del diablo, los mandamientos satánicos, las iglesias de Satán en el mundo, recetas de ritos y encantamientos y demás valores “diabólicos” pululan en los foros. Algunos hablan de religión, otros de ideología o corrientes filosóficas, contra los diagnósticos de la psiquiatría: “Muchos de ellos padecen personalidades múltiples o fantasías delirantes”, diagnostican.

La realidad puede ser más descarnada con algunos que llevan esta creencia o religión a un límite siniestro, hasta la muerte. Como lo fue el caso de Ramoncito, de 12 años, que se dijo murió sacrificado en un rito satánico. O el de las hermanas Vázquez, que apuñalaron 117 veces a su padre porque “le querían sacar el mal”, y el resultado de la autopsia confirmó que él se había dejado matar.

“El mundo cree en el demonio, no es una fantasía de la Edad Media. Hay gente que actúa movida por él y quienes lo hacen por Dios”, dice el cura Eduardo Pérez, uno de los sacerdotes elegidos y autorizados por el obispo para hacer el curso de exorcismo y poder practicarlo. Aunque niega haber realizado alguno, confiesa que “enfrentar al demonio, es una cosa bien seria”.

Según el psicólogo Luis Disanto, a cargo de cursos en criminología en la Universidad de Buenos Aires, “los diagnósticos sobre las psicopatologías de los autores de los crímenes satánicos son singulares, no se puede suponer a priori si esa gente tiene un brote sicótico o personalidad múltiple”. En cuanto a la proliferación de páginas en Internet, Disanto agrega que “el mal siempre se presenta de una manera razonable. En las películas, son tipos con traje que llevan una ‘vida normal’. En la realidad es parecido, no son freaks o raros que llaman la atención”.

Pero, ¿cuáles son los valores de estos creyentes del “mal”? Nada demasiado maligno: algunas de las Nueve Declaraciones de la Biblia Negra de Anton Szandor LaVey dicen que Satán representa los pecados, más aún cuando éstos llevan a la gratificación física, mental o emocional. O que la venganza es mejor que ofrecer la otra mejilla, y antepone la complacencia a la abstinencia.

Dos crímenes rituales

La muerte de Ramoncito, el menor de 12 años encontrado en octubre de 2006 en un descampado de la ciudad de Mercedes, en Corrientes, habría sido causada por un ritual satánico. El fiscal Gustavo Schmidt confirmó una de las hipótesis: “El hecho ocurrió en medio de una orgía entre integrantes de una secta”, y explicó que “bailaron, ataron al niño y destrozaron todo su cuerpo”. Y aclaró que, según testigos, “Ramoncito sabía que formaba parte de ese ritual y que moriría”. Otro caso fue el de “las hermanas satánicas”. Gabriela y Silvia Vázquez fueron encontradas desnudas y retorciéndose sobre la sangre de su padre muerto, quien también yacía desnudo y con 117 puñaladas en su departamento del barrio porteño de Saavedra. Tres policías le sacaron el cuchillo de cocina que una de ellas sostenía mientras gritaba con voz ronca y gutural: “¿Qué quieren? Esto no es real. ¡Váyanse!”. Fueron llevadas al hospital Moyano. Al día siguiente, alegaron no recordar nada de lo sucedido. Fueron declaradas inimputables.

miércoles, 18 de junio de 2008

Diez mitos sobre la pedofilia de los sacerdotes

Mito 1: Es más probable que sacerdotes católicos, en comparación con otros grupos de hombres, sean pedófilos

Esto es simplemente falso. No existe evidencia alguna de que los sacerdotes estén más inclinados a abusar de los niños que otros grupos de hombres.

El uso y abuso de los niños como objeto de gratificación sexual por parte de los adultos es epidémico en todas las clases sociales, profesiones, religiones y grupos étnicos alrededor del mundo, según lo demuestran claramente las estadísticas acerca de la pornografía, el incesto y la prostitución infantil. La pedofilia (el abuso sexual de niños preadolescentes) entre los sacerdotes es extremamente rara, pues afecta solamente al 0.3% del clero. Esta cifra, citada en el libro Pedophiilia and Piresthood (Pedofilia y Sacerdocio), escrito por el estudioso no-católico Philip Jenkins, está tomada del estudio más amplio que existe hoy día sobre este tema. Concluye que solamente uno de entre 2,252 sacerdotes que formaron parte del estudio a lo largo de un período de más de 30 años, se ha visto afectado por la pedofilia. En los escándalos recientes de Boston, solamente 4 de entre más de los 80 sacerdotes etiquetados por los medios de comunicación como "pedófilos" son en realidad culpables de abusar de niños pequeños.

La pedofilia es un tipo particular de desorden sexual compulsivo en el cual un adulto (hombre o mujer) abusa de niños preadolescentes. La gran mayoría de los escándalos sexuales del clero que están saliendo a la luz ahora no entran propiamente en la categoría de pedofilia. Más bien, se deben calificar como efebofilia o atracción homosexual hacia adolescentes. Aunque el número total de sacerdotes que cometen abuso sexual es mucho más alto que el de los que son culpables de pedofilia, la cifra total queda aún por debajo del 2% que es semejante al porcentaje que se da entre hombres casados (Jenkins, Pedophilia and Priests).

Con ocasión de la crisis actual en la Iglesia, otros grupos religiosos e instituciones no religiosas han admitido tener problemas semejantes tanto de pedofilia como de efebofilia entre las filas de su clero o personal. No hay evidencia de que la pedofilia sea más común entre el clero católico, que entre los Ministros protestantes, los líderes Judíos, los médicos, o miembros de cualquier otra institución en la que los adultos ocupen posiciones de autoridad sobre los niños.

Mito 2. El estado célibe de los sacerdotes conduce hacia la pedofilia

El celibato no es causa de ninguna adicción sexual desviada, entre las que se cataloga la pedofilia. De hecho, en comparación con los sacerdotes, es tan probable que los hombres casados abusen sexualmente de los niños (Jenkins, Pedophilia and Priests). Entre la población general, la mayoría de los transgresores son hombres heterosexuales reincidentes que abusan sexualmente de las niñas. También hay mujeres que cometen este tipo de abusos sexuales. Aunque es difícil obtener estadísticas exactas sobre el abuso sexual de los niños, los rasgos característicos de los que repetidamente cometen abuso sexual con niños han sido bien descritos. El perfil de los abusadores sexuales de niños nunca incluye adultos normales que se sienten atraídos eróticamente hacia los niños como resultado de la abstinencia (Fred Berlin, Compulsive Sexual Behaviors, in Addiction and Compulsion Behaviors [Boston: NCBC, 1998]; Patrick J. Carnes, Sexual Compulsion: Challenge for Church Leaders, in Addiction and Compulsion; Dale O’Leary, Homosexuality and Abuse).

Mito 3. Si los sacerdotes se casaran, desparecerían la pedofilia y otras formas de conducta sexual desviada

Algunas personas incluyendo algunos disidentes católicos que suelen expresar su disconformidad en público se están aprovechando de esta crisis para promover sus propios intereses. Como respuesta a los escándalos, algunos están exigiendo que el clero sea casado, como si el matrimonio hiciera que "ciertos" hombres dejasen de molestar sexualmente a los niños. Esta afirmación se desmiente con las estadísticas mencionadas antes sobre el hecho de que, comparados con los sacerdotes célibes, es igualmente común que los hombres casados abusen sexualmente de los niños. (Jenkins, Pedophilia and Priests).

Dado que ni el ser católico ni el ser célibe predispone a una persona a caer en la pedofilia, el clero casado no resolvería el problema (Doctors call for pedophilia research, The Hartford Currant, March 23). No hay más que mirar a las crisis en otras religiones, sectas o profesiones para ver este punto con claridad.

El hecho es que hombres heterosexuales sanos no suelen caer en la atracción erótica hacia los niños como resultado de su abstinencia.

Mito 4. El celibato sacerdotal fue una invención medieval

Mentira. En la Iglesia católica de Occidente, el celibato se practicó ya universalmente a partir del siglo IV, comenzando con la adopción que San Agustín hizo de la disciplina monástica para todos sus sacerdotes. Además de las muchas razones prácticas para adoptar esta disciplina se suponía que era un buen medio para evitar el nepotismo el estilo de vida célibe permitía a los sacerdotes ser más independientes y disponibles. Este ideal era también una oportunidad para que los sacerdotes dieran también testimonio del mismo estilo de vida que sus hermanos los monjes. La Iglesia no ha cambiado las normas del celibato, porque con el paso de los siglos se ha dado cuenta del valor práctico y espiritual que posee (Pablo VI, carta encíclica sobre El celibato sacerdotal, 1967). De hecho, incluso en la Iglesia católica del Este que admite también la posibilidad de tener sacerdotes casados los obispos son elegidos solamente entre los sacerdotes no casados.

Cristo reveló el verdadero valor y significado del celibato. Los sacerdotes católicos, desde San Pablo hasta el presente le han imitado en la total donación de si mismos a Dios y a los demás viviendo célibes. Aunque Cristo elevó el matrimonio al nivel de sacramento que revela el amor y vida de la Santísima Trinidad, él fue también testigo vivo de la vida futura. Los sacerdotes célibes son para nosotros testigos vivos de esta vida futura en la cual la unidad y el gozo del matrimonio entre un hombre y una mujer son sobrepasados por la perfecta y amorosa comunión con Dios. El celibato entendido y vivido adecuadamente libera a la persona para amar y servir como Cristo lo hizo.

En los últimos cuarenta años, el celibato ha sido un testimonio todavía más poderoso del sacrificio amoroso de hombres y mujeres que se ofrecen a si mismos para servir a sus comunidades.

Mito 5. Mujeres sacerdotes ayudarían a solucionar el problema

No hay en absoluto ninguna conexión lógica entre el comportamiento desviado de una pequeña minoría de sacerdotes varones y la inclusión en sus filas de las mujeres. Aunque es verdad que según muestran la mayoría de las estadísticas sobre abuso de niños es más común que los hombres abusen de ellos, el hecho es que también hay mujeres que molestan sexualmente a los niños. En 1994, el National Opinion Research Center demostró que la segunda forma más común de abuso sexual de niños era el de mujeres que abusaban de niños varones. Por cada tres varones abusadores sexuales de niños, hay una mujer abusadora. Las estadísticas sobre las mujeres que abusan sexualmente de otros son más difíciles de obtener porque el crimen es más oculto (entrevista con el Dr. Richard Cross, "Una cuestión de carácter", National Opinion Research Center; cf. Carnes). Además, es más improbable que sus víctimas más frecuentes, los niños, reporten los abusos sexuales, especialmente cuando el abusador es una mujer (O’Leary, Child Sexual Abuse).

Hay razones por las cuales la Iglesia no puede ordenar sacerdotes a las mujeres (como Juan Pablo II ha explicado en numerosas ocasiones). Pero esto nos sacaría ahora del tema. El debate sobre la ordenación de las mujeres no está para nada relacionado con el problema de la pedofilia ni con otras formas de abuso sexual.

Mito 6. La homosexualidad no está conectada con la pedofilia

Esto es simplemente falso. Es tres veces más probable que los homosexuales sean pedófilos que los hombres heterosexuales. Aunque la pedofilia exclusiva (atracción hacia los preadolescentes) es un fenómeno extremo y raro, un tercio de los varones homosexuales sienten atracción por los adolescentes (Jenkins, Priests and Pedophilia). La seducción de adolescentes varones por parte de homosexuales es un fenómeno bien documentado. Esta forma de comportamiento desviado es el tipo más común de abuso obrado por sacerdotes y está directamente relacionado con el comportamiento homosexual.

Como Michael Ross muestra en su libro, Goodbye!, Good Men (Adiós, hombres buenos!), hay una activa sub-cultura homosexual dentro de la Iglesia. Esto se debe a varios factores. La confusión que se ha dado en la Iglesia como resultado de la revolución sexual de los años 60, el tumulto posterior al Concilio Vaticano II, y una mayor aprobación de la homosexualidad por parte de la cultura. Todo esto hizo que se creara un ambiente en el cual homosexuales varones activos fueron admitidos y tolerados en el sacerdocio. La Iglesia se ha apoyado también más en la psiquiatría para valorar la idoneidad de a los candidatos al sacerdocio y para tratar a los sacerdotes que tenían problemas. En 1973, The American Psychological Association (Asociación Psicológica Americana) dejó de considerar la homosexualidad como una orientación objetivamente desordenada y la suprimió de su Manual Diagnóstico y Estadístico (Nicolosi, J., Reparative Therapy of Male Homosexuality, 1991; Diamond, E. Et al. Homosexuality and Hope, documento no publicado de la CMA). Lógicamente, el tratamiento de comportamientos sexuales desviados se vio afectado por este cambio de actitud.

Mientras la actitud de la Iglesia hacia quienes tienen problema de atracción homosexual se ha caracterizado por la compasión, también ha sido firme y constante en sostener el punto de vista de que la homosexualidad es objetivamente desordenada y que el matrimonio entre un hombre y una mujer es el único contexto propio para el ejercicio de la actividad sexual.

Mito 7. La Jerarquía católica no ha hecho nada para solucionar la pedofilia

Aunque todos estamos de acuerdo en que la jerarquía no ha hecho lo suficiente, esta afirmación es, sin embargo, falsa. Cuando el Código de Derecho Canónico fue revisado en 1983, se añadió un pasaje importante:

“El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical, cuando el caso lo requiera”. (Canon 1395, 2)

Pero ciertamente, no es lo único que la Iglesia ha hecho. Los obispos, comenzando con el Papa Pablo VI en 1967, publicaron una advertencia dirigida a los fieles sobre las consecuencias negativas de la revolución sexual. La encíclica papal Sacerdotalis coelibatus (sobre el celibato sacerdotal), trató el tema del celibato sacerdotal en medio de un ambiente cultural que exigía mayor "libertad" sexual. El Papa volvió a reafirmar el celibato al mismo tiempo que apelaba a los obispos para que asumieran responsabilidad por "los hermanos sacerdotes afligidos por dificultades que ponen en peligro el don divino que han recibido". Aconsejaba a los obispos que buscaran ayuda para estos sacerdotes, o, en casos graves, que pidieran la dispensa para los sacerdotes que no podían ser ayudados. Además, les pidió que fuesen más prudentes al juzgar sobre la aptitud de los candidatos al sacerdocio.

En 1975, la Iglesia publicó otro documento llamado Declaración sobre ciertas cuestiones sobre la ética sexual (escrito por el cardenal Josef Raztinger) que trataba explícitamente, entre otros asuntos, el problema de la homosexualidad entre los sacerdotes. Tanto el documento de 1967 como el de 1975 tratan el tema de las desviaciones sexuales, incluso la pedofilia y la efebofilia, que son especialmente frecuentes entre los homosexuales.

En 1994, el Ad hoc Committee on Sexual Abuse (Comité sobre abuso sexual de la Conferencia Episcopal Americana) publicó unas orientaciones dirigidas a las 191 diócesis de Estados Unidos para ayudarles a crear unas líneas de acción para tratar el problema de abuso sexual de menores. Casi todas las diócesis redactaron sus propias directrices (USCCB document: Guideliness for dealing with Child sexual Abuse, 1993-1994). En estas fechas la pedofilia se reconocía ya como un desorden que no podía ser curado, y como un problema que se estaba agravando debido al aumento de la pornografía. Antes de 1994, los obispos siguieron la opinión de los psiquiatras expertos que creían que la pedofilia podía ser tratada con éxito. Los sacerdotes convictos de abuso sexual eran enviados a uno de los establecimientos especializados de los Estados Unidos. Los obispos frecuentemente se basaban en los juicios de los expertos para determinar si los sacerdotes estaban listos para volver al ministerio. Esto no mitiga la negligencia por parte de algunos miembros de la jerarquía, pero por lo menos ayuda a entender mejor la cuestión.

Como respuesta a los escándalos recientes, algunas diócesis han creado comisiones especiales para afrontar los casos de abuso de menores, y también han creado grupos de defensa de las víctimas; y están reconociendo oficialmente que se debe atender inmediatamente cualquier legítima acusación.

Mito 8. La enseñanza de la Iglesia sobre moralidad sexual es el verdadero problema, no la pedofilia

La enseñanza de la Iglesia sobre la moralidad sexual se basa en la dignidad de la persona humana y en la bondad de la sexualidad humana. Esta enseñanza condena el abuso de los niños en todas sus formas, lo mismo que condena otros crímenes sexuales reprensibles como la violación, el incesto, la pornografía infantil y la prostitución infantil. En otras palabras, si estas enseñanzas se vivieran, no existiría el problema de la pedofilia.

La creencia de que esta enseñanza conduce a la pedofilia se basa en un concepción falsa o en una deliberada falsa interpretación de la moral sexual católica. La Iglesia reconoce que la actividad sexual sin el amor y compromiso que se da solamente en el matrimonio, disminuye la dignidad de la persona humana y a fin de cuentas es destructiva. En lo que se refiere al celibato, siglos de experiencia han probado que hombres y mujeres pueden abstenerse de la actividad sexual al mismo tiempo que se realizan plenamente viviendo una vida sana y llena de sentido.

Mito 9. Los periodistas católicos han ignorado el problema de la pedofilia

Esta afirmación es claramente falsa. Un artículo de portada de “Crisis” de octubre de 2001 se titulaba así: The High Price of Priestly Pederasty, (El alto precio de la pederastia de los sacerdotes), una exposición del escándalo que saldría a la superficie en el resto de la prensa tres meses después.

Han seguido el problema de pedofilia/pederastia. Charles Sennot, autor de Broken Covenant, Rod Dreher de la National Review, el cofundador de Crisis, Ralph McIncerny, Maggie Gallagher, Dale O’Leary, The Catholic Medical Association, Michael Novak, Peggy Noona, Bill Donohue, Dr. Richard Cross, Philip Lawler, Alan Keyes, and Msgr. George Kelly han cubierto este tema ampliamente.

El hecho de que el resto de los medios de comunicación haya ignorado ese trabajo, no significa que no lo hayan hecho.

Mito 10. El requisito del celibato limita el número de candidatos al sacerdocio, con el resultado de que haya un número alto de sacerdotes sexualmente desequilibrados

Primero de todo, no existe un "alto número de sacerdotes sexualmente desequilibrados". De nuevo afirmamos que la gran mayoría de los sacerdotes son normales, sanos y fieles. Cada día demuestran que son dignos de la confianza de aquellos cuyo cuidado se les ha confiado.

En segundo lugar, quienes no se sienten llamados a una vida de celibato están ipso facto excluidos de poder ser sacerdotes católicos. De hecho, la mayoría de los hombres no están llamados a ser célibes. Sin embargo, algunos están llamados, y de entre ellos algunos están llamados por Dios al sacerdocio.

La vocación sacerdotal, como el matrimonio, requiere el mutuo y libre consentimiento de ambas partes. Por tanto, la Iglesia debe discernir si un candidato es verdaderamente digno y apto mental, física y espiritualmente para comprometerse a una vida de servicio sacerdotal. El deseo que un candidato tenga de ser sacerdote no constituye de por sí una vocación. Los directores espirituales y vocacionales conocen ahora mejor que nunca las deficiencias de carácter que hacen que un candidato, en otros campos cualificado, no sea apto para el sacerdocio.

lunes, 16 de junio de 2008

El anticristo detrás de las ideologías modernas

Un colega bloggista, Ministeriodelcredo, escribió el presente artículo el 14 de agosto de 2005 el que me parece pertinente reproducir:

Voy a revelar, por amor a los hombres y a los descarriados la verdad, en este caso la no verdad (pues su esencia es la falsedad) de algunas doctrinas modernas (y me limitaré a las llamadas "ideologías ").

La contra-tradición que obra entre bastidores ha sabido muy bien como extender la confusión y tentar a todos al mismo tiempo que les dispone de una identidad y los libra a la contienda formando parte de una misma Totalidad, opresiva, totalitaria.

Aparentemente, en el tablero ideado por las fuerzas de la contra-tradición (no es éste el momento de señalarlas) los títeres liberales, comunistas, socialistas, nacionalistas, anarquistas, nacional-socialistas o fascistas son enemigos entre sí.
Pero los descarriados occidentales adheridos a estas doctrinas ateas, subversivas y revolucionarias olvidan la identidad común de todas ellas.

1-Empecemos por su rasgo más evidente: Todas niegan a la Iglesia Católica y Romana. Y es más persiguen, destruyen, marginan o difaman a la Catolicidad y apartan a la fuerza a las gentes del rito y de la Tradición. Ocultan la Verdad.

2- Todas estas doctrinas niegan toda trascendencia, en coherencia diabólica con su anticlericalismo. Si toda trascendencia es "ilusión", "superstición", "moral de esclavos" o estar "sojuzgado" en estricta coherencia la "emancipación" llega con la destrucción o apartamiento sutil de los representantes de la trascendencia en la tierra: la cadena iniciática de las ordenes regulares, que brindan la salvación al vulgo, solo dentro y por la Iglesia en el caso de Occidente, y por el Islam y otras religiones estrictamente tradicionales. Ahora bien, todas las ideologías modernas niegan a la religión, marginan o persiguen, excluyen o limitan, apartan o condenan, ponen trabas y difaman, ridiculizan o corrompen infiltrándose y de este modo impiden al vulgo iniciarse en una religión legada por la tradición.

3- En consonancia con su anticlericalismo, negación de toda trascendencia estas ideologías caen con mayor o menor grado de conciencia en un panteísmo inmanentista, un engendro de la subjetividad moderna, un librar al hombre a la espontaneidad y a la ilusión de que todo se reduce a todo, es decir a nada, y niegan la trascendencia del absoluto, de ahí que caigan en idolatrías propias del más siniestro paganismo: culto a la personalidad, simbología pseudoiniciática o contrainiciática, pretensiones heréticas del paraíso en la tierra, progresismo, ultra humanismo, culto al cuerpo, hedonismo, orgía de sangre. De ahí la apostasía de la nación, del estado, de la clase, del trabajo, del individuo, de la raza o de la economía. Idolatrías diabólicas comunes a todas las ideologías modernas.

4- Esto último conecta a todas las ideologías modernas con el fenómeno de la Nueva Era, pues como éstas, que solo han sido su preparación, se niegan a las tres religiones tradicionales fundamentales (catolicismo, islam, judaísmo) y negando toda trascendencia, tradición, clero regular, se postula un panteísmo inmanentista con todas sus consecuencias: soberbia, divinización de lo humano o mundano, amoralidad, nihilismo. Formas comunes a todas las ideologías modernas.

Ahora preguntémonos, ¿de dónde viene esta identidad de las ideologías modernas? Cierto es que todas nacen de la Revolución Francesa. Cierto es que todas son revolucionarias. Puesto que la Revolución en estricto sentido no es otra cosa que la negación, subversión, abolición o destrucción, cuando no desviación de la Tradición. Y la Tradición no es otra cosa que el Reinado Social de Cristo, es decir la organización libérrima y natural de la vida de las gentes conforme a los fueros y al cuerpo de cristo, la Iglesia, muy similar a la plasmación sociopolítica de la Tradición en las formas religiosas del Islam o de cualquier otra religión tradicional. Estas formas denominadas "antiguo régimen" son las que fueron subvertidas y saboteadas por los Revolucionarios. Y el sujeto revolucionario que emana de tal destrucción nihilista de la Tradición es el Estado. El Estado es la emanación revolucionaria de la llamada "voluntad general" o "soberanía" (esto es la subversión del vulgo y de la necedad frente al clero regular y la Tradición) entonces el Estado, como voz de la colectividad, organiza un Poder absoluto y siniestro que fulmina toda posibilidad de vida libérrima y natural (tradicional) desnaturalizando la vida del hombre, sin libertad bajo un totalitarismo siniestro negador de toda trascendencia que postula la apostasía con el Estado y el Poder total de lo humano o infrahumano:

- enseñanza universal, abstracta, neutra y obligatoria
- ejército universal y obligatorio
- leyes universales, abstractas, sin concreción foral, gremial o tradicional
- Impuestos universales, obligatorios y en base a la abstracción del Estado
- Sistema de medicación y de vacunación universal, y obligatorio
- Más una red tecnocrática de infraestructuras estatales que vienen a consolidar en lo material la subversión ya iniciada en lo espiritual

Estas son algunos de los tentáculos de la subversión revolucionaria.

Todas las ideologías modernas (democracia, comunismo, fascismo, nacionalsocialismo) concuerdan en esos puntos totalitarios. Y la aberración anarquista, si bien con poca coherencia no defiende el Estado (por desconocer su origen y significado) defiende el espíritu revolucionario de esas medidas, colectivistas e individualistas a la par, ateas y desvinculantes, engendros de un materialismo satánico.

Pero estas medidas que encajan con la subjetividad moderna son solidarias como se ha visto con el Poder absoluto, es decir el totalitarismo.

Puesto que cuando se ha dejado de creer en dios se puede dejar de creer en cualquier cosa, cuando solo se cree en uno mismo y toda trascendencia es negada y reducido el mundo a una dualidad mecánica, panteísta, a un puro flujo de sensaciones, deseos, apetencias, motivos, acciones, y el hombre se erige en dios de la creación (o destrucción) y creador del instante, sin instancias del clero regular, ya todo es posible y la desnaturalización del hombre y su bastardización animal y sodomita conducen a la guerra de todos contra todos.

En efecto, el estado "natural" que todas las ideologías modernas postulan, (al negar toda Tradición y predicar la subjetividad fría y mecánica) es el de la guerra de todos contra todos (el hombre es lobo para el hombre). Y en ese desorden pone "orden " el Estado. Un "orden" ficticio que solo es administración de la iniquidad y deseo del vulgo, de las manadas de lobos solitarios, en su recuento mecánico de votos, iguales entre si y por tanto indiferentes, que recuerda al recuento mecánico de cadáveres en auschwitz o en el gulag. A fin de cuentas todo vale en aras de la voluntad popular, de la nación, de la sociedad sin clases, del paraíso en la tierra, en un mundo sin trascendencia, donde el hombre es dios, o la masa, lo cual es lo mismo que la abstracta idea de "humanidad".

Me gustaría que los foreros meditaran sobre semejante asunto, y se pusieran en contacto conmigo en caso de reconocer la revelación mía, ya que cierto es que andan muy extraviados aquí con ideologías modernas de uno u otro lado, aparentemente opuestos, pero idénticas en la raíz que es lo metafísico: ateismo, dualismo, inmanentismo, panteísmo, negación de la trascendencia.

¿Quién es la ley? ¡Cristo Rey!

domingo, 15 de junio de 2008

Presidente Bush podría convertirse al catolicismo

ROMA, 13 Jun. 08 (ACI).- El diario inglés The Telegraph, en su edición de hoy al informar sobre el encuentro privado del Papa Benedicto XVI con el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, publicó una nota en la que señala que el mandatario estadounidense estaría cerca de convertirse al catolicismo.

Esta publicación afirma que durante el encuentro, el Presidente subía las escaleras que daban a la Torre de San Juan, en los jardines vaticanos, repitiendo "¡Qué honor, qué honor, qué honor!"

Tras oír al coro que cantó para ambos, siguieron su camino hasta la gruta de la Virgen de Lourdes, precisa The Telegraph, en donde Bush no se arrodilló, pero "se cree que sí rezó con el Papa en privado", como lo hicieron "en la Oficina Oval de la Casa Blanca".

The Telegraph indica luego que distintos diarios italianos han estado comentando la noticia, especialmente IL Foglio.

Esta publicación italiana cita a un "eclesiástico que conoce bien la Curia romana y los Estados Unidos". Según esta fuente "todo es posible, especialmente para alguien renacido como Bush. Ciertamente si cualquier cosa debiera suceder, será después de culminar su mandato presidencial, no antes. Similar a (Tony) Blair, pero con contextos ligeramente diversos".

Este diario italiano recuerda también que el ex gobernador de Florida y hermano del mandatario, Jeb Bush, ya se ha convertido al catolicismo; y que la conversión de George debería ser más sencilla que la del "líder laborista (Blair)".

De otro lado, ya el 13 de abril, antes de que el Papa llegara a Estados Unidos, el diario estadounidense The Washington Post publicaba un artículo titulado "A catholic wind in the White House" (Un viento católico en la Casa Blanca), en el que comparaba el caso de Bush con el de Tony Blair, ex Primer Ministro inglés que se convirtió al catolicismo al dejar su cargo.

Este artículo citaba, sin mencionarlo, al P. George William Rutler, un sacerdote converso del anglicanismo en 1979 y amigo de Bush, que comentaba que al mandatario "lo que lo fascina del catolicismo es su plausibilidad histórica. Aprecia la teología sistemática de la Iglesia, su fuerza de persuasión y su estabilidad intelectual". "Bush respeta el modo en el que el catolicismo comienza, con la noción de que el papado es querido por Dios y que el Papa es el Sucesor de Pedro".

The Washington Post afirmaba también que George W. Bush "actualmente asiste a una iglesia episcopaliana en Washington y pertenece a una iglesia metodista en Texas".

sábado, 14 de junio de 2008

Ante la crisis alimentaria

Las amas de casa, aún de las poblaciones más lejanas, están resintiendo el alza de precios en alimentos básicos. Los economistas avizoran que este panorama no tiene indicios de cambiar a corto plazo. Es un fenómeno típico de la globalización, que rebasa gobiernos e instituciones. La inestabilidad en los precios del petróleo, los subsidios de los países ricos a sus agricultores, el uso de alimentos para producir combustibles, la especulación financiera de las Bolsas, etc., intentan explicar en parte esta crisis.

¿Qué hacer? Se deben denunciar y atacar las raíces estructurales; pero, ¿qué nos toca a nosotros? Es un recurso fácil culpar de todos los males al gobierno en turno y al sistema neoliberal; pero reducirnos a lamentos y críticas no soluciona el problema. Quizá nos consuela aparecer como muy enterados del asunto y con muchas soluciones, pero el sistema no cambia sólo porque nosotros lo exigimos. Debemos buscar alternativas más cercanas y posibles.

Jesucristo nos ordena preocuparnos por quienes no tienen con qué alimentarse. Cuando los corazones están dispuestos a compartir lo poco que tienen, se hace el milagro de la multiplicación; alcanza y sobra (cf Mc 6,35-44). Pero el egoísmo, que hace a unos enriquecerse y ser insensibles ante quienes no tienen qué comer (cf Lc 16,19-31), produce un infierno en la sociedad, por las desigualdades injustas, que hasta guerras pueden generar.

Dios da de comer hasta a los pájaros; pero no en el nido. Tienen que salir a buscar, para no morir de hambre. Si trabajan, nada les va a faltar. Quien no trabaja, no tiene derecho ni a comer (cf 2 Tes 3,10-12).

Hace poco, dijo el Papa Benedicto XVI a los participantes en una reunión de la FAO: "La creciente globalización de los mercados no siempre favorece la disponibilidad de alimentos, y los sistemas productivos con frecuencia se ven condicionados por límites estructurales, así como por políticas proteccionistas y fenómenos especulativos que dejan a poblaciones enteras al margen de los procesos de desarrollo. A la luz de esta situación, es necesario reafirmar con fuerza que el hambre y la desnutrición son inaceptables. El gran desafío de hoy consiste en globalizar no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad.

Os exhorto a continuar las reformas estructurales que son indispensables... La pobreza y la desnutrición no son una mera fatalidad. El derecho a la alimentación responde principalmente a una motivación ética: ‘dar de comer a los hambrientos’ (cf. Mt 25, 35), que apremia a compartir los bienes materiales como muestra del amor que todos necesitamos y permite combatir la causa principal del hambre, es decir, la cerrazón del ser humano con respecto a sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumistas y disgrega el tejido social, preservando, e incluso aumentando, la brecha de injustos equilibrios, y descuidando las exigencias más profundas del bien.

La Iglesia católica quiere unirse a este esfuerzo. Basándose en la antigua sabiduría, inspirada por el Evangelio, hace un llamamiento firme y apremiante, que sigue siendo de gran actualidad: ‘Da de comer al que está muriéndose de hambre, porque, si no le das de comer, lo matarás’”.

Son necesarias reformas estructurales, sí; pero éstas nos rebasan a la mayoría. En cambio, la solidaridad, que es darse al que está solo, está al alcance de todos, incluso de los pobres. Hay que compartir con quien sufre más que nosotros, y abrir el corazón para estar cerca de quien más padece las consecuencias de la crisis alimentaria. Hay que evitar gastos innecesarios, lujos superfluos, modas transitorias, antojos momentáneos. En vez de consumir tanto refresco embotellado, hacer aguas frescas en casa; en vez de tanto uso de celular, moderación; en vez de gastar en caprichos personales, ahorrar; en vez de ir tanto a los centros comerciales, y gastar por gastar, reducirse a lo indispensable. Educar a los niños y jóvenes en la austeridad, asumiendo por convicción un estilo sobrio de vida.

jueves, 12 de junio de 2008

En Argentina hay una persecución disimulada contra la Iglesia

BUENOS AIRES, 12 Jun. 08 (ACI).- En una intensa entrevista concedida al diario La Prensa, el Obispo Emérito Castrense, Mons. Antonio Baseotto, habló por primera vez del episodio que le costó un largo hostigamiento por parte de las autoridades y aseguró que en Argentina hay una disimulada persecución contra la Iglesia.

"Propician el aborto, quieren que sea aceptada la homosexualidad, que la formación de los chicos en la escuela tenga esa orientación… Las obras de asistencia, de promoción que tiene la Iglesia, que antes se hacían de acuerdo con el Estado, ahora se restringieron. A todo lo que es moral cristiana se le trata de poner trabas. Ya no es elegante quemar iglesias. Es más sutil, pero más eficaz, destruir la forma de pensar, los principios cristianos, y por eso estamos con todo el tema de la enseñanza, lo que imponen los medios de comunicación. Eso es lo que veo como persecución de la Iglesia", explicó.

Para el Obispo, "la cara visible" de la ofensiva contra la Iglesia "es el Gobierno. Que por debajo haya ideologías o mentalidades que lo estén sustentando, no sería extraño". Según Mons. Baseotto, dentro de la Iglesia "algunos lo notan más, y otros no han visto hasta que punto se trata de una situación bastante seria, ya sea por la distancia o por la gran actividad que tienen. Pero en términos generales, sí, lo notan".

Su historia

En febrero de 2005, Mons. Baseotto envió una carta al entonces Ministro de Salud, Ginés González García, en la que respondía a sus declaraciones a favor del aborto y el reparto de preservativos entre jóvenes en la vía pública.

Mons. Baseotto señaló en la misiva que "la multiplicación de los abortos que usted propicia con fármacos conocidos como abortivos es apología del delito de homicidio… Cuando usted repartió públicamente profilácticos a los jóvenes, recordaba el texto del Evangelio donde nuestro Señor afirma que 'los que escandalizan a los pequeños merecen que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar'".

Esta última línea desató la ira de varios líderes abortistas; el entonces Presidente Néstor Kirchner pidió la renuncia de Mons. Baseotto y exigió al Vaticano su cambio –un pedido denegado– y supuso tres denuncias penales contra el Obispo acusándolo de haber realizado un "elogio al homicidio" e incurrir en el delito de "amenazas para alarmar o amedrentar a una o más personas".

La resolución judicial que declaró la inocencia del Obispo se emitió el 8 de julio de 2005 y según la agencia católica argentina AICA, que difundió el fallo, llamó "poderosamente la atención, salvo muy contadas excepciones, el silencio de la prensa en general que, tras haber batido el parche en forma escandalosa, casi diariamente, acerca de una presunta amenaza de Mons. Baseotto de tirar al mar al Ministro de Salud, sonsonete repetido aún en medios 'serios', ahora parece ignorar el dictamen".

En mayo de 2007, el Papa Benedicto XVI aceptó su renuncia al haber alcanzado el límite de edad –75 años– establecido por la legislación canónica para ejercer el cargo.

A tres años del episodio, el Obispo no se arrepiente de la carta porque "era necesario hablar" y asegura que le sorprendió que el escándalo fuera la carta y no que una autoridad defendiera el aborto.

"Apuntaron a aquello que era llamativo y que podía concitar la atención, y dejaron totalmente al lado todo lo referido al aborto, porque con eso siguen trabajando", indicó. Fue "una táctica para seguir con lo que ellos tienen programado. Desviar la atención de lo importante".

El Obispo, que entonces estaba a dos años de su retiro por límite e edad, recuerda que fue "totalmente restringido" en su actividad pastoral. "No porque a mí me cerraran las puertas de los cuarteles, ni nada por el estilo, sino porque había represalias contra los jefes militares que aceptaran recibirme. Desde el punto de vista estrictamente jurídico, eso se llama diócesis impedida. Es una figura jurídica muy dura. De hecho acá se estaba dando pero se evitó declararla para no agravar el conflicto", indicó.
"El año pasado he estado en Luján, celebrando una Misa en el colegio de los hermanos maristas para un grupo de católicos, en un congreso de formación teológica y doctrinal. Y porque yo celebré la Misa me declararon persona no grata", señaló.

Sin embargo, asegura que en medio de la polémica recibió "solidaridad de una manera personal y privada. Eso sí. Lo mismo los obispos, con llamados telefónicos. También mandaron muchas cartas de solidaridad. Hubo 30 mil cartas o e-mails de adhesión. Y probablemente hayan sido más todavía. Ese es el número que he llevado a la Santa Sede. Pero después siguieron viniendo. Y después, la adhesión de la Santa Sede. El entonces Cardenal Ratzinger mandó una carta personal. El Cardenal Renato Martino. El Cardenal Giovanni Batista Re. Tuve varias adhesiones. El Papa está muy enterado de cómo están las cosas".

Asimismo, considera que lo ocurrido no fue una cuestión solo contra él. "Se nota que se está extendiendo más. Yo caí como cabeza de turco, como chivo expiatorio. Vieron la posibilidad de enfrentarme, dadas las circunstancias, y la aprovecharon. Desviaron la atención de lo importante y se concentraron en una frase fuerte, que además desvirtuaron, sacándola de contexto".

miércoles, 11 de junio de 2008

Ante los enemigos de la fe católica

Amar a Cristo y a su Iglesia, nos permite acoger la belleza de su doctrina de caridad, de misericordia, de esperanza.

Existe un método bastante definido con que algunos atacan la doctrina de la Iglesia católica. Recogen citas de Papas y concilios para demostrar, según ellos, que la Iglesia ha cambiado planteamientos y dogmas a lo largo de la historia. A partir de lo anterior concluyen que no existirían verdades absolutas, y que lo que hoy defienden el Papa y los obispos, mañana puede cambiar.

Así, por ejemplo, nos dicen que en el siglo XIII el Papa Bonifacio VIII declaraba que era necesario, para conseguir la salvación, pertenecer a la Iglesia, lo cual implicaba estar bajo el Romano Pontífice. Luego recogen textos anteriores o posteriores que tocan la misma idea. Terminan con alusiones a lo que se afirma en el Vaticano II sobre el tema, y nos dicen que ya no siguen en pie las viejas afirmaciones de Bonifacio VIII.

Los ejemplos se podrían multiplicar. Algunos aplican un método parecido para interpretar la Patrística, o incluso la misma Escritura.

En el fondo de esta táctica se esconden varios presupuestos, a veces conscientes, otras veces medio ocultos. El primero consiste en pensar que los documentos de la Iglesia dependen del contexto en el que se elaboraron. No contendrían, según esta perspectiva, ni verdades ni formulaciones absolutas. Por lo mismo, no serían norma de la fe para tiempos como los que ahora viven los católicos.

Este presupuesto se basa en creer que el conocimiento humano es algo profundamente determinado por el espíritu de cada época histórica. Por ejemplo, en el siglo I nadie podía creer en la existencia de los protones y de los neutrones, como en el siglo XXI nos resultaría absurdo negar que existan partículas subatómicas. Quizá dentro de varios siglos la gente se reirá de nuestros escasos y confusos conocimientos sobre la materia, porque el contexto habrá cambiado y tendrán otra manera de tratar las cuestiones de la química.

Es verdad que las ciencias dependen mucho del instrumental usado en cada época y de otros elementos socioculturales. Pero, ¿es correcto aplicar este tipo de planteamientos a la hora de interpretar la doctrina católica? En otras palabras, ¿enseña la Iglesia lo que enseña de un modo variable según las épocas históricas?

De admitir lo anterior, caeríamos en una situación absurda: todas las formulaciones de todos los tiempos serían válidas sólo para su época y no para otras épocas. De este modo, tendríamos tantos dogmas como épocas históricas, y los de ayer no valdrían para hoy, y los de hoy no valdrían para mañana. Por lo tanto, sería absurdo contraponer a Bonifacio VIII con el Concilio Vaticano II: cada uno diría “su” verdad según “su” tiempo, y así no habría ninguna contradicción... ni ninguna “verdad”.

Sabemos, sin embargo, que muchas verdades (si son verdades) no dependen de los contextos culturales en los que son formuladas. Verdades sobre todo del ámbito filosófico, pero también verdades de otros campos del saber. Vemos incluso que verdades científicas del pasado siguen en pie en el presente, y lo estarán en el futuro, dentro de los límites propios de la metodología empírica.

Respecto de las verdades cristianas, la situación es diversa. Porque tales verdades no se obtienen con instrumentos débiles y con razonamientos falibles, sino desde la asistencia del Espíritu Santo. Según la promesa de Cristo, el Espíritu Santo guía y acompaña a la Iglesia a la hora de acoger, conservar y explicar la Revelación de Dios. Si una afirmación es verdad, lo es en el siglo I como lo será en el siglo XXV (si la tierra llega a esas fechas).

Otra cosa distinta es el modo de formular las verdades o el nivel de comprensión de las mismas, que puede mejorar su precisión a lo largo del tiempo. Hay que recordar, además, que cada época histórica ha tenido sus modalidades comunicativas. El lenguaje de un documento papal del siglo XIII es muy distinto al lenguaje usado en las encíclicas de los papas del siglo XX. Pero la existencia de diferentes modos de comunicación, de estilos variados, no quita el que puedan darse “traducciones” de un estilo a otro, y que en todos los tiempos se formulen las mismas verdades con distintos términos.

Otras veces el cambio de una formulación no afecta sólo a las palabras, sino a contextos y problemas históricos diferentes. Cuando los Papas del siglo XIX condenaron el modo de concebir la democracia por parte del liberalismo de aquel tiempo, lo hicieron por motivos que en cierto modo han dejado de darse en el siglo XX. Es por eso que en los últimos 60 años la democracia (entendida en un nuevo contexto sociocultural) ha sido fácilmente aceptada por el magisterio católico.

Existe, además, un segundo presupuesto quizá más sutil y más peligroso. Hay quienes ven a la Iglesia como un grupo humano, organizado alrededor de ideas religiosas más o menos interesantes, con grupos de presión que buscan imponer sus ideas, y nada más.

Concebir así a la Iglesia es reducirla a una invención social como las muchas que se han dado en la historia, en la que todo lo que se enseña y se hace dependería simplemente del ingenio de las personas que son (o al menos declaran ser) católicas. Desde luego, algunos piensan que ellos tienen ideas mejores que los demás. Por eso piden, por ejemplo, que sean admitidas las mujeres al sacerdocio, o que el aborto deje de ser declarado pecado, o que el uso de anticonceptivos sea presentado por el Papa como algo totalmente lícito, o que los sacerdotes puedan casarse cuando lo deseen, o que se vuelva cuanto antes al uso obligatorio de las misas según el rito tridentino...

La lista podría alargarse según los gustos y las tendencias de cada uno. Los grupos de presión buscan, entonces, que el Papa y los obispos enseñen aquello que “ellos” ven como más conforme a su modo de pensar. Por lo mismo, organizan conferencias, recogidas de firmas, entrevistas en los medios de comunicación a teólogos disidentes (ultraconservadores o ultraprogresistas, mucho más presentes los segundos que los primeros) para promover sus ideas e imponerlas como aceptables para los demás católicos.

Es obvio que este modo de pensar deja prácticamente de lado el carácter sobrenatural de la Iglesia, la certeza de que Cristo prometió asistirla hasta el final de los tiempos, la iluminación del Espíritu Santo en los corazones de los Papas, los obispos y los fieles.

La Iglesia, sin embargo, sabe que ha recibido algo que no procede de los hombres, sino de Dios. Podrán cambiar, como vimos, algunos modos de expresarse. Pero las verdades de fe, los dogmas católicos, valen para ayer, para hoy, para los siglos futuros.

Hay que dejar posturas incorrectas y arbitrarias ante la Iglesia. Cabe siempre, para quien tiene dificultades en aceptar alguna doctrina de nuestra fe, la posibilidad de dialogar honestamente para encontrar luz.

Si uno no llega a comprender que Dios ha revelado una verdad católica, y que tal verdad es custodiada y explicada por el magisterio, podrá dejar la Iglesia y vivir según sus convicciones personales. Pero no es correcto querer que la Iglesia se niegue a sí misma para acomodarse a los modos de pensar de grupos más o menos organizados que ya no piensan ni sienten según la doctrina católica. Una doctrina que encontramos expuesta de modo bellísimo en tantos documentos del magisterio de todos los siglos; de modo especial, a través del Concilio Vaticano II, del Catecismo de la Iglesia Católica, de las encíclicas de los Papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Amar a Cristo, descubrir que fundó la Iglesia y que puso en ella, como Cabeza, a Pedro, nos permitirá acoger la belleza de su doctrina de caridad, de misericordia, de esperanza. Podremos así acoger la doctrina católica con la paz de quien sabe que pertenece al Pueblo de Dios, al Cuerpo místico de Cristo, al sueño de Amor del Padre que envió a su Hijo para salvar a los hombres de buena voluntad.

Ataques a los Milagros Cristianos

A lo largo de la historia muchos buscaron dar una explicación natural a los milagros relatados en el Evangelio. Esas personas aseguran que los progresos de la medicina sugieren hoy día posibles explicaciones naturales a los milagros de curaciones de paralíticos, sordomudos, endemoniados, etc., pues todas las enfermedades ofrecen períodos o fases de remisión, sobre todo contando con la componente psíquica que podía darse en estos casos.

Tampoco ven problema en explicar los milagros de las resurrecciones de muertos: debe contarse con que en aquella época los certificados de defunción se extendían por simples apariencias, y no es de extrañar que algunos luego se reanimaran (según estos hombres, el número de personas enterradas vivas en la antigüedad debió ser enorme).

Otros milagros -como caminar sobre las aguas o la multiplicación de los panes-, los explicarán como efecto de espejismos, ilusiones ópticas o cosas semejantes. Y los fenómenos sobrenaturales, como modos ingenuos de explicar a los espíritus sencillos las realidades habituales difíciles de entender.

Para todos los milagros, incluso para los más espectaculares, encuentran esas personas una sencilla explicación. El del paso del Mar Rojo, por ejemplo, pudo perfectamente producirse -asegurarán- por efecto de un movimiento sísmico o atmosférico que habría separado el mar en dos y, al cesar bruscamente coincidiendo con el paso del último hebreo, las líquidas murallas del mar se volvieron a juntar engullendo a los soldados del faraón (desde luego, hay explicaciones naturales de los milagros más "milagrosas" aún que los propios milagros).

Parece como si esas personas, que se afanan tanto por enseñarnos a leer de una forma madura el Evangelio, tuvieran miedo de ser tildadas de espíritus simplistas por los seguidores del materialismo contemporáneo, y quizá por ello hacen gala de un ingenio, a veces notable, para racionalizar la fe y eliminar de ella todo fenómeno sobrenatural, sugiriendo a cambio asombrosas interpretaciones figuradas, simbólicas o alegóricas.

Al final, acaban por empeñarse en que creamos que lo único verdadero de todos los evangelios son las notas a pie de página que ellos ponen.

Sin embargo, se les podría objetar primeramente que, desde los orígenes, todos los grandes espíritus nacidos de la fe cristiana han tomado al pie de la letra los relatos -evidentemente milagrosos- de la Anunciación, de la Ascensión o de Pentecostés, sin que ninguno de ellos se prestase jamás a ese tipo de interpretaciones.

Por otra parte, no se tiene noticia de que ninguno de esos expertos en enseñarnos a interpretar la Sagrada Escritura haya tenido jamás siquiera alguna de las alucinaciones o espejismos a las que tanto recurren para explicar los milagros que han sucedido a los demás: tendrían que explicarnos cómo pudieron ser tan corrientes en aquella época, y además en muchas ocasiones de modo colectivo y ante personas enormemente escépticas.

Quizá sea porque como ellos nunca han visto a un ángel, ni se han encontrado con un cuerpo glorioso -yo tampoco-, no admiten que nadie haya podido tener tan buena suerte. Acaban por parecerse a esas personas que se resisten a creer que Armstrong haya pisado la Luna por el simple hecho de no haber podido estar allí con él.

La fe y los milagros

Para la fe, admitir la existencia de los milagros es sumamente importante. Como señala C. S. Lewis, el Evangelio, sin milagros, quedaría reducido a una colección de amables moralejas filantrópicas que no obligan a nada en especial. Sin milagros, toda la predicación de los apóstoles y el testimonio de los mártires perderían casi todo su sentido.

Por otra parte, si los milagros fueran imposibles, no se podría creer que Dios se hizo hombre, ni su resurrección, que son milagros centrales de la fe cristiana. «Desechados los milagros -continúa Lewis-, sólo queda, aparte de la postura atea, el panteísmo o el deísmo. En cualquier caso, un Dios impersonal que no interviene en la Naturaleza, ni en la historia, ni interpela, ni manda, ni prohíbe. Éste es el motivo capital por el que una divinidad imprecisa y pasiva resulta tan tentadora".

Aún así, todavía existen muchos que confían en que la evolución científica explique y certifique la veracidad de estos milagros. Lewis nuevamente indica que la "creencia o increencia en los milagros está al margen de la ciencia experimental". No importa lo que ésta progrese: los milagros son reales o imposibles con independencia de ella. El incrédulo pensará siempre que se trata de espejismos o hechos naturales de causas desconocidas; pero no por imperativos de la ciencia, sino porque de antemano ha descartado la posibilidad de lo sobrenatural.

Ante las maquinaciones anticristianas

“Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas” (2 Tm 4,3-4)

Esta palabra de la Escritura -sobre todo la alusión al prurito de oír cosas nuevas- se está realizando de modo nuevo e impresionante en nuestros días. Millones de personas son inducidas por hábiles retocadores de antiguas leyendas a creer que Jesús de Nazaret nunca fue, en realidad, crucificado. En los Estados Unidos hay un best seller del momento, una edición del Evangelio de Tomás, presentado como el evangelio que “nos evita la crucifixión, hace innecesaria la resurrección y no nos obliga a creer en ningún Dios llamado Jesús”.

“Existe una percepción penosa en la naturaleza humana -escribía hace años el mayor estudioso bíblico de la historia de la Pasión, Raymond Brown- cuanto más fantástico es el escenario imaginado, más sensacional es la propaganda que recibe y más fuerte el interés que suscita. Personas que jamás se molestarían en leer un análisis serio de las tradiciones históricas sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, son fascinadas por cada nueva teoría según la cual Él no fue crucificado y no murió, especialmente si la continuación de la historia incluye su fuga con María Magdalena hacia La India... (o hacia Francia, según la versión más actualizada). Estas teorías demuestran que cuando se trata de la Pasión de Jesús, a pesar de la máxima popular, la ficción supera la realidad y frecuentemente, se pretenda o no, es más rentable”.

Se habla mucho de la traición de Judas, y no se percibe que se está repitiendo. Cristo sigue siendo vendido, ya no a los jefes del Sanedrín por treinta denarios, sino a editores y libreros por miles de millones de denarios... Nadie conseguirá frenar esta ola especulativa que, es más, registrará una crecida con la inminente salida de cierta película. Siento el deber de llamar la atención sobre un equívoco descomunal que está en el fondo de toda esta literatura pseudo histórica.

Los evangelios apócrifos sobre los que se apoya son textos conocidos de siempre, en todo o en parte, pero con los que ni siquiera los historiadores más críticos y hostiles hacia el cristianismo pensaron jamás, antes de hoy, que se pudiera hacer historia. Sería como si dentro de algún siglo se pretendiera reconstruir la historia actual basándose en novelas escritas en nuestra época.

El error garrafal consiste en el hecho de que se utilizan estos escritos para hacerles decir exactamente lo contrario de lo que pretendían. Estos forman parte de la literatura gnóstica del siglo II y III. La visión gnóstica -una mezcla de dualismo platónico y de doctrinas orientales revestida de ideas bíblicas- sostiene que el mundo material es una ilusión, obra del Dios del Antiguo Testamento, que es un dios malo, o al menos inferior; Cristo no murió en la cruz porque jamás había asumido, más que en apariencia, un cuerpo humano, siendo éste indigno de Dios (docetismo).

Si Jesús, según el Evangelio de Judas, del que se ha hablado mucho estos días, ordena Él mismo al apóstol que le traicione es porque, muriendo, el espíritu divino que está en Él podrá finalmente liberarse de la implicación de la carne y volver a subir al cielo. El matrimonio orientado a los nacimientos hay que evitarlo (encratismo); la mujer se salvará sólo si el “principio femenino” (thelus) personificado por ella se transforma en el principio masculino, esto es, si deja de ser mujer.

¡Lo cómico es que actualmente hay quien cree ver en estos escritos la exaltación del principio femenino, de la sexualidad, del pleno y desinhibido goce de este mundo material, en polémica con la Iglesia oficial que, con su maniqueísmo, siempre habría conculcado todo ello! El mismo equívoco que se observa a propósito de la doctrina de la reencarnación. Presente en las religiones orientales como un castigo debido a culpas precedentes y como aquello a lo que se anhela poner fin con todas las fuerzas, aquella es acogida en occidente como una maravillosa posibilidad de volver a vivir y a gozar indefinidamente de este mundo.

No podemos permitir que el silencio de los creyentes sea tomado por vergüenza y que la buena fe (¿o la necedad?) de millones de personas sea burdamente manipulada por los medios de comunicación sin levantar un grito de protesta en nombre no sólo de la fe, sino también del sentido común y de la sana razón. Es el momento, creo, de volver a oír la advertencia de Dante Alighieri:

«Sed, cristianos, más firmes al moveros:
no seáis como pluma a cualquier soplo,
y no penséis que os lave cualquier agua.

Tenéis el antiguo y nuevo Testamento,
y el pastor de la Iglesia que os conduce;
y esto es bastante ya para salvaros…

¡Sed hombres, y no ovejas insensatas!».

Niños de supermercado

Frente al intento de control por parte de las organizaciones internacionales, la educación y formación de los niños por parte de sus progenitores es una obligación de los padres y un derecho de los hijos.

A veces, la conquista de nuestros derechos supone no pocas contradicciones y perplejidades. Un punto en el que las cosas siguen estando poco claras es en el que se refiere a la educación de los hijos.

Por un lado, se nos abre el camino para diseñar nuestra descendencia. No hablo ya de la precaria cirugía (éste es un medio prácticamente obsoleto en la materia), sino de la todavía misteriosa ingeniería genética. Ella es el arma omnipotente que nos va a permitir en un futuro, y nos está permitiendo desde ahora, crear a nuestros hijos como se escoge un artículo en un supermercado: al gusto del consumidor. Hijos a la medida de nuestros gustos, aspiraciones y caprichos. Un hijo objeto de deseo.

Por otro lado, algunas políticas y pactos internacionales empiezan a enfrentar los derechos de los padres y los de los hijos. Así, la Convención de los Derechos de los Niños aprobada el 20 de noviembre de 1989 por la Asamblea General de la ONU -el texto completo puede encontrarse en la dirección de Internet http://www.unicef.org/crc/crc.htm-, reconoce en su artículo 13 el derecho de los niños a acceder a todo tipo de información, ya sea oral o escrita. Más adelante, en el artículo 16, se habla de su derecho a la privacidad, que no debe ser interferida ni por los mismos padres -saco a colación este documento por su gran actualidad, en septiembre de 2001, la Asamblea General de las Naciones Unidas se reunio en Ginebra para revisar la implantación de la Convención-.

Esto nos lleva a situaciones algo paradójicas: podemos elegir si queremos tener un hijo o una hija, pero no tenemos derecho a educar su conciencia en materias tan fundamentales como la educación sexual o la decisión de abortar -en Francia e Inglaterra las niñas ya pueden acceder a la píldora abortiva conocida como "píldora del día después" sin conocimiento de los padres-. Mi niño "a la carta" se convierte en un individuo con una intimidad inviolable, a la que ni su madre puede acceder.

Ante esto cabría preguntarse si se está dando carta blanca al libre albedrío del niño, ¿es porque nace con el pleno señorío de todas sus facultades? Evidentemente, no. Y la misma sociedad lo reconoce cuando establece que la edad penal es a partir de los 16. Antes de esa edad es considerado inmaduro e irresponsable ante la ley.

Entonces, darle un "derecho a la privacidad" ilimitado, ¿no supone un desequilibrio evidente entre las posibilidades que le son dadas y su capacidad de elegirlas libremente?

Si los padres son sustraídos de este ámbito fundamental de la educación, ¿en manos de quién queda? Mucho me temo que en manos de las empresas abortistas, las campañas de los organismos internacionales y los planes de educación estatales… es el "Big Brother" de Orwell. Ellos sí que quieren diseñar "niños de supermercado". Niños de ideas confusas y criterios uniformados, cuya mente pueda ser pervertida a placer. Cuanto más lejos estén los padres de esta manipulación utilitarista, mejor. Y logran hacerles creer que están defendiendo los derechos de los niños…

Los padres no son los enemigos de estos derechos: son sus principales garantes. Al menos éste fue el espíritu que inspiró la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Como célula básica de la sociedad -"La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado": artículo 16.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, diciembre de 1948-, la familia es el marco en el cual el niño aprende a manejarse como sujeto de derechos y deberes.

Pérdida del Valor Familia

Este mal social que sufren las familias se ve claramente, por ejemplo, en los datos estadísticos de Población de Europa y otras geografías, donde el número de nacimientos es tan escaso que no tendrán relevo generacional para así convertirse en países "viejos". Estos países llamados "desarrollados" tratan de imponer nuevos conceptos de familia, colocándolas al mismo nivel que las uniones de hecho, o las uniones de homosexuales y lesbianas. Así se van legitimando una serie de hechos que intentan cambiar la mentalidad de las personas haciendo que las mismas vivan indiferentes a los comportamientos que atacan a la familia y en consecuencia a la sociedad misma.

¿Quiénes son los victimarios?

Los gobiernos que colaboran con los proyectos de control de natalidad y eliminación de pobres que provienen de la ONU, el BANCO MUNDIAL y el FMI. Además de muchos medios de comunicación convertidos en multimedios y que desde la TV especialmente, además de radios y diarios promueven estilos de vida equivocados que se rigen por el consumismo, por el tener y no el ser, por el egoísmo y el facilismo, con ausencia de valores objetivos que perduren como la Verdad, la Justicia, la Honestidad, el Respeto mutuo y sobre todo el Verdadero Amor. Imponen modas sociales, según convenga a sus intereses económicos.

Todos tenemos en claro que la mejor forma de educar es el ejemplo, entonces son los padres y educadores en general, los que deben mostrar modelos que respeten la familia tradicional (por así llamarla) revalorizando el papel fundamental que tiene en la sana formación de toda la sociedad. ¿Cómo es posible esto? Amando verdaderamente, sabiendo que amar es querer el bien del otro, dejando nuestros egoísmos para construir una sociedad que practique la verdad y la caridad para con el prójimo.

No seamos cómplices de los victimarios, no renunciemos al Bien, toda persona tiene naturalmente las herramientas de la bondad. Gocemos de las sonrisas de los pequeños que se van educando viéndonos practicar y defender las virtudes que se convertirán en los valores que reinen en nuestras familias y en la sociedad toda.

¿Qué podemos hacer?

Ya anticipamos lo que a nuestro alcance se encuentra para que la familia no se desintegre. Agreguemos a esto la promoción, difundiendo y exigiendo la necesidad de una educación integral y trascendente nutrida de una escala de valores objetiva, en colegios, centros de formación, parroquias, editoriales, radios y TV. Ésta última junto con las computadoras, en muchas ocasiones suplen peligrosamente el rol de los padres, la autoridad es del educador, padres y docentes, y nunca de un objeto electrónico que no puede Dar Vida. Asumamos actitudes positivas, que ayuden a dotar de sentido a la vida de muchos jóvenes que no han encontrado la hermosa aventura de ser héroes de los ideales de Verdad y Justicia. Recordemos que todos estamos unidos espiritualmente y esto es un arma poderosa en las personas, ya que la comunicación de las bondades permanecerán por siempre en el interior de todos.

martes, 10 de junio de 2008

Argumentos a Favor y en Contra del Aborto

Hay muchos argumentos que se han difundido insistentemente, especialmente en aquellos países donde, con cualquier motivo, intentan buscar la legalización del aborto o ampliarlo allí donde ya se ha legalizado alguna de sus formas.

Es inhumano no legalizar el "aborto terapéutico" que debería realizarse cuando el embarazo pone a la mujer en peligro de muerte o de un mal grave y permanente.

La Verdad: En este caso el término "terapéutico" es utilizado con el fin de confundir. "terapia" significa curar y en este caso el aborto no cura nada. Actualmente, la ciencia médica garantiza que prácticamente no hay circunstancias en la cual se deba optar ente la vida de la madre o la del hijo. Ese conflicto pertenece a la historia de la obstetricia. Ya en 1951, el Congreso de Cirujanos del American College dijo que "todo el que hace un aborto terapéutico o ignora los métodos modernos para tratar las complicaciones de un embarazo o no quiere tomarse el tiempo para usarlos”. El temido caso de los embarazos "ectópicos" o que progresan fuera del útero materno están siendo manejados médicamente cada vez con mayor facilidad, por otro lado, el código de ética médica señala que en el caso de complicaciones en el embarazo deben hacerse los esfuerzos proporcionados para salvar a madre e hijo y nunca tener como salida la muerte premeditada de uno de ellos.

Es brutal e inhumano permitir que una mujer tenga el hijo producto de una violación, por ello, para estos casos, debería legalizarse el aborto llamado "sentimental".

La Verdad: En primer lugar los embarazos que siguen a una violación son extremadamente raros. En Estados Unidos, por ejemplo, la violación es un serio problema, aproximadamente 78,000 casos fueron reportados en el año 1982. Esta cifra es más importante si se tiene en cuenta, que del 40% al 80% de las violaciones no se denuncian.

En estos casos los embarazos son extraordinariamente raros, por varias causas. Por ejemplo, las disfunciones sexuales en los violadores, cuya tasa es extremadamente alta. En tres estudios se ha constatado que el 39, el 48 y el 54% de las mujeres víctimas del ataque no habían quedado expuestas al esperma durante la violación.

En otro estudio se comprobó que el 51% de los violadores experimentaron disfunciones que no les permitieron terminar el acto sexual. Otra causa por la que son extremadamente raros los embarazos por violación: la total o temporal infertilidad de la víctima. La víctima puede ser naturalmente estéril; puede ser muy joven o muy vieja, puede estar ya embarazada o puede haber otras razones naturales.

El 43% de las víctimas se encontraba en estas categorías. La víctima puede estar tomando anticonceptivos, tener un DIU o ligadura de trompas, el 20% se situaba en esta categoría. Así, sólo una minoría de las víctimas tienen un potencial de fertilidad. Además de la infertilidad natural, algunas víctimas están protegidas del embarazo por lo que se ha llamado stress de infertilidad; una forma de infertilidad temporal como reacción al stress extremo.

El ciclo menstrual, controlado por hormonas, es fácilmente distorsionado por un stress emocional y puede actuar demorando la ovulación; o si la mujer ya ha ovulado la menstruación puede ocurrir prematuramente. Un estudio determinó que se registraron solamente el 0.6% de embarazos en 2190 víctimas de violación.

En una serie de 3,500 casos de violación en 10 años en el Hospital San Pablo de Minneapolis, no hubo un solo caso de embarazos puede ocurrir. Procurar una legislación en base a una excepción en vez de una regla es totalmente irracional desde el punto de vista jurídico. Es obvio que el espantoso crimen de la violación es utilizado para sensibilizar al público en favor del aborto, al presentar al fruto inocente de una posible concepción brutal como un agresor. Es claro que la mujer ha sufrido una primera espantosa agresión, la de la violación. Presentar el aborto como una "solución" es decir que un veneno hay que combatirlo aplicando otro.

El aborto no va a quitar ningún dolor físico o psicológico producido en una violación. Al contrario, le va a agregar las complicaciones físicas y psíquicas que ya el aborto tiene de por sí. Por otro lado, el fruto de este acto violento es un niño inocente, que no carga para nada con la brutal decisión de su padre genético. Por otro lado, los legisladores más expertos señalan que legalizar el aborto "sentimental" es abrirle la puerta a serias complicaciones jurídicas: prácticamente cualquier unión, incluso consensual, podría ser presentada como contraria a la voluntad de la mujer y, por tanto, una violación. Finalmente, el argumento más importante, es que el aborto por violación no es siquiera aceptado por sus verdaderas víctimas, las mujeres violadas. Pueden leerse estos duros pero reveladores testimonios

Es necesario eliminar a un niño con deficiencias porque él sufrirá mucho y les ocasionará sufrimientos y gastos a los padres.

La Verdad: Este principio, conocido como "aborto eugenésico" se basa en el falso postulado de que "los lindos y sanos" son quienes deben establecer el criterio de valor de cuándo una vida vale o no. Con ese criterio, tendríamos motivo suficiente para matar a los minusválidos ya nacidos.

Por otro lado, científicamente, las pruebas prenatales no tienen seguridad del 100% para determinar malformaciones o defectos. Por ejemplo, en el caso de la rubéola, revisando 15 estudios de importancia, se encontró que sólo el 16.5% de los bebitos tendrían defectos. Quiere decir que el aborto por causa de la rubéola matará a 5 criaturas perfectamente sanas por cada bebé afectado.

Por último, ¿Quién puede afirmar que los minusválidos no desean vivir? Una de las manifestaciones contra el aborto más impresionantes en el estado norteamericano de California fue la realizada por un numeroso grupo de minusválidos reunidos bajo un gran cartel: "Gracias mamá porque no me abortaste".

El Dr. Paul Cameron ha demostrado ante la Academia de Psicólogos Americanos que no hay diferencia entre las personas normales y anormales en lo que concierne a satisfacción de la vida, actitud hacia el futuro y vulnerabilidad a la frustración. "Decir que estos niños disfrutarían menos de la vida es una opinión que carece de apoyo empírico teórico", dice el experto. Incluso son numerosos los testimonios de los padres de niños disminuidos física o mentalmente que manifiestan el amor y la alegría que esos hijos les han prodigado.

El aborto debe ser legal porque todo niño debe ser deseado.

La Verdad: Este es un argumento absurdo. El "deseo" o "no deseo" no afecta en nada la dignidad y el valor intrínseco de una persona. El niño no es una "cosa" sobre cuyo valor puede decidir otro de acuerdo a su estado de ánimo. Por otro lado, el que una mujer no esté contenta con su embarazo durante los primeros meses no indica que esta misma mujer no vaya a amar a su bebé una vez nacido.

Se ha podido comprobar que en los países donde el aborto está legalizado, se incrementa la violencia de los padres sobre los niños, especialmente la de la madre sobre sus hijos aun cuando sean planificados y esperados. La respuesta a esto es que cuando la mujer violenta su naturaleza y aborta, aumenta su potencialidad de violencia y contagia ésta a la sociedad, la cual se va haciendo insensible al amor, al dolor y a la ternura.

El aborto debe ser legal porque la mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

La Verdad: Pero no cuando el sentido común y la ciencia moderna reconocen que en un embarazo hay dos vidas y dos cuerpos. Mujer, según definición de diccionario, es un "ser humano femenino". Dado que el sexo se determina cromosómicamente en la concepción, y más o menos la mitad de los que son abortados son "seres humanos femeninos"; obviamente no toda mujer tiene derecho a controlar su propio cuerpo.

Con la legalización del aborto se terminarían los abortos clandestinos.

La Verdad: Las estadísticas en los países "desarrollados" demuestran que esto no es así. Por el contrario, la legalización del aborto lo convierte en un método que parece moralmente aceptable y por tanto, como una opción posible que no es igualmente considerada allí donde no es legal.

Pero dado que la gran mayoría de abortos no son por un motivo "sentimental", "terapéutico" o "eugenésico", sino por un embarazo considerado "vergonzoso", no es extraño que la mujer -especialmente si es adolescente o joven- busque igualmente métodos abortivos clandestinos por la sencilla razón de que una ley, aunque quite la pena legal, no quita la vergüenza y el deseo de ocultamiento. Por otro lado, esta mentira se basa en el mito según el cual los abortos legales son más "seguros" que los clandestinos. Un ejemplo: Una investigación realizada en 1978 en Estados Unidos arrojó que sólo en las clínicas de Illinois, se habían producido 12 muertes por abortos legales.

El aborto debe ser legal porque la mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo.

La Verdad: ¿Tiene una persona derecho a decidir sobre su propio cuerpo? Sí, pero hasta cierto punto. ¿Puede alguien eliminar a un vecino ruidoso sólo porque molesta a sus oídos? Obviamente no. Es igual en el caso del aborto. La mujer estaría decidiendo no sobre su propio cuerpo, sino sobre el de un ser que no es ella, aunque esté temporalmente dentro de ella.

El aborto es una operación tan sencilla como extraerse una muela o las amígdalas. Casi no tiene efectos colaterales.

La Verdad: Las cifras desmienten esta afirmación. Después de un aborto legal, aumenta la esterilidad en un 10%, los abortos espontáneos también en un 10%, y los problemas emocionales suben del 9 al 59%. Además, hay complicaciones si los embarazos son consecutivos y la mujer tiene el factor RH negativo. Los embarazos extra-uterinos aumentan de un 0.5% a un 3.5%, y los partos prematuros de un 5% a un 15%. También pueden darse perforación del útero, coágulos sanguíneos en los pulmones, infección, y hepatitis producida por las transfusiones, que podría ser fatal.

Además, cada vez más investigaciones tienden a confirmar una importante tesis médica: que la interrupción violenta del proceso de gestación mediante el aborto afecta las células de las mamas, haciéndolas sensiblemente más propensas al cáncer. Algunos partidarios del aborto incluso han llegado a plantear que el aborto es menos peligroso que un parto.

Esta afirmación es falsa: el aborto, especialmente en los últimos meses del embarazo, es notablemente más peligroso. En los países ricos mueren dos veces más mujeres por aborto legal que por disfunciones del parto. Por otro lado, algunas mujeres tienen problemas emocionales y psicológicos inmediatamente después del aborto, otras los tienen muchos años después: se trata del Síndrome Post Aborto.

Las mujeres que lo padecen niegan y reprimen cualquier sentimiento negativo por un periodo promedio de al menos cinco años. Después surgen una variedad de síntomas, desde sudoraciones y palpitaciones hasta anorexia, alucinaciones y pesadillas. Los síntomas son sorprendentemente similares a los del Síndrome de tensión post traumático que sufrieron algunos veteranos, 10 años o más después de haber combatido en una guerra.